jueves, agosto 05, 2010

Rusia y México o mal de muchos

Agenda Ciudadana / Lorenzo Meyer

Terrenos difíciles. Mal de muchos, ganancia del análisis comparativo. Nuestro país y Rusia, tan distintos y distantes, tienen en común varios problemas que son origen y resultado de sus dificultades para poder transitar con éxito de sus antiguos regímenes antidemocráticos –el priista autoritario y el soviético totalitario respectivamente- a uno nuevo, democrático.

El origen de buena parte de los problemas políticos actuales de México y Rusia es su larga experiencia con gobiernos de mano dura y desigualdad social extrema. El testimonio de un policía ruso que desde el año pasado circula por YouTube, muestra hasta qué punto la corrupción de las policías rusa y mexicana se parece entre sí como dos gotas de agua. Esa coincidencia no es casualidad sino resultado de una cadena de similitudes y de ciertas formas de cultura política.

Un vistazo a un mapa muestra que las capitales de México y Rusia casi son antípodas. Sin embargo, hubo un tiempo en que fueron países vecinos, distantes, pero vecinos. Y es que tras su independencia, México estableció en 1823, en Sonoma, Alta California, su guarnición más lejana y, no muy lejos de ahí, Rusia ya había hecho lo mismo en 1812 con Krespost’ Rus o Fort Ross, un pequeño puesto dedicado al comercio de pieles y ligado a Alaska. Ambos eran puntos muy lejanos de sus respectivas capitales y la relación entre sus pobladores fue esporádica pero pacífica. En 1842 los rusos abandonaron el lugar por incosteable y poco después, en 1848, la guerra con Estados Unidos, hizo que Sonoma y el resto de la Alta California dejaran de ser mexicanas para convertirse en norteamericanas. México y Rusia se alejaron aún más cuando Alaska fue vendida por Rusia a Estados Unidos en 1867, justo cuando en México empezó a tomar forma el estado nacional.

REVOLUCIONES

Desde una perspectiva de historia política, Rusia y México se han caracterizado por un pasado autocrático. Al inicio del siglo XX, ambos países, siendo básicamente sociedades agrarias, latifundistas y gobernadas por autócratas, experimentaron sendas revoluciones sociales. Obviamente, la rusa fue la más ambiciosa de las dos, al pretender no solamente rehacer toda la estructura social de ese enorme país sino cambiar al hombre mismo y, para ello, desplegó un proyecto mundial basado en el socialismo como paso previo al comunismo.

La mexicana fue mucho más modesta pero menos, mucho menos, brutal, entre otras razones porque sus aspiraciones fueron básicamente nacionalistas, no internacionalistas y sólo buscó redistribuir parte de la riqueza –la tierra- y disminuir su dependencia externa. Ambas revoluciones experimentaron en sus inicios los efectos de una intervención armada externa pero pudieron seguir adelante hasta crear y consolidar un nuevo régimen fuerte y de un solo partido. Sin embargo, en México el PNR-PRM-PRI careció realmente de ideología y terminó como un sistema básicamente capitalista, dependiente y de pluralismo limitado, en tanto que el Partido Comunista de la Unión Soviética (PCUS) intentó llegar al comunismo por la vía del control totalitario de la sociedad.

MÉXICO COMO MODELO

Durante la Guerra Fría, uno de los politólogos norteamericanos más importantes, Samuel P. Huntington, de Harvard, comparó a los países de la Europa Oriental dominados por los soviéticos con México, un país no democrático que estaba en la zona de influencia norteamericana, y propuso que una manera positiva para la evolución de los satélites soviéticos sería que adoptaran el modelo mexicano de pluralismo político limitado, donde la economía combinaba una primacía del Estado con la existencia de la gran empresa capitalista, de tal manera que, en un futuro aún no previsible, de ahí podría surgir la democracia, (Huntington y Clement H. Moore,[eds.], Authoritarian politics in modern society: the dynamics of established one-party systems, 1970).

Al final, como todos sabemos, el gran y costoso experimento soviético fracasó. Lo mismo ocurrió en México, aunque de manera menos dramática. En URSS, Mijail Gorvachov intentó la renovación del socialismo mediante dos políticas: el glasnost (transparencia) y la perestroika (reestructuración). En México, Carlos Salinas también propuso el cambio desde dentro pero de manera diferente: echó a andar una perestroika neoliberal (privatización y Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos) pero sin glasnost. Al final ambos proyectos de cambio se quedaron cortos y no salvaron al antiguo orden.

El fracaso del PRI en México y del PCUS en Rusia, abrieron la puerta para que pudiera entrar en ambos países la llamada "tercera ola" de la democratización mundial, como ya antes lo había hecho en Portugal, España o Grecia. Sin embargo, el éxito no coronó ese esfuerzo. En Rusia, el poder real ha quedado en manos del primer ministro Vladimir Putin, un hombre duro formado en los cuadros del Comité de Seguridad del Estado (KGB) del antiguo régimen, aunque algo debe compartir con los oligarcas que surgieron tras las privatizaciones que siguieron al fracaso económico del socialismo.

En México la cosa ha sido diferente; aquí el PRI se dice preparado para retornar al poder en el 2012; entre tanto, la oligarquía mexicana (algunos de sus miembros también lo son gracias a las privatizaciones) comparte el poder o lo que queda de él, con un gobierno muy debilitado.

CORRUPCIÓN, CRIMEN ORGANIZADO Y POLICÍA

Edgardo Buscaglia, un experto en crimen organizado, profesor del ITAM y director de un centro que reúne y analiza datos sobre las organizaciones criminales, considera que la mafia más poderosa del mundo es la rusa, pero que después de ella y de la china, están los cárteles mexicanos del narcotráfico que, en su conjunto, conforman ya el tercer grupo de criminales organizados más poderoso a nivel mundial. En este contexto, sólo el cártel de Sinaloa mantiene operaciones en 40 países de varios continentes. Obviamente, un poder así no se logra sin la ayuda y el uso de porciones del Estado, (El Universal, 28 de julio). Exactamente lo mismo se puede decir de la mafia que opera en y desde Rusia.

Pasemos ahora a lo anunciado al inicio: la situación de la Policía como otro indicador de la semejanza de males que comparten México y Rusia. La denuncia por la corrupción institucional hecha en video en noviembre pasado por el ex oficial de policía ruso Aleksei Aleksandrovicv Dymovsky, se encuentra en "The New York Times", (27 de julio) y muestra lo siguiente. Para empezar, lo bajo de los salarios en ese cuerpo; como mayor, Dymovsky ganaba el equivalente de 450 dólares mensuales; para poder completar tan pobres ingresos, buscó y aceptó "mordidas", aunque, dice, no mayores de 20 dólares. Se trata de una "mordida" institucionalizada, pues al final del día cada policía debe dar a sus superiores entre 25 y 100 dólares o recibirá un castigo. Es ese sistema el que permite que el jefe de Policía de Novorossiyk, ciudad de 250 mil habitantes y donde estaba asignado Dymovsky, tenga, a la vez, un salario formal de 25 mil dólares al año pero coches de lujo y una gran casa frente a la playa en un sitio donde el m2 de terreno vale 187 dólares.

Cansado de vivir en y de la corrupción, Dymovsky hizo una denuncia a la oficina del propio Vladimir Putin en el Kremlin, pero lo que consiguió no fue que se iniciara una investigación sobre su denuncia sino que el Departamento del Interior reportara a sus jefes inmediatos para que lo disciplinaran, negaran todas las acusaciones y al final el acusador pasaría un tiempo en la cárcel ¡ imputado de robar a la Policía!

YOUTUBE

En noviembre de 2009 Dymovsky decidió grabar su testimonio y subirlo a YouTube. Según "The New York Times", el impacto público del video ha sido fuerte -2 millones de visitantes-, pero la reforma a un cuerpo de un millón 200 mil policías es, en el mejor de los casos, algo para el futuro. En la Rusia de hoy, lo que hace o deshace carreras en la Policía, dice el diario neoyorquino, no es la capacidad de sus miembros de impedir o resolver crímenes, sino el evitar que se lleven a cabo acciones de protesta contra las autoridades. Así era también en el México del PRI, aunque hoy quién sabe qué determina que un policía ascienda o fracase.

CONCLUSIÓN

Algunos países como España, la República Checa o Chile, han logrado transitar bien del autoritarismo a la democracia. Otros siguen funcionando como autoritarios; algunos relativamente bien, como China y otros menos bien, como Cuba. Finalmente, otros se pasmaron en el trayecto del cambio, como es ahora el caso de Rusia o México, pero en este proceso quien no avanza finalmente retrocede. Ojalá nosotros, ambos, podamos volver a avanzar.

RESUMEN

"Méximo y Rusia son diferentes en multitud de aspectos, pero tienen varias similitudes políticas. Desafortunadamente no son de las más deseables".

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