Francisco Garfias
La pulsera es blanquiazul. Lleva el nombre de Ernesto Cordero y la leyenda Presidente 2012-2018. Algunos la portaban, la noche del miércoles, en una fiesta de panistas. No sabemos si el destapado autorizó que se iniciara el proselitismo Lo que sí está claro es que sus seguidores, o quienes aparentan serlo, pusieron manos a la obra.
El secretario de Hacienda es el primero que aparece en ese tipo de propaganda electoral. La pulsera se repartió casi un mes después de que el presidente Calderón convocara a los presidenciables a una reunión en Los Pinos. El fue uno de los invitados. Los otros son Josefina Vázquez Mota, Santiago Creel, Javier Lozano Alarcón, Alonso Lujambio, y Emilio González
Cordero se perfiló como una de las cartas del presidente Calderón para “la grande”, desde la trágica muerte de Juan Camilo Mouriño, el 4 de noviembre del 2008. Fue por aquel entonces cuando escuché, por primera vez, que había heredado la posición de “delfín” para el 2012, que tenía el fallecido político de Campeche.
En los corrillos del PAN se comentaba que el presidente le tiene toda la confianza, que es de los pocos que escucha. Pero también que la posibilidad de ser candidato presidencial lo cimbraba. Simplemente, no se veía como aspirante.
El joven político ocupaba en esa época una cómoda posición. Era el titular de la Sedesol. Poco desgaste, mucho dinero. Pero su imagen no estiraba. Las encuestas lo colocaban debajo de los otros aspirantes azules: Creel, Josefina, Lujambio.
A finales del 2009 lo movieron a la secretaría de Hacienda. Terminaba el año de los “Cinco Jinetes del Apocalipsis” (virus H1N1 incluido), uno de los peores que ha vivido el país. El fin de la crisis se avizoraba. La recuperación económica ayudaría a posesionarlo. “El presidente le quiere dar plataforma”, nos dijo entonces uno de sus potenciales adversarios. Otros opinaban lo contrario: que la posición a la que había sido enviado, lo sacaba de la carrera presidencial.
El tiempo parece darle la razón al potencial adversario. Cordero ha aparecido varias veces en los medios para comunicar las buenas noticias que presume el gobierno. Las malas no, por supuesto. Lo de ayer parece un arranque prematuro de su precampaña.
* * *
El “fuego amigo” bajó considerablemente en la SCJN. Guillermo Ortiz Mayagoitia, ministro presidente de La Suprema Corte, les puso un “estate quieto” a los que aspiran a sucederlo en enero del año próximo. Propuso una tregua. Los tres aceptaron. Ni Sergio Vals, ni Juan Silva Meza, ni José Ramón Cossío moverán sus fichas hasta el mes de septiembre. La elección se realizará en el primer día hábil del 2011. Votan únicamente los 11 ministros. Se necesita una mayoría de seis para presidir el máximo tribunal.
Ya que estamos: hay ministros que cruzan los dedos para que se apruebe, en San Lázaro, la minuta del Senado que eleva a rango constitucional los derechos humanos. El punto que más les interesa es el que transfiere a la CNDH las facultades de investigación que el máximo tribunal tiene en la materia. No quieren esas atribuciones. Han resultado desgastantes para el máximo tribunal.
Lo vimos claramente en el caso de la guardería ABC. Una mayoría de ministros, ocho de los once, se apegaron a la Ley. No cedieron a las presiones de los políticamente correctos. Pero la Corte quedo en entredicho. La percepción fue que no hizo justicia.
El fallo exoneró de responsabilidad a Molinar, Karam y Bours. El proceso que lo precedió mostró claramente los riesgos que esas atribuciones representan para la Corte. Las tentaciones de convertirla en un “tribunal de ayatolas” rondaron por el edificio de Venustiano Carranza. No faltó uno que, fascinado por los reflectores, pretendió convertirse en el héroe tardío de la trágica historia que le quito la vida a 47 niños.
