viernes, julio 16, 2010

Blake Mora: ¿democratizar la guerra?

Gregorio Ortega Molina / La Costumbre Del Poder

“Nomás llegan y a’ luego se equivocan”, dirían los personajes de la época de oro del cine mexicano. No se trata de inquina, mucho menos de personalizar la crítica, pero que el secretario de Gobernación en su primer dicho asegure que buscará que el combate a la inseguridad sea más democrático, es como para ponerse a pensar de inmediato en lo acertado o equivocado de la designación de José Francisco Blake Mora.

Para continuar en el tenor de Ismael Rodríguez, luego luego me pongo a pensar en un supuesto diálogo entre barones de la droga, líderes de los cárteles, sicarios, mercenarios y toda esa laya de delincuentes interesados en “democratizar” su lucha por las plazas, lo mismo que su ingenioso combate por obtener unos sobre otros el favor de los autoridades, obviamente de aquellas que gustosas cierran los ojos y ceden, sin mayor trámite, a la disyuntiva terrible de plata o plomo, y naturalmente optan por ese billete verde que todo lo compra, ordena y seduce.

La responsabilidad del Ejecutivo no puede diluirse en una corresponsabilidad con los otros dos Poderes de la Unión. Las decisiones que han de asumirse en materia de seguridad pública, en el combate o guerra a la delincuencia organizada, en disminuir el tamaño y el poder en que se han constituido los cárteles -casi un Estado dentro del Estado- corresponden exclusivamente al presidente de la República y su Gabinete, pero también en específico al Gabinete de Seguridad.

Las guerras no son democráticas ni justas, sólo son términos usados por los políticos para obtener el apoyo de los congresos y de su sociedad; las políticas públicas de seguridad nacional y de seguridad pública tampoco son democráticas ni justas, por ello al Estado corresponde el uso legítimo de la fuerza y la discrecionalidad absoluta para que impere la ley o la justicia, porque nunca, jamás caminan ambas de la mano, sobre todo en los casos que hoy padece esta nación: secuestros, degüellos, levantones, tráfico de esclavos (para no usar el débil eufemismo de trata), pero sobre todo impunidad.

Se apunta en El arte de la guerra: “La prolongación de una guerra conlleva la fatiga de los efectivos, el desgaste de las armas, el debilitamiento moral de las tropas…

“Lo fundamental en una guerra es salir inmediatamente de ella…

“Cuando por perseguir la buena fama de su propia honra, se muestran incorruptibles, pueden hundirse en las trampas enemigas de la humillación y la calumnia…

“La información es básica para planificar, pero debe transformarse en conocimiento esencial. La red de espionaje exige ser espiada. Se debe desconfiar de la información que se recibe, por lo tanto, es un esfuerzo oneroso controlar a los que controlan a los controladores. La 'inteligencia' corre el riesgo de transformarse en 'estupidez'…

Blake Mora puede pensar que llega a un despacho de gobernación similar al dirigido por Jesús Reyes Heroles o Manuel Bartlett, Gustavo Díaz Ordaz o Luis Echeverría Álvarez. Si así lo cree, fracasará de igual manera a como ocurrió con dos de sus antecesores. Hoy hay más poder en otros despachos del Ejecutivo que en el palacio de Covián, e incluso más poder en el Legislativo, el Judicial y ciertas gubernaturas, que en la institución presidencial, porque está atorada la transición y debe cambiar, pronto, el modelito político, que está a punto de reventar.

En cuanto a que la seguridad nacional depende del despacho de Gobernación, ¿quién lo cree? ¿Lo creen así en la Sección II de la Defensa Nacional? Insisto, mientras la transición sólo consista en el ya desgastado parche de la alternancia, la seguridad nacional únicamente será un concepto vacío, y las ventajas de los cárteles de constituirse en un Estado dentro del Estado, crecerán.

Diego Fernández de Cevallos

Leo y escucho que “El Jefe” Diego se comunicó el domingo anterior con sus familiares, que continúa secuestrado, que el monto de la negociación es inflexible y no ceden a recibir menos de 30 millones de dólares.

La información parece ser otra muy distinta.

Diego Fernández de Cevallos fue liberado, el rescate costó 50 millones de dólares y ha jurado -no sé si convencido o a la fuerza- no regresar a vivir en México. Recuperó la libertad con salud, algunos kilos menos, pero de buen humor.

Coincide la información en que se comunica con su familia, pero insisten las fuentes consultadas en el área de seguridad nacional y del Poder Judicial de la Federación, que Diego Fernández de Cevallos está libre, goza de cabal salud y tiene 50 millones de dólares menos en su haber.

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