lunes, septiembre 13, 2010

Disentir de Dresser; Calderón y los jueces

Gregorio Ortega Molina / La Costumbre Del Poder

Disentir es un privilegio de la libertad, no es graciosa concesión del Estado ni privilegio de grupos o institutos políticos; disentir también es privilegio de la inteligencia, no cualquiera puede decir lo que piensa, porque lamentablemente no todos piensan. Crear un argumento, proponer una idea es harto difícil, y es posible que no siempre se obtengan conclusiones ni se sea capaz de hacer propositivo el análisis; nunca debe usarse el denuesto ni la descalificación a priori.

No son pocos los que están en desacuerdo con Denise Dresser. Después de la andanada de despropósitos carentes de lógica y sin argumento recibidos, llegó al correo electrónico el mensaje que transcribo:

Amigos: Francisco Rodríguez informa en su columna de hoy que Denise Dresser dijo hace cinco días en un canal de Televisa que el Ejército de Estados Unidos debía invadir México “para combatir el narcotráfico y poner orden”. El dato es grave. Yo le doy mucha importancia a las palabras. Desde niño ha sido así y seguramente moriré creyendo que las palabras comprometen en el amor y en el odio, en la historia y en la vida cotidiana, en el dolor y en la esperanza, en la política y en las creencias, he dicho también por ello que las palabras vueltas literatura son mi Santa Madre. Entonces valoro suficiente lo que esta señora dijo. No es parte del pluralismo o de la diversidad política ni de la libertad de expresión, es la declaración de una traidora a la Patria, clamando por las botas extranjeras en el territorio mexicano, coincidiendo casualmente con la señora Hillary Clinton quien absurdamente le llama “insurgentes” a los narcos, como si estuviera pensando en Irak. Ya la señora Clinton fue desmentida por el Presidente Barack Obama. Y aquí: ¿por qué se calla lo dicho por Denise Dresser? Sabía que ella detesta a la gente pobre a la cual considera corrupta por votar por el PRI, pero ignoraba que esta señora despreciara y odiara a su país, pero a mí no me importan sus argumentos ni sus pretextos, no me interesa si goza de uno de esos falsos prestigios a los que nos acostumbran, tampoco la perdono, sino la repudio. Si no somos capaces de oponernos a una bruja como ésta, no valdríamos nada. Gerardo De la Concha.

A lo expuesto en el mensaje del señor De la Concha y a lo escrito en La costumbre del poder la semana anterior, es preciso añadir que en política, como en la vida, no puede simplificarse ni ver las cosas en blanco y negro. El señalamiento sobre el comportamiento ideológico, político y profesional de Denise Dresser destacado en el correo electrónico, es posible pero no probable, lo que de inmediato trae a colación su curricula académica y la carta que en su momento dirigiera Robert Lansing a Woodrow Wilson el 5 de febrero de 1920.

En efecto, la señora Dresser suma a su licenciatura en relaciones internacionales, maestría y doctorado en ciencia política por la universidad de Princeton. Es profesora en el ITAM y ha sido investigadora visitante en la Universidad de California, San Diego, entre otras prendas profesionales.

Con relación a mexicanos con ciertas características académicas, escribió Lansing: “México es un país extraordinariamente fácil de dominar porque basta con controlar a un solo hombre: el presidente. Tenemos que abandonar la idea de poner en la presidencia mexicana a un ciudadano americano, ya que eso llevaría otra vez a la guerra. La solución necesita de más tiempo: debemos abrirle a los jóvenes mexicanos ambiciosos las puertas de nuestras universidades y hacer el esfuerzo de educarlos en el modo de vida americano, en nuestros valores y en el respeto al liderazgo de Estados Unidos. México necesita de administradores competentes. Con el tiempo, esos jóvenes llegarán a ocupar cargos importantes y eventualmente se adueñarán de la presidencia. Sin necesidad de que Estados Unidos gaste un centavo o dispare un tiro, harán lo que queramos. Y lo harán mejor y más radicalmente que nosotros”; ergo, Denise Dresser procede como académicamente considera correcto que ha de hacerlo. Gajes de la globalización, pues.

