martes, julio 20, 2010

Terrorismo y Unidad de mando

Jorge Alejandro Medellín / De orden superior

1.- La guerra entre cárteles de la droga y entre éstos y algunas de las instituciones del Estado Mexicano, lejos de estabilizarse o de ir por cauces más identificados y precisos, se abre y alcanza a la sociedad civil, además de tocar a sus objetivos fundamentales, que son las fuerzas federales anticrimen.

2.- La detonación del coche-bomba en Ciudad Juárez tiene múltiples repercusiones y alcanzó no solo a los policías y civiles que finalmente fallecieron. Alcanzó también a una sociedad, la juarense, de por sí fracturada por la violencia, reforzando el mensaje sobre quiénes tiene el control de la seguridad, quiénes detentan el uso final y máximo de la violencia en las calles, en las casas, en las escuelas, en los hospitales, en los centros de asistencia, en las clínicas de rehabilitación, en donde sea.

3.- Cimbró también, con distintos niveles de intensidad, al resto del país y sobre todo dio nuevos y contundentes argumentos de inestabilidad, descoordinación, ineficacia, ineptitud y debilidad a los congresistas norteamericanos y a los antimexicanos que se oponen a una reforma migratoria y una serie de medidas y políticas de cooperación y confianza mutua para el logro de metas comunes.

¿Con que cara exigirla o cómo defender su pertinencia si el vecino es un salvaje, corrupto, violento y desesperado rehén del narcotráfico detonando coche-bomba a las puertas del imperio americano?

El caso del agente de la DEA Enrique Camarena Salazar, asesinado por la gente de Rafael Caro Quintero en la década de los ochentas y que significó el punto más bajo y tenso de la relaciones entre México y los Estados Unidos, palidece ante la brutalidad de una confrontación que se libra en las narices del gobierno norteamericano.

Esta parte de la guerra antidrogas se da ante la complacencia o al menos la compartida ineficacia de los 16 órganos de inteligencia estadunidenses que operan aquí para enfrentar al fenómeno del narcotráfico.

4.- Si bien es cierto que los atentados terroristas son impredecibles y se basan en el ataque artero y cruento contra objetivos civiles, militares y del aparato de Estado, también es una realidad que el estallido exhibe la falta de profundidad del trabajo fronterizo de inteligencia norteamericana, reflejado en los últimos meses en hechos como la fallida incursión de la Marina en un cateo (sin orden de cateo) a una casa en la colonia Roma el 9 de junio, para asegurar no solo un cargamento de “alto explosivo” (sic), sino sobre todo para detener al responsable de armar el artefacto que hubiera contenido nitroglicerina.

La operación se hizo con inteligencia generada por la DEA y por la Armada de México a partir de datos surgidos en Colombia, rastreados en Honduras y en Guatemala. La operación fracasó y los armadores de la bomba huyeron hacia el estado de México y luego al norte del país.

5.- Con el estallido, del coche en Ciudad Juárez, los ejecutores también le hicieron llegar al Ejército, a la Marina, a la Policía Federal, a la PGR y las demás instancias de seguridad e inteligencia del país, el mensaje más claro que hasta el momento se ha recibido en el actual sexenio: tenemos el poder de llevar las cosas al extremo, sabemos cómo hacerlo y somos impredecibles.

El mensaje también va dirigido a la DEA y al FBI, aunque con matices que pretenden atenuarlo y hacerlo pasar más como un llamado a la equidad punitiva que a no meterse donde no les incumbe.

6.- Quienes pretenden hacer pasar a los medios de comunicación como escandalosos e irresponsables ante este giro e incremento de la violencia terrorista, se equivocan. El estallido del coche-bomba fue en sí y por sí mismo -con o sin víctimas- un acto de poder, no de provocación, haya sido o no difundido por la televisión, la radio o la prensa escrita y digital.

7.- Los cárteles de la droga cuentan con estrategas que entienden y manejan el lenguaje de los medios de comunicación, las formas de alcanzarlos, los tiempos y contextos para actuar y sobre todo el impacto que determinadas acciones van a causar en tal región o zona, en un estado y poblado, pero sobre todo en la percepción colectiva sobre la inseguridad y la incapacidad del Estado para responder a ella, para aminorarla y para ir detrás de los responsables.

