sábado, septiembre 11, 2010

El fariseísmo de Televisa vs. Reforma

Raúl Trejo Delarbre

No es que, de manera súbita, Televisa se volviera moralista. Tampoco ha ocurrido que, de la mañana a la noche, esa empresa hubiese abjurado de los frecuentes abusos contra sus televidentes y se haya convertido a la reivindicación de los derechos humanos y la legalidad. La repentina preocupación acerca de la publicidad de servicios de prostitución se debe a causas más pedestres: al propagar intensa y extensamente contra el diario Reforma las denuncias que han pululado en sus canales, la empresa televisora cobra venganza debido a la insistencia de dicho periódico para indagar sus negocios, frecuentemente sustentados en conveniencias políticas.

En la cúpula de Televisa causó fuerte disgusto la difusión que Reforma dio al “negociazo” que hizo la televisora al adquirir en 180 millones de pesos, junto con Nextel, un segmento de espectro radioeléctrico que vale más de 5 mil millones de pesos. La irresponsabilidad de la Comisión Federal de Telecomunicaciones, la manera irregular como tomó esa decisión el 16 de agosto pasado, las abundantes reacciones en contra tanto entre partidos políticos y legisladores como entre otros operadores de telecomunicaciones, fueron reseñadas por Reforma. Ese no fue el único diario que dio cabida a tales informaciones pero la notoriedad de Reforma seguramente importunó aún más a Televisa.

Más recientemente, el fin de semana pasado, Reforma dio a conocer que la colaboración de Televisa con el gobierno de Enrique Peña Nieto es tan estrecha que la escenografía y la transmisión de su informe anual estuvieron a cargo de la empresa televisora.

Otros motivos de la reyerta de Televisa contra ese diario, además de los antes mencionados, han sido sugeridos por el periodista Jenaro Villamil.

La acometida contra Reforma comenzó el lunes pasado, al día siguiente de que apareció la nota sobre los negocios mexiquenses de Televisa. Ese y los días sucesivos, El Noticiero de Joaquín López Dóriga, y luego otros espacios presuntamente informativos, destinaron segmentos de hasta 15 minutos para desacreditar a Reforma porque en ese diario y en su filial Metro, aparecen anuncios de servicios de prostitución.

La publicación de esos espacios en la prensa mexicana no es reciente, ni exclusiva de tales diarios. Otros periódicos, como El Universal y La Prensa, publican anuncios clasificados tan abundantes y vistosos como los que Televisa les cuestiona a Reforma y Metro. Todos ellos son de mal gusto y para lectores adultos. Pero de aquellas casas editoriales no dice nada, porque no han develado los tráficos de influencia con los que beneficia sus negocios.

El maniqueísmo de Televisa ha llegado al extremo de comparar los anuncios de servicios de prostitución con la trata de personas y ha sugerido que en las páginas de Reforma se recluta a menores de edad que luego son víctimas de lenones y pedófilos. Si hubiera denuncias específicas sería indispensable que las autoridades judiciales las indagaran y castigasen. Pero no es la causa de la justicia la que inquieta a Televisa y a quienes, en esa empresa, en vez de informar han dedicado amplios espacios a confundir a los televidentes y a vilipendiar a un medio de comunicación que afecta sus intereses.

Televisa se muestra socarrona para develar la doble moral de la empresa editora de Reforma, cuyos propietarios se han rehusado a que sus propios nombres aparezcan en Metro, un diario que vende ejemplares con los peores recursos del sensacionalismo. No son esas las únicas incongruencias de Reforma, un periódico supuestamente comprometido con el debate público y que les tiene prohibido a sus colaboradores discutir entre ellos. Además del pedante estilo gramatical, que calca de manera tan literal el manual de estilo que les impresionó a sus editores en algún periódico de Texas que todos sus encabezados tienen que ser redactados en tiempo presente, las normas profesionales se cumplen en Reforma de acuerdo con las conveniencias de cada momento. En ese periódico suele confundirse al periodismo de investigación con la propagación de rumores y filtraciones. Y el derecho de réplica, con frecuencia no existe en Reforma.

No estamos ante la disputa de un medio que encarne valores éticos y otro que los vilipendie cotidianamente sino ante la utilización, con propósitos facciosos, que una televisora hace de las frecuencias que tiene concesionadas para difundir programación de interés general. A fines de 2006 Televisa, en connivencia con Televisión Azteca, desplegó una campaña similar con el propósito de golpear a un grupo empresarial que le había solicitado al gobierno que abriera una licitación para instalar una nueva cadena de televisión nacional.

Si a los propietarios y operadores de Televisa realmente les interesaran los derechos de la sociedad, podrían dejar de anunciar productos engañosos, que tienen efectos supuestamente medicinales que no están médicamente comprobados; podrían dejar de hacerse eco de predicadores, adivinadores y otros charlatanes que pululan por los canales de esa empresa; podrían comenzar por cumplir los horarios y modalidades que la ley en materia de radiodifusión establece para la transmisión de comerciales.

Televisa considera que los anuncios de servicios para adultos transgreden la legalidad. Pero si a esa empresa le interesara ceñirse al orden jurídico, no habría distorsionado los mensajes electorales como sucedió en febrero del año pasado, no mutilaría películas y eventos deportivos con tal de incrustarles anuncios pagados y no traficaría con la vida privada de numerosos personajes públicos como hace en sus programas de cotilleo.

Si en Televisa fuera prioridad la dignidad de la gente, no habría programas de concurso, espacios de cámara escondida o pretendidos reality shows en donde el propósito no es premiar habilidades o develar abusos, sino únicamente burlarse de las personas y traficar con sus problemas.

Habría una auténtica revolución en los contenidos audiovisuales que recibimos los mexicanos si Televisa realmente se pusiera del lado de la legalidad y de los derechos de los ciudadanos.

La trata de personas es uno de los delitos más despreciables. Al confundirla con otra cosa, con propósitos de propaganda, Televisa no hace mas que enmascarar ese problema.

El sensacionalismo es una de las lacras del periodismo mexicano. La nota roja y otros contenidos de Metro son profesional, social y éticamente indefendibles, pero ese diario dista de ser el único medio que practica tal estilo. En Televisa mismo, han existido programas que hacen de la información policiaca motivo de estrépito no para procurar justicia ni explicaciones sino en vulgar búsqueda del rating.

A Televisa lo que le interesa es mantener la impunidad política que le permite asegurar concesiones, eludir responsabilidades y atemorizar a sus contrincantes. En ocasiones como esta Televisa se quita la mascarilla amable, que con tanta ambición moldea a base de teletones e iniciativas pretendidamente filantrópicas. Entonces aparece el rostro auténtico del consorcio. El fariseísmo de Televisa tiene signo de pesos. De muchos pesos.

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