martes, agosto 03, 2010

Sergio Valls, ¿a quién sirvió al reducir pensiones?

Gregorio Ortega Molina / La Costumbre Del Poder

Daniel Karam, director general del IMSS, y los ministros que se reúnen en la Segunda Sala de la SCJN piensan o están seguros de que los mexicanos desconocen sus derechos. Los miembros de la sociedad saben o al menos tienen noción de que la aplicación de la ley no es retroactiva, y que una sola y única decisión de los ministros de la Corte no sienta jurisprudencia de manera automática. Si mal no recuerdo, se requieren al menos cinco resoluciones en el mismo sentido.

Karam ya se sustrajo a su corresponsabilidad por lo de la guardería ABC; seguramente ocurrirá lo mismo con el caso de las pensiones, porque como es costumbre cuando la ley ha de aplicarse a los hombres de poder, el hilo siempre se rompe por lo más delgado, y ahora se trata de los jubilados. Naturalmente no me refiero a los empleados y/o ejecutivos con altos salarios que cotizaron al IMSS con la esperanza de recibir una pensión adecuada a sus aspiraciones para la vejez, sino a los trabajadores de a pie, cuyos ensueños de una vejez digna fueron despedazados por una decisión del Poder Judicial de la Federación, sin considerar siquiera sus verdaderas consecuencias en un futuro inmediato.

Ya lo advirtieron algunos líderes de organizaciones empresariales, habrá una desbandada del IMSS en lo referente a los fondos de pensiones, que no será de inmediato, porque quienes tienen la necesidad de disponer de los ahorros de su vida para vivir en la vejez y además tienen posibilidad de opción, con toda seguridad no dejarán sus ahorros en México, pues fondos de pensiones hay en todo el mundo, y en otras naciones sí se respetan y se obliga a respetarlos para conservar el ahorro dentro de su sistema financiero.

Atención, el ahorro de los mexicanos no es lo que se administra en los portafolios de inversión, tampoco con lo que se especula en las bolsas de valores o en las corredurías bursátiles. No, el ahorro de los mexicanos son los fondos de pensiones administrados por el ISSSTE, el IMSS, el SAR y los Afores. La decisión propuesta y cabildeada por Sergio Valls Hernández es un disparo con calibre .22 a ese ahorro.

Quieren, necesitan resolver la “desaparición” de recursos del Seguro Social y la inversión de la pirámide poblacional, pero en lugar de haber encontrado la solución idónea, lo único que harán será profundizar el problema, pues de persistir en esa posición, sin una reacción oportuna del Congreso como del IMSS, los fondos de pensiones buscarán seguridad jurídica en otras naciones, y como el sistema bancario nacional está conformado por bancos que no son mexicanos, la migración de capitales frescos siempre será fácil.

Bien hubieran podido orientar el rescate del IMSS reorganizando a la institución, purgándola, evitando la impunidad y el atraco y saneándola evitando el robo hormiga de medicamentos, regulando las pensiones de los trabajadores del Instituto, y evitando los negocios multimillonarios en la adquisición de medicamentos y material médico y quirúrgico, ya no digamos cuidando el gasto en la subrogación de servicios, como es el de las guarderías.

Me cuentan los enterados que una auditoria a las recetas dadas por los médicos del IMSS, permitiría detectar que medicamentos de alto costo son entregados a pacientes que no padecen cáncer u otras enfermedades que los requieren, pero que estos mismos pacientes los regresan a quienes se los recetaron, porque son esos médicos los que los venden por fuera.

Desconozco si eso es posible, no tengo idea si existen sistemas de control para las recetas y para la entrega de ese tipo de medicinas, o únicamente es el deseo de empañar la honorabilidad de los médicos del IMSS.

Corresponde a Javier Marías en este momento, aportar su pluma y su lenguaje para explicarlo adecuadamente: “Nuestros tiempos se han hecho ñoños, melindrosos, en verdad mojigatos. Nadie quiere ver nada de lo que hay que ver, ni se atreve a mirar, todavía menos a lanzar o arriesgar una apuesta, a precaverse, a prever, a juzgar, no digamos a prejuzgar, que es ofensa capital, oh, es de lesa humanidad, atenta contra la dignidad: del prejuzgado, del prejuzgador, de quién no. Nadie osa ya decirse o reconocerse que ve lo que ve, lo que a menudo está ahí, quizá callado o quizá muy lacónico, pero manifiesto. Nadie quiere saber; y a saber de antemano, bueno, a eso se le tiene horror, horror biográfico y horror moral. Se requieren para todo demostraciones y pruebas; el beneficio de la duda, lo que así se ha llamado, lo ha invadido todo, sin dejarse una sola esfera por colonizar, y ha acabado por paralizarnos, por hacernos formalmente ecuánimes y escrupulosos e ingenuos, y en la práctica idiotas, completos necios”.

Pero el horror biográfico y el horror moral ceden ante la ambición, dejan de sentar precedente cuando se piensa tener cerca el obscuro objeto de los deseos; por ello el ministro Sergio Valls Hernández perdió pudor y certidumbre al hacer nugatorio su mandato constitucional, porque decidió servir al gobierno y no al Estado, en su enfebrecido deseo por suceder a Guillermo I. Ortiz Mayagoitia.

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