jueves, julio 22, 2010

Sucesión en Guerrero

El gobernador Zeferino Torreblanca quiere un sucesor que trabajó en la Hacienda priista, en la Reforma Agraria panista y ahora es diputado federal (tenuemente) perredista

Miguel Ángel Granados Chapa


El martes se reunieron con la presidenta y el secretario general del PRI los aspirantes de ese partido a gobernar Guerrero. Los acompañaron tres ex gobernadores. Sin mordacidad puede decirse que en el retrato de familia que se ordenó publicar en alguna prensa había una ausencia notable, la del gobernador Zeferino Torreblanca, a quien cuadra el título de priista por su desempeño, sus modos y su decisión de transmitir la gubernatura a un diputado que con credencial de perredista tiene aun menos reparos que Torreblanca para manifestar su pensamiento contrario al PRD.

De manera significativa el alcalde de Acapulco, Manuel Añorve, figura en el centro de esa fotografía, entre Beatriz Paredes y Jesús Murillo Karam. Quizá es un modo de anticipar el resultado de la contienda interna priista, que se abrirá el 1o. de agosto con la convocatoria respectiva. Añorve tiene el mérito de haber rescatado para el PRI la presidencia municipal de aquel puerto, después de nueve años en que lo gobernó el PRD. Su ostensible padrino es, además, el senador Manlio Fabio Beltrones, que algo cuenta en las decisiones de su partido. Y, por si fuera poco, parecería ser el candidato de Torreblanca, que lo vitorea cada vez que lo menciona en reuniones públicas. Si se recuerda al panista Marcelo de los Santos apoyando al priista Fernando Toranzo para hacerlo gobernador de San Luis Potosí, o al también panista Luis Armando Reynoso haciendo lo mismo a favor de Carlos Lozano, con igual resultado en Aguascalientes, podemos imaginarnos bien a un gobernador que llegó a su cargo postulado por el PRD ofreciendo su apoyo a un priista.

Pero ésa sería una alternativa para Torreblanca. Su plan principal apunta a ungir al diputado federal Armando Ríos Piter como su sucesor, al que impulsará como precandidato del PRD en la contienda interna de la coalición de izquierda que ha comenzado a configurarse. El jueves pasado, los partidos que integran el Diálogo para la reconstrucción de México, DIA (PRD, Convergencia y PT), anunciaron que en Guerrero -así como en Baja California Sur y Michoacán- formarán una alianza, para conservar el gobierno e impedir que el PRI lo recupere. En 2008, Añorve fue elegido en Acapulco entre otros factores porque contendieron cada uno por su lado Gloria Sierra, lanzada por el gobernador como abanderada del PRD, y Luis Walton, presidente nacional de Convergencia.

Ríos Piter tiene una personalidad política digamos que peculiar. Abogado por la UNAM, economista por el ITAM, estudió maestrías en administración y seguridad nacional en las universidades de Harvard y Georgetown en Washington. A su regreso, con ese perfil, halló acomodo en la Secretaría de Hacienda como asesor del titular. Su currículum oficial indica que sirvió allí de 1996 a 1999, de donde se infiere que trabajó al lado de Guillermo Ortiz Martínez. Ése fue su debut, en un gobierno priista. Siguió después un tramo de panismo. Su paisano Florencio Salazar Adame, ahora embajador en Colombia, se había adherido al foxismo, entre otras cosas desalentado por el crimen de su amigo José Francisco Ruiz Massieu. A media administración de Fox, en 2003, ocupó la Secretaría de la Reforma Agraria y convocó a su paisano, a quien confió la subsecretaría de Política Sectorial. Dos años después, Ríos Piter vistió una nueva camiseta. El gobernador Torreblanca lo nombró secretario de Desarrollo Rural, una posición adecuada para un militante perredista que pusiera en práctica los programas de su partido, y no para un recién llegado, ejemplar de una nueva especie, la del tecnócrata priista-panista.

Torreblanca tenía planes para él. Al constituir su propia tribu en el PRD guerrerense, el gobernador inscribió en ella a sus colaboradores, Ríos Piter entre ellos. Y buscó darle proyección estatal, haciéndolo candidato a diputado federal. En el adverso panorama de la elección federal del año pasado, en que el PRI ganó todas las diputaciones federales, sólo un perredista quedó a salvo de la derrota: Ríos Piter en el tercer distrito, con cabecera en Zihuatanejo. No fueron su carisma ni su activismo los que lo colocaron en esa ubicación singular. Fue el resultado de un pacto entre Torreblanca y el ex gobernador Rubén Figueroa, que traicionó al candidato priista y con los votos que le sustrajo inclinó la balanza a favor de Ríos Piter. Pormenores de ese arreglo pueden conocerse en el libro de Tomás Tenorio Galindo Un asesinato político. El homicidio del diputado Armando Chavarría y la nueva guerra sucia en Guerrero.

Se cumplieron ya 11 meses de ese crimen, que no ha sido resuelto, salvo en un aspecto: privar de la vida a Chavarría eliminó de la escena a quien, con militancia perredista probada se proyectaba ya como el candidato de la mayoría de ese partido. Por lo menos la impunidad de ese asesinato ha sido expresión del voto de Torreblanca en su propia sucesión. Para impedir que la sangre derramada sea un método de exclusión, la izquierda haría bien en atender el llamado hecho por el ex alcalde de Acapulco y ex diputado federal Alberto López Rosas a favor de la señora Marta Obeso viuda de Chavarría: sus partidos "debieran ponderar una opción que el destino otorga, admitiendo la propuesta de que ella abandere la opción electoral de 2011".

La señora ha mantenido, por lo pronto, y ante el encono del gobernador, su exigencia de justicia, valor social que al gobernador importa poco. Dejó al estado sin procurador 10 meses y no impidió que en la tortuosa averiguación se enlodara a la propia viuda.

Cajón de Sastre

En el colmo de la desfachatez, el Partido Revolucionario Institucional de Hidalgo (o sea el comité estatal del PRI en esa entidad) publicó ayer un mal escrito alegato en que asegura sin el mínimo rubor que el proceso electoral todavía en curso estuvo "apegado a la legalidad y la transparencia". Su pésima retórica produce párrafos enredados como éste: "Rechazamos aquellos argumentos de nuestros adversarios que sólo reconocen los resultados cuando los favorecen". ¿Los resultados favorecen a los argumentos? ¿O lo que los priistas quieren llanamente decir es que rechazan a los adversarios, no a sus argumentos? Tan diestros que parecieron cazando un gazapo irrelevante en uno de los escritos de impugnación al resultado y pronto muestran que no lo son pues se tropiezan con sus propias mentiras. Será mejor que esperen a que concluya la fase judicial del proceso.

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