martes, junio 22, 2010

EE UU, narco Estado arquetipo

Gregorio Ortega Molina / La Costumbre Del Poder

Diversos textos y variadas inteligencias recuerdan a los lectores que, en no pocas ocasiones, la realidad supera a la ficción, o cuando menos es su modelo. Tal puede ser el caso de lo narrado por Don Winslow en El poder del perro, novela abundante y detallada que asienta, explica, cuenta cómo Estados Unidos se ha convertido en el narco Estado arquetipo, y la manera en que modifica sus relaciones multilaterales y bilaterales para asegurar su preeminencia en esa fuente de ingresos, el uso dado al narcotráfico como instrumento político para que su esfera de influencia, su traspatio continental permanezca libre de ideologías ajenas al monroísmo, el libre mercado y la globalización.

Si Winslow tiene razón, las agencias de seguridad estadounidenses se sirven del narcotráfico y de los barones de la droga, para asegurarse recursos suficientes -de los que no pueden ser aprobados por el Senado- para financiar sus operaciones encubiertas. Si el lector es avezado, puede intuir que la permanencia de las tropas estadounidenses en Vietnam, la tácita invasión a Camboya, la insistencia por permanecer en Afganistán, obedece más a la necesidad de controlar las sustancias tóxicas que en esos países se producían, se producen y continuarán produciéndose, y asegurarse del control de su distribución, para que ese dinero negro pueda lavarse precisamente en el financiamiento de las necesidades políticas y financieras de sus agencias de seguridad y seguridad nacional no aprobadas por su Congreso y repudiadas por su sociedad.

Es en orden a esos intereses que hizo de la vista gorda con el caso colombiano, hasta que personas como Pablo Escobar Gaviria les disputaron, a los estrategas de seguridad nacional estadounidenses, el monto de las ganancias producidas por el tráfico de estupefacientes.

De creer al autor de El poder del perro, es en atención a los intereses de Estados Unidos que se fomenta y desarrolla el narcotráfico en México, previamente a la Segunda Guerra Mundial y, con más empeño, en cuanto los echan fuera de Extremo Oriente. Se trata de un quid pro quo entre instituciones policíacas y agencias de seguridad de uno y otro lado de la frontera, hasta el punto de -como lo narra el autor- condicionar el Tratado de Libre Comercio de América del Norte, a la permanencia de esos acuerdos secretos entre Estados.

“El grupo de federales de Ciudad de México está en su puesto, dispuesto a apoderarse de Barrera. Al mismo tiempo, una unidad especial de tropas del Ejército se encuentra apostada en la periferia de la ciudad, dispuesta a avanzar y detener a toda la policía estatal de Jalisco, a su jefe y al gobernador del estado, hasta que Barrera sea trasladado a México, acusado formalmente y encarcelado.

“Es un golpe de Estado del Estado, piensa Art, planeado al segundo, y si este momento pasa, será imposible mantener el secreto un día más. La policía de Jalisco salvará a Barrera, el gobernador aducirá ignorancia y todo se acabará”.

Así narra Winslow el punto culminante de un operativo conjunto entre autoridades estadounidenses y mexicanas en Guadalajara, no sin antes ilustrar al lector la manera en que el Departamento de Estado, por necesidades de logística de su seguridad nacional, convierte a México en el trampolín de estupefacientes hacía su país.

No es el único indicio. El autor organiza el diálogo siguiente entre el inminente detenido y su sobrino:

“-No te preocupes, sobrino, -está diciendo Tío-. Los Pinos es nuestro amigo.

“Los Pinos, la residencia del presidente de México.

“-¿Por qué es tan amigo? -pregunta Adán.

“-Por veinticinco millones de mis dólares -contesta Tío-. Y por otra cosa.

“Adán sabe cuál es la 'otra'.

“Que la Federación había ayudado al presidente a robar las elecciones…”

Claro que es una novela, pero refiere con toda claridad hechos políticos locales de diversas naciones latinoamericanas y de Estados Unidos, así como las consecuencias del cumplimiento de los compromisos bilaterales contraídos en tiempo y forma entre las agencias de seguridad o entre las cancillerías.

Los barones de la droga son absolutamente identificables, y cuenta -en una versión más sofisticada- la ejecución de la familia del Güero Palma Salazar.

El poder del perro no es una novela indispensable, pero a los lectores que gustan de hacerse de nuevas e innovadoras hipótesis para comprender lo que hoy ocurre en México, resultará verdaderamente atractiva.

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