A final de cuentas el esquema de aplicación de la justicia, de la vigencia y existencia del Estado de Derecho, y de la certidumbre sobre lo que está haciendo el gobierno de Felipe Calderón y los gobiernos estatales y municipales, gira en torno a una constante insalvable y contundente: la impunidad del crimen organizado para actuar contra lo que se les antoje y venga en gana.

8.- Los cárteles de la droga son capaces de dichas acciones y de otras como las ejecuciones sumarias en fiestas, tardeadas, palenques, ferias y conciertos porque su estructura les permite contar con unidad de mando al momento de analizar, pensar, decidir, planear y actuar contra tal o cual objetivo, por lejano o inmune que parezca.

La unidad de mando y la unificación de criterios de los cárteles, aún enfrentados entre sí, les ha permitido atacar con éxito operacional y mediático a las fuerzas federales; les ha permitido controlar a placer a amplios sectores de la prensa en entidades como Tamaulipas, Coahuila, Durango, Tabasco, Veracruz, Sinaloa, Guerrero, Sonora, Chihuahua, Zacateas, Oaxaca, Baja California, Nayarit y por supuesto Michoacán.

9.- Los cárteles son capaces de sostener enfrentamientos, frentes de batalla, contra otros grupos de la delincuencia organizada y también contra el Ejército, la Fuerza Aérea, la Marina, la PGR, la Policía Federal y el CISEN, a quienes no necesitan combatir en choques directos, sino mediante la estrategia del golpeo y el retiro, la emboscada, el secuestro, la contrainteligencia rigurosamente aplicada.

10.- El gobierno federal carece de dicha capacidad. La descoordinación, la falta de voluntad y confianza para compartir datos de inteligencia operativa relevantes, el celo profesional mal entendido, el afán por salir bien librado del pantano de una guerra que en la percepción está siendo ganada o al menos contenida por los narcotraficantes y la constante de una política de combate centrada en la persecución y en la reacción ante las embestidas selectivas de los cárteles, son la moneda de cambio que ha obligado a Felipe Calderón a cambiar en cuatro ocasiones la forma de enfrentar el fenómeno.

Cada cambio, cada giro en la estrategia ha derivado en un escalamiento de la violencia, en la reducción de espacios para el combate el crimen, en un fuerte desgaste del Ejército, de la Marina y de la Policía Federal ante la sociedad como consecuencia de escenarios paralelos en los que el abuso (Fuero de Guerra) y la prepotencia (intimidación, abusos, violencia, amenazas de los policías federales) precisamente en la frontera norte, no han hecho sino abonar más desesperanza entre la gente.

11.- Lo que ha hecho contundentes y temibles a los cárteles es el mando unificado para actuar violentamente contra el sistema. Lo que ha hecho vulnerables y predecibles a las fuerzas federales en esta guerra, es la falta de mando unificado para combatir al narco.

Cuando en Colombia Pablo Escobar ideó el asalto al Palacio de Justicia que se adjudicó el M-19, y dispuso segar vidas de políticos, de policías, de periodistas y de candidatos a puestos de elección popular, detonó el final de su carrera delictiva.

Se creó el Bloque de Búsqueda para cazarlo, con financiamiento, entrenamiento, sofisticado equipo técnico de escucha, seguimiento y localización, traído desde el Pentágono.

Hubo coordinación de la DEA y del Departamento de Estado Norteamericano y se contó con la participación activísima de escuadrones de Rangers, y de instructores de la Fuerza Delta, entre otros grupos.

12.- En México no existe un mando unificado para combatir a los cárteles de la droga. La política para hacerle frente a este fenómeno es, por tanto, dispersa, miope, distante, penetrable.

No se trata de abrir las puertas a la presencia norteamericana para resolver o contener el problema mientras se encuentran soluciones de fondo.

Se trata de dar un golpe de timón y reorganizar al aparato de seguridad, distribuyendo en un mando central la misión del combate a los cárteles de la droga, creando quizá mandos únicos para enfrentar a cada una de las organizaciones criminales y evitar la dispersión de esfuerzos y las políticas reactivas, dominadas por el ritmo y las circunstancias que dicten los estrategas y ejecutores de los cárteles.

¿Cuál es el límite?, ¿Qué o quiénes siguen en la escalada?, ¿Hay regreso en la violencia de los narcos o una vez probada la táctica del terror irán por más?, ¿Quién está detrás de ellos adiestrándolos en técnicas avanzadas de demolición y en estrategias de golpeo tipo guerrilla o tipo extremista?

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