Mi disentimiento sobre su descalificación a priori del PRI y los priistas continúa siendo válido, porque quienes hoy están en el poder y los intelectuales que buscan dar sustento ideológico a lo que hoy se hace desde el gobierno, olvidaron la historia reciente de México. El PRI es una creación del presidencialismo mexicano, y no a la inversa. En consecuencia, y es el sustento meridiano de mi hipótesis, el responsable de todo lo bueno y todo lo malo ocurrido en este país desde el día en que tomó posesión el pícaro del general Álvaro Obregón, hasta el día de hoy, es el presidencialismo mexicano.

De tal manera sostuve y sostengo, que para sacar al PRI de Los Pinos fue necesario minar, achicar, destruir el presidencialismo mexicano, y que el error de quienes hoy gobiernan es creer que permanece intacto, que pueden gobernar con una institución disminuida; olvidaron que al cambio del modelo de desarrollo debió corresponder una reforma profunda y sustancial al modelo político. No es uno u otro.

En enero de este año señalé: Claro que hay quienes acarician la restauración del presidencialismo mexicano, de otra manera no se entiende que entre los puntos de la reforma política enviada por Felipe Calderón al Senado, aparezca por allí el derecho de veto, y además estén en análisis las leyes de excepción. Para ellos, una reflexión de Hannah Arendt: “En el reino de la política, la restauración nunca es un sustituto para un nuevo fundamento pero, en el mejor de los casos, será una medida de emergencia que se tornará inevitable cuando el acto del fundamento haya fracasado”.

La transición está en un impasse, y éste se debe al esfuerzo inútil de regresar al presidencialismo mexicano su antiguo brillo, cuando ni siquiera ha podido disponer de la renuncia de la comisionada del Instituto Nacional de Migración, quien en estricto sentido político y administrativo es responsable de lo que hacen y deshacen los tratantes de inmigrantes y de personas, y también responsable última de la masacre de San Fernando, Tamaulipas.

Un presidencialismo que, en palabras del presidente constitucional, Felipe Calderón, ya debiera estar cansado de la cantaleta de la corrupción de los jueces, pues no puede poner en orden al Poder Judicial de la Federación -ahíto como está de su proceder endogámico manifestado en el nepotismo que lo caracteriza- porque no acertó a proponer que en la reforma constitucional penal se incluyera la autonomía de la procuración de justicia y el método de elección para los fiscales federales, pues si el país camina hacia los juicios orales, la reforma del modelo de procuración y administración de justicia debe ser total.

Considero muy difícil que Acción Nacional pierda el poder en 2012; sin embargo, estoy seguro que para permanecer en él procederá exactamente como prometió que no lo haría: como el presidencialismo mexicano en sus peores momentos, de allí que desacreditar al PRI de manera automática y gratuita es facilitar el crecimiento y desarrollo del Golem que prometieron destruir. La alternancia por ella misma no sacará a México de su marasmo institucional y político.

A quienes hoy gobiernan no les interesa reconocerlo; a los intelectuales que procuran diseñar el sustento ideológico de lo que hoy ocurre en esta aterida nación, les da pavor aceptarlo. Recupero parte de mi análisis sobre la decadencia del presidencialismo mexicano, también de enero de este año: El auténtico, el único, el verdadero miedo anida en la verdad. Su descubridor, el que entrega al ser humano la certeza de ese pánico, es Sófocles. El instante es irrepetible. Ningún creador literario podrá superarlo. Esfinge habla con Edipo, es ella la que lo pone al tanto de los acontecimientos: asesinó a su padre, y se acuesta con su madre. El resto, la pérdida de la sandalia, el hacerse con el poder, el transformarse en guerrero y en hombre, todo lo ocurrido desde el nacimiento hasta la muerte es anécdota, porque lo esencial, lo que cuenta en el saldo de su vida son dos hechos: el crimen y el incesto.

Corrupción en Puebla

Al momento de redactar este texto, me informan que Enrique Agüera Ibáñez, rector de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, es un creso, un corrupto, que usa de prestanombres a su señora madre, Elmira Amantina Ibáñez Cabrera.

Entre sus propiedades destacan: Universidad de Oriente Campus Veracruz; Universidad de Oriente Campus en Coatzacoalcos; Universidad de Oriente Campus Poza Rica; Universidad de Oriente Campus Cancún; Casa en Fraccionamiento la Vista Country Club, en la ciudad de Puebla; Rancho en el Oasis s/n de la Presa de Valsequillo perteneciente al distrito judicial de Tecali de Herrera, Puebla.

Claro que tiene derecho a todas sus propiedades, ¿podrá probar su legal y legítima adquisición?

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