miércoles, julio 14, 2010

Elecciones sin consenso

José Antonio Crespo / Horizonte Político

Uno de los propósitos básicos de las elecciones democráticas es producir autoridades con plena legitimidad, para lo cual se requiere consenso electoral, es decir, que todos reconozcan que quien ganó, lo hizo en buena lid y, por tanto, es el gobernante legítimo, se haya votado por él o no. Sin plena legitimidad se reduce el margen de maniobra y capacidad de buen gobierno, como hemos visto con Felipe Calderón. De las elecciones del "super-domingo" algunas tampoco lograron ese consenso.

VERACRUZ

De alguna manera, con algunas de sus quejas los panistas implícitamente reconocen que la elección de 2006 no gozó de certidumbre. ¿Por qué? Porque señalan que con un margen estrecho se requiere el recuento voto por voto, pues de otra manera no se logrará certeza sobre cuál fue la voluntad del electorado. El margen en 2006 fue seis veces menor que el de Veracruz, y sólo se abrió el 18 % de las 84 mil casillas que legalmente (según el TEPJF) tenían que recontarse para dar certeza a la elección. Por oto lado, el PAN acusa al Instituto Electoral veracruzano de anticiparse a dar ganador (debe ser el Tribunal estatal quien lo haga), lo que consideran un sesgo a favor del PRI. Pero fue lo mismo que hizo Luis Carlos Ugalde en 2006.
Miguel Ángel Yunes, por su parte, solicitó un recuento voto por voto a partir de lo estrecho del resultado. Pero la ley de hoy resulta más restrictiva que la de 2006. El recuento exige un margen entre los punteros de 1 % o menos y la solicitud de quien quede en segundo sitio; en Veracruz, la diferencia fue de 3 %. Pero aun suponiendo que ese margen hubiera sido igual o menor al 1 % como especifica la ley, el recuento es permitido sólo en los distritos donde prevalezca ese margen (cuando de lo que se trata es de transparentar la elección de gobernador y no la de los diputados). Con tal norma, en 2006 sólo se habrían recontado 3 de los 300 distritos en la elección presidencial. Eso y nada es lo mismo. En Veracruz, sólo 5 de los 30 distritos tienen un margen menor al 1 % entre primero y segundo lugar, pero de ellos, en cuatro Yunes es el puntero, por lo cual, sólo es susceptible de recuento total… un solo distrito. Es una burla. Es el mismo principio que vale para los comicios presidenciales. Es necesario modificar la ley electoral antes de 2012, si queremos tener certeza en caso de un nuevo empate técnico.

DURANGO:

Ahí el margen de triunfo fue más estrecho aún que en Veracruz. La petición del PAN en este caso era recontar los votos nulos, pues superaron la distancia entre primero y segundo lugar, y prevalecía la duda de si algunos de esos votos no habrían sido emitidos por el candidato panista, José Rosas Aispuro, y anulados artificialmente. De no hacerse, decía con razón el PAN, tampoco habría certeza sobre la voluntad de los electores. De nuevo, el PAN hizo un reconocimiento tardío de la falta de certeza en la elección de 2006, cuando hubo casi un millón de votos nulos, mismos que superaban en cuatro veces la ventaja con que ganó Calderón. La diferencia fue que en Durango, el PRI sí aceptó revisar esos votos, algo a lo que el PAN se negó rotundamente en 2006.

HIDALGO:

Ahí no fue posible remontar una auténtica elección de Estado, como sí lo fue en Oaxaca, Sinaloa y Puebla. Xóchitl Gálvez encabezó una cruzada moral que no pudo cristalizar. Si bien vimos en varias entidades elecciones de hace veinte años, ésta en particular parece surgida de las memorias de Gonzalo N. Santos, el cacique de San Luis, quien describe la rudimentaria forma en que se ganaban elecciones en su tiempo, y de las que se ufanaba, como seguramente lo hace hoy el gobernador Miguel Osorio Chong. En aquélla época se robaban urnas a mano armada; hoy en Hidalgo se puede allanar la casa de campaña de la oposición y, también a mano armada, confiscarle su sistema de cómputo, lista de representantes y simpatizantes, y con esos datos amenazar telefónicamente a los opositores para que no se presenten a las urnas. Si el TEPJF deja pasar esta elección, propiciará una grave regresión, una validación implícita de prácticas cavernarias.

En suma, los comicios que no logran el consenso representan un fracaso del sistema en general. Y la principal responsabilidad de ello no es, como suele hacerse creer, la falta de espíritu democrático de los derrotados; son las condiciones de falta de limpieza, irregularidades verosímiles, un resultado estrecho y la ausencia de (o la negativa de aplicar) mecanismos para transparentar el resultado, que le den plena certeza y legitimidad.

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