sábado, julio 24, 2010

Narcoterrorismo

Fernando Belaunzarán

El problema del tobogán de la violencia en el que estamos instalados es que no se le ve el fondo. Los costos son muchos, los logros magros y se impone la certeza de que viene lo peor. Parece que nos dirigimos hacia ninguna parte en esta “guerra” y que los niveles de salvajismo y barbarie que ya hemos visto no son el último nivel. Algunos métodos propios del terrorismo se vienen usando desde hace años y el coche bomba en Ciudad Juárez y otra matanza indiscriminada de asistentes a una fiesta en Torreón han llevado la discusión sobre si lo que estamos padeciendo ya es un fenómeno al que, para diferenciarlo del que tiene claros y notorios objetivos políticos o religiosos, podemos denominar como “narcoterrorismo”.

Si el principal objetivo del terrorismo es generar terror en la población, e incluso en las fuerzas del orden que tienen la obligación de combatir al crimen, pocos podrían dudar de que eso es lo que han logrado las bandas de narcotraficantes con las emboscadas, los levantones, las irrupciones armadas en locales públicos y, por supuesto, con la utilización de métodos tradicionales del terrorismo como el asesinato indiscriminado con granadas, como en Morelia, o coches bomba, como en Ciudad Juárez, o las masacres de jóvenes en Torreón o en centros de rehabilitación, por decir sólo los hechos más emblemáticos. De hecho, las decapitaciones fueron imitadas de los grupos fundamentalistas de Oriente Medio que incluso subieron a la red sus terribles prácticas.

Resulta un poco bizantina la discusión sobre si el coche bomba en Ciudad Juárez fue o no un acto terrorista, pues a pesar de ser un atentado en vía pública se dirigió claramente a la policía, es decir, tuvo un objetivo militar. Pero así han sido la inmensa mayoría de los atentados de ETA y es evidente el enorme consenso que hay en España de caracterizar dichos ataques como terrorismo. Es verdad que ETA tiene un claro objetivo político al demandar la independencia de la región vasca, pero, por eso mismo, vale la pena distinguir la presentada en México con la de aquella con un nombre singular: narcoterrorismo.

Lo que no se puede negar es que en todo el país están cambiando los hábitos y las costumbres de los habitantes por temor a la inseguridad y la violencia, sobre todo en las zonas de mayor agresividad del narco. Ahora se habla de “toques de queda de facto” en ciudades fronterizas. El terror es una estrategia política aunque los objetivos sean económicos. Es más, se vuelve difícil encontrar la frontera entre estos dos ámbitos, pues es tal la cantidad de dinero que se mueve que, además de permearlo todo, es evidente e inocultable que diversifica sus intereses y tentáculos. El narco ya está en la política y hace política.

Es verdad que no hay ideología o convicción religiosa llevada al fanatismo, pero hay combate, deseo de prevalecer y múltiples recursos para retar a un Estado al que ven confrontado consigo mismo, con muchas contradicciones e instituciones debilitadas, y el narco se aprovecha de todo ello, desde dentro infiltrando, y desde fuera golpeando donde duele e incentivando la notoria división.

Frente a esa grave amenaza que carcome y golpea al Estado, resulta incomprensible –si no se conociera el autismo y mediocridad de la clase política mexicana, así como la mezquindad de grupos y personajes influyentes- que no se imponga, aunque sea por sobrevivencia, el sentimiento de unidad. Por mucho menos que lo que estamos padeciendo, otras sociedades ya hubieran salido a la calle a expresar su repudio y mostrar que a pesar de las diferencias todos nos juntamos para enfrentar al enemigo común y pernicioso. Al igual que en España salen todos, políticos y sociedad, a manifestarse contra cada atentado de ETA, en México debiéramos hacer lo mismo ante cada acto de barbarie del narco. Pero pueden más las divisiones, el cálculo faccioso y el ánimo de vendetta.

La unidad en torno a la violencia no puede construirse a partir de la absurda pretensión de compartir el fracaso e ir todos tomados de la mano a la caída libre en un abismo sin fin. Felipe Calderón hace bien en convocar a cerrar filas, pero eso será posible en la medida en que esté dispuesto a revisar su estrategia que lejos de funcionar se ha convertido en parte del problema. Mantener la lógica punitiva como primordial en el combate a las drogas es ya anacrónico, anticlimático e incluso irresponsable. Hay que virar, como lo hizo Obama, y priorizar la lucha contra el consumo, la prevención, la educación, la información y el tratamiento de adicciones. Aunado a ellos debemos tener un servicio de inteligencia digno de ese nombre, contar con las herramientas para detectar e intervenir los flujos financieros y las propiedades del narco. Y en ese sentido de atacar al negocio, el golpe maestro es legalizar las drogas, empezando por las blandas y en primerísimo lugar la marihuana que es la que mayores ganancias genera.

Es increíble que mientras en Estados Unidos, país que inventó la “guerra contra las drogas”, se flexibilizan y empiezan a modificar lo que no ha funcionado, aquí que tenemos el problema desbordado con 25 mil muertos en 3 años y medio se aplica una política punitiva extrema. Calderón se muestra más papista que el Papa a pesar de los desastrosos resultados. Espero que muestre, junto con el resto de la clase política, estatura de miras para construir un amplio consenso entorno a una nueva estrategia, más inteligente y eficaz. De lo contrario, temo pensar cómo llegará el país al crítico 2012.

De paso…

Petate del muerto. De manera poco sutil, han llovido las quejas por la victoria del aliancismo el pasado 4 de julio. Andrés Manuel López Obrador y Vicente Fox juegan a los espejos. El primero dice que ganó el PAN y el otro que ganó el PRD. Ambos tienen razón, aunque también y principalmente ganó la gente. Pero lo que llama más la atención no son los pataleos de los que apostaban al carro completo del PRI para presentarse como salvadores de sus partidos y saltar al abordaje de los mismos para hacerse del control de la selección del candidato presidencial sino de los que ya estaban subidos al carro de Peña Nieto y ven, con justa razón, los pasados resultados como una amenaza a lo que ya sentían como un trámite: la llegada del gobernador del Estado de México a Los Pinos. Y lo que ahora dicen, basándose en datos del encuestador de Salinas, es que AMLO podría ser el próximo presidente si el PAN insiste en querer obstaculizar la llegada del PRI con acuerdos con la izquierda. ¿Cómo explican tan súbita y sorpresiva subida? No lo hacen y ni falta hace. Desde que el político tabasqueño se opuso a las alianzas, y más ahora que viene la del Estado de México, éste se convirtió en el aliado de “la mafia que le robó la presidencia”. Por una parte quieren asustar a los poderes fácticos que titubean ante la falta de certeza de la victoria de Peña Nieto y por la otra quieren fortalecer al que quiere dinamitar la alianza en el estado con el mayor padrón electoral del país. ¡Cómo da giros la vida… y la política!… Es impresionante ver cómo crece en la sociedad la idea de Juan Ramón de la Fuente como posible candidato ciudadano a la presidencia, apoyado por la izquierda. Y eso que el ex rector, todavía no se decide… Gran ejemplo las chicas de la selección sub 20 femenil que pasaron a la siguiente ronda en primer lugar de grupo. Da gusto verlas jugar tan bien y con tantas ganas. Son mis heroínas…

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