* * *
El diputado priista Eviel Pérez Magaña ya tiene premio de consolación. Derrotado por Gabino Cue en la elección de gobernador en Oaxaca, rindió protesta como nuevo dirigente del PRI en la entidad. Substituye al senador Adolfo Toledo, quien ayer asumió como titular de la CNC en ese estado
La pulsera es blanquiazul. Lleva el nombre de Ernesto Cordero y la leyenda Presidente 2012-2018. Algunos la portaban, la noche del miércoles, en una fiesta de panistas. No sabemos si el destapado autorizó que se iniciara el proselitismo Lo que sí está claro es que sus seguidores, o quienes aparentan serlo, pusieron manos a la obra.
El secretario de Hacienda es el primero que aparece en ese tipo de propaganda electoral. La pulsera se repartió casi un mes después de que el presidente Calderón convocara a los presidenciables a una reunión en Los Pinos. El fue uno de los invitados. Los otros son Josefina Vázquez Mota, Santiago Creel, Javier Lozano Alarcón, Alonso Lujambio, y Emilio González
Cordero se perfiló como una de las cartas del presidente Calderón para “la grande”, desde la trágica muerte de Juan Camilo Mouriño, el 4 de noviembre del 2008. Fue por aquel entonces cuando escuché, por primera vez, que había heredado la posición de “delfín” para el 2012, que tenía el fallecido político de Campeche.
En los corrillos del PAN se comentaba que el presidente le tiene toda la confianza, que es de los pocos que escucha. Pero también que la posibilidad de ser candidato presidencial lo cimbraba. Simplemente, no se veía como aspirante.
El joven político ocupaba en esa época una cómoda posición. Era el titular de la Sedesol. Poco desgaste, mucho dinero. Pero su imagen no estiraba. Las encuestas lo colocaban debajo de los otros aspirantes azules: Creel, Josefina, Lujambio.
A finales del 2009 lo movieron a la secretaría de Hacienda. Terminaba el año de los “Cinco Jinetes del Apocalipsis” (virus H1N1 incluido), uno de los peores que ha vivido el país. El fin de la crisis se avizoraba. La recuperación económica ayudaría a posesionarlo. “El presidente le quiere dar plataforma”, nos dijo entonces uno de sus potenciales adversarios. Otros opinaban lo contrario: que la posición a la que había sido enviado, lo sacaba de la carrera presidencial.
El tiempo parece darle la razón al potencial adversario. Cordero ha aparecido varias veces en los medios para comunicar las buenas noticias que presume el gobierno. Las malas no, por supuesto. Lo de ayer parece un arranque prematuro de su precampaña.
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El “fuego amigo” bajó considerablemente en la SCJN. Guillermo Ortiz Mayagoitia, ministro presidente de La Suprema Corte, les puso un “estate quieto” a los que aspiran a sucederlo en enero del año próximo. Propuso una tregua. Los tres aceptaron. Ni Sergio Vals, ni Juan Silva Meza, ni José Ramón Cossío moverán sus fichas hasta el mes de septiembre. La elección se realizará en el primer día hábil del 2011. Votan únicamente los 11 ministros. Se necesita una mayoría de seis para presidir el máximo tribunal.
Ya que estamos: hay ministros que cruzan los dedos para que se apruebe, en San Lázaro, la minuta del Senado que eleva a rango constitucional los derechos humanos. El punto que más les interesa es el que transfiere a la CNDH las facultades de investigación que el máximo tribunal tiene en la materia. No quieren esas atribuciones. Han resultado desgastantes para el máximo tribunal.
Lo vimos claramente en el caso de la guardería ABC. Una mayoría de ministros, ocho de los once, se apegaron a la Ley. No cedieron a las presiones de los políticamente correctos. Pero la Corte quedo en entredicho. La percepción fue que no hizo justicia.
El fallo exoneró de responsabilidad a Molinar, Karam y Bours. El proceso que lo precedió mostró claramente los riesgos que esas atribuciones representan para la Corte. Las tentaciones de convertirla en un “tribunal de ayatolas” rondaron por el edificio de Venustiano Carranza. No faltó uno que, fascinado por los reflectores, pretendió convertirse en el héroe tardío de la trágica historia que le quito la vida a 47 niños.
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El diputado priista Eviel Pérez Magaña ya tiene premio de consolación. Derrotado por Gabino Cue en la elección de gobernador en Oaxaca, rindió protesta como nuevo dirigente del PRI en la entidad. Substituye al senador Adolfo Toledo, quien ayer asumió como titular de la CNC en ese estado
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