lunes, junio 21, 2010

Días de guardar para Carlos Monsiváis

Rodolfo Becerril Straffon (Especial para RMX)

No quiero caer en el lugar común, pero es incuestionable que Carlos Monsiváis era una de las inteligencias más lúcidas de México.

La agudeza de sus críticas, la originalidad de sus ensayos, la variedad de los temas que abordó, lo hacen singular. Estudió algunos años economía y tenía muchos amigos economistas. No fui de sus cercanos, aunque sí un lector de sus trabajos. Tuve la fortuna de conversar con él en varias ocasiones y, desde luego, de escucharlo en múltiples conferencias o mesas redondas; la más reciente, cuando presentó el libro de Ángel Palau sobre Zapata. Pero aunque no se le haya leído, Monsiváis era conocido en la calle porque supo leer a su sociedad, a su tiempo, a los demás. Crítico de izquierdas y derechas, dueño de un sentido del humor ácido, puntilloso, original; Monsiváis se ganó el respeto de muchos por su inteligencia. Cuando fui diputado federal, Carlos de pronto se aparecía por los pasillos de San Lázaro viendo los desparpajos en que incurríamos los diputados y tomando nota de discursos y comportamientos para alimentar su legendaria sección “Por mi Madre, Bohemios”. Lo mismo se le veía en manifestaciones de protesta o aparecía en los desplegados en contra de la autoridad.

Merecedor de distinciones académicas, conversador sin igual, lector implacable y autor de ensayos y crónicas en las que supo retratar a su México con un profundo y erudito conocimiento, inauguró la crónica moderna, la narrativa del día a día de lo que sucedía en el Distrito Federal. Hasta Televisa le quiso cooptar, invitándolo a presentar editoriales; lo que aceptó, sin conculcar su espíritu crítico. El mejor homenaje que le podemos hacer a Carlos Monsiváis es leerlo. Su vasta producción da para todos los gustos: cine, literatura, política, cultura, historia, filosofía, partidos. Más de 50 libros a nuestro alcance que podemos revisar, releer, o, simplemente, asomarnos a ellos para ver la riqueza de su creatividad. Cinéfilo, biógrafo de poetas, testigo del movimiento del 68, defensor de los derechos de las minorías, historiador, promotor cultural, ensayista, defensor de la cultura popular; Monsiváis nos hereda una vasta y magna obra. Las revistas culturales de la segunda mitad del siglo veinte recogen sus lúcidos escritos. Hay también grabaciones por su paso por Radio UNAM, como “El cine y la crítica”, que se transmitió durante más de 10 años. Además de haber sido director de la colección de discos “Voz Viva de México”, de la máxima casa de estudios.

No podría entenderse el México actual sin conocer las interpretaciones que Monsiváis realizó. Como alguien señaló: “Su curiosidad universal, su eficaz escritura y su capacidad de síntesis le permitieron desentrañar los aspectos fundamentales de la vida cultural y política mexicana, por lo que gran parte de su obra se ha publicado en casi todos los periódicos del país, o transmitido oralmente”. