lunes, julio 12, 2010

El PRI gana y pierde (por fin) democráticamente

Álvaro Cepeda Neri

La crítica no constructiva, sino destructiva, al Revolucionario Institucional, tras sus triunfos en las gubernaturas (y por haber perdido Sinaloa y Puebla con Oaxaca, sus bastiones desde la antigüedad, cuando fue “partido casi único” y, a veces, único), es que ya no arrasó como lo vino haciendo desde su fundación en 1946, hasta propiamente con De la Madrid (1982-1988). Pues, ya con Salinas y Zedillo, se inició el ocaso de ese PRI invencible... gracias a la “alquimia” preelectoral, durante las votaciones y poselectoral que exhibieron sus marrullerías para ser partido hegemónico. Pero ahora ese PRI, tras su derrota inducida en gran medida por Zedillo, cuando la victoria pírrica del PAN-Fox; y después, con la deslegitimada de Calderón-PAN, hubo de someterse al proceso democrático electoral.

De ahí que no deba (aunque pueda) decirse que el PRI, al ya no tener las votaciones infladas por las trampas, es un partido que sigue reculando. En mi opinión, los priístas de viejo cuño como los de Oaxaca, Puebla y Sinaloa (hasta Veracruz pudo estar en las pérdidas del tricolor), recibieron tremenda derrota en esas entidades donde, más que las alianzas y sus candidatos (los tres fueron priístas que cambiaron de chaqueta), los electores decidieron deshacerse de la continuidad caciquil de Ulises Ruiz, Mario Marín y el sinaloense. Con ello se cumplió la advertencia al PRI que busca modernizarse, de que debía deshacerse de esos dinosaurios. Y finalmente le ayudaron a quitárselos de encima. Falta que lo de Atenco sea la gota que derrame y derrumbe a Peña Nieto, la otra rémora si es que el PRI quiere competir por la presidencia de la República, no con una cara bonita, de copete y galán, sino con un político profesional y con ganas de ser un estadista. Político que lo tiene. Sus iniciales son: MFBR y muy probablemente sea el único.

Las votaciones fueron cuantitativa y cualitativamente un buen ensayo de ejercicio ciudadano. Distribuyeron el ejercicio del poder en los 14 estados con sus municipios, y en doce de ellos el relevo de gobernador. Con la excepción de que el PRI, con su simbólica alianza con los verdes (de atracción electoral insignificante quien, como los panales de “Doña Perpetua” Elba Esther Gordillo, no generan votos), si bien tenía diez gubernaturas, el solito ganó nueve. De éstas le arrebató al PRD: Zacatecas; pero perdió bastiones importantes: Sinaloa (por los errores de su pésima dirigente Beatriz Paredes); Oaxaca, porque la mayoría de sus electores (hasta los que recibieron los sobornos) se rebelaron contra el caciquismo del troglodita Ulises Ruiz; y, Puebla, el otro despotismo del “gober precioso”, el nefasto Mario Marín. En esas entidades el PRI fue duramente castigado. Y así ganando y perdiendo, arrastra una antigüedad de la que debe desembarazarse y buscar renovarse. Ha competido democráticamente, y en el 2012 sus adversarios quieren liquidarlo para siempre o él, como Ave Fénix, resucita... pero sin Peña Nieto, su ave de mal agüero.

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