lunes, julio 05, 2010

Una apuesta acertada

Raymundo Riva Palacio / Estrictamente Personal

La decisión del presidente Felipe Calderón de aceptar que el PAN jugara en estas elecciones con su enemigo ideológico el PRD en seis de las 12 elecciones para gobernador en alianza táctica, demostró que más allá de los resultados finales, fue un éxito: evitó que la maquinaria priista arrollara vergonzosamente al PAN y desapareciera del mapa político electoral al PRD. La costosa apuesta del líder nacional del PRD, Jesús Ortega, le dio viabilidad al partido durante el primer semestre y le ayudó, pese a las derrotas en lo general, a ganar posiciones territoriales. La del dirigente del PAN, César Nava, impidió que se repitiera la paliza electoral de 2009 y mostró que sí pueden ir quitando hegemonía política al PRI en enclaves históricos de ese partido.

Cuando la dirigente nacional del PRI, Beatriz Paredes, aseguró a principio de año que el partido ganaría 12 de las 12 gubernaturas que se pusieron en juego este Superdomingo electoral, parecía una declaración muy optimista pero, en función de los números de preferencia de voto que tenían en ese momento, se apegaban a la fotografía del instante. La construcción de las alianzas, que provocó una ruptura dentro del equipo presidencial y la discrepancia pública entre Nava y el secretario de Gobernación, Fernando Gómez Mont, soportó las pruebas de fuego y las críticas generalizadas por lo que se consideraba una “alianza contra natura”.

A las luz del comportamiento en esta jornada electoral, el duro enclave priista en Puebla se quebró, y las maquinarias del partido en Oaxaca y Puebla, también enfrentaron problemas severos de competencia en todo el territorio. Habrá que esperar el recuento de votos para saber si una de ellas pasa definitivamente a poder del candidato que presentó la alianza opositora, encabezada por el PAN y el PRD, pues en los tres estados se dieron movilizaciones vespertinas importantes para modificar la tendencia de voto como sucedió en Puebla, romper el empate técnico como pasó en Oaxaca, o evitar que el cierre ciclónico de la alianza modificara el resultado previsto en Sinaloa.

En cualquier caso, el resultado final puede ser engañoso sobre lo que lograron los partidos antipriistas con las alianzas. El caso del PRD es quizás el más significativo. A principio de año el panorama electoral para ese partido era que desapareciera por completo de representación en cuando menos una tercera parte del país, pues inclusive en su bastión Zacatecas, los problemas de gobierno de Amalia García y el poco cuidado en el manejo de la selección de candidato, le abrió una herida que nunca iba a poder sanar. La decisión de Ortega de aceptar las alianzas le permitió negociar por ejemplo, en estados donde no representaba más del 3% del voto, hasta el 30% de las posiciones a niveles municipales. De ir a un proceso donde su derrota parecía inminente y su remoción como dirigente inevitable, se inyectó oxígeno, le dio posiciones al PRD, e hizo más difícil que una rebelión interna lo descabece.

Es cierto que a cambio de ello, Ortega y los líderes de su corriente dentro del PRD, el presidente del Senado Carlos Navarrete, y el diputado Guadalupe Acosta Naranjo, tuvieron que asumir el papel de voceros oficiosos del gobierno de Calderón, y defender decisiones presidenciales. Esa corriente llamada de Los Chuchos exhibió con claridad la evolución que han tenido, girando de viejas posiciones ideológicas a un pragmatismo político y sobrevivencia.

En este sentido, el comportamiento de los candidatos en alianza a la cual se opuso tajantemente el líder social de la izquierda y aspirante a la candidatura presidencial en 2012, Andrés Manuel López Obrador, le va a impedir que realice la revancha contundente que esperaba contra Ortega, y comenzar a partir del 5 de julio lo que se esperaba una campaña por la candidatura de la izquierda sin contendiente enfrente. El revés de López Obrador ayuda directamente al jefe de Gobierno del Distrito Federal, Marcelo Ebrard, y revigoriza sus posibilidades de lanzar su candidatura presidencial a partir de una eventual alianza táctica en el Distrito Federal con Ortega y Los Chuchos. La derrota táctica de López Obrador en el tema de las alianzas fortalece estratégicamente a Ebrard.

Pero si Ortega salvó su presidencia de un cese fulminante, el dirigente panista César Nava también puede empezar a soltar el cuerpo. Mantuvo la misma actitud de golpeteo contra el PRI que en la elección federal del año pasado desarrolló el ex líder nacional Germán Martínez, pero su futuro será distinto. Martínez tuvo que renunciar por los magros resultados electorales, pero Nava entrega al Presidente Calderón un PAN con un horizonte en el mediano plazo muy diferente al que tenían cuando comenzó el año. Sobretodo, porque al probar la utilidad de las alianzas, ayuda a construir un ruta con posibilidades de éxito para 2012.

La jornada de este Superdomingo era una laboratorio electoral que tiene su estación final en la elección presidencial. Calderón y el PAN salieron derrotados en 2009 y apostaron por una fuga hacia delante. La perspectiva en enero era un nuevo revés este 4 de julio, con lo cual sería muy difícil meter el pie al gobernador Enrique Peña Nieto durante las elecciones para gobernador en el estado de México el próximo año, que podrán ser el último trampolín para su candidatura presidencial. La viabilidad de las alianzas abre la posibilidad de repetir el medicamento en el estado de México, y tratar de arrancarle el poder al grupo político más sofisticado y poderoso de los últimos 50 años.

Sin embargo, aunque los resultados de esta jornada electoral, aún los parciales, no son una buena noticia para el PRI pese a que obtuvo la mayoría de los puestos en disputa, tampoco son un desastre para ese partido. De hecho, a reserva que se confirmen los resultados de encuestas de salida, le arrebatarán a la oposición las tres gubernaturas que se abrieron a cambio en el rejuego de esta jornada. Hay que tener cuidado con las lecturas de la elección y no sobredimensionar lo que pasó este Superdomingo. La oposición al PRI avanzó con las alianzas, lo que le abre nuevas posibilidades de lucha política para ir arrebatando a ese partido poder territorial. Pero aún no es suficiente. Su reto es cómo procesa los avances y mantiene la agenda nacional separada de la local, sobretodo después de una campaña tan accidentada y polarizada, que terminó contaminando el debate y la política total.

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