jueves, agosto 19, 2010

Callar a Manuel Espino

Martha Anaya

El 4 de julio pasado, a media mañana, el secretario de Trabajo, Javier Lozano, le envió a Manuel Espino un mensaje por twitter que, palabras más, palabras menos, advertía: En cuanto pase la elección comenzará tu derrumbe.

Más que una profecía, Lozano adelantaba al ex dirigente del Partido Acción Nacional que su suerte estaba echada. De hecho, sólo esperaban los resultados electorales y ver si habían funcionado o no las coaliciones de su partido con el PRD.

El martes pasado, efectivamente, inició el proceso para expulsar del PAN a Manuel Espino.

Aparentemente, la razón de esta expulsión serían las críticas y denuncias vertidas por el duranguense –con Sonora como estado adoptivo—en contra de militantes panistas del Estado de México. Pero no es así, no del todo.

La verdadera razón está en la inquina que surgió entre Espino y Felipe Calderón mucho antes de que “haiga sido como haiga sido” llegase a la presidencia de la República el de Michoacán. Es decir, desde los tiempos de Fox.

Calderón y su equipo consideraban que Espino –presidente del PAN en ese entonces– apoyaba a Santiago Creel para la sucesión. Les jugaba las contras.

Convertido ya en candidato del PAN, Calderón y los suyos se decían boicoteados por el dirigente de su partido durante la campaña. Espino lo negaba. Y tan rechazaba tal versión que, tiempo después, exhibiría al propio Calderón dando cuenta de algunas de alianzas que hizo con gobernadores priistas para derrotar a Andrés Manuel López Obrador y ayudar a Calderón.

Los enfrentamientos entre uno y otro fueron aumentando día con día, al grado que Germán Martínez, antecesor de César en la dirigencia del PAN, ni siquiera recibió a Espino por más que éste intentó hablar con él a lo largo de dos años. ¡Cómo olvidar aquella escena en que Espino aguarda sentado en el vestíbulo del partido sin ser recibido!

Entre tanto Espino seguía escribiendo y amenazando con revelar enjuagues partidarios y, por supuesto, criticando las formas de hacer política al interior del PAN, donde veía cómo iban siendo desplazados sus amigos y la manera como se hacían del Consejo Ejecutivo Nacional los calderonistas.

La llegada de César Nava a la dirigencia de AN pareció prometer nuevos tiempos para Espino. Atestiguó incluso la presentación de uno de los libros de Espino. Pero fue sólo una llamarada de petate. El tema de las alianzas se cruzó en el camino y volvió a enconarse el ambiente entre unos y otros.

Ahora Espino reclama que quieran despojarlo de 33 años de militancia “por expresar opiniones, llamar al debate y hacer críticas”. Sin embargo él sabe bien que eso es sólo la espuma de lo que, en el fondo, los calderonistas consideran “traiciones”. Traiciones que no se quedan tan sólo en la diversidad de opiniones sino en develaciones de hechos que los dejan muy mal parados ante la historia.

La inquina de Calderón y los suyos ante Espino es tal que parecen no medir las consecuencias de lo que podría traerles la expulsión de su ex dirigente de las filas panistas, La consigna es: ¡acaben con él!

Tal vez lograrán expulsar a Espino del PAN, pero el verdadero problema para calderón y los suyos está en cómo callarlo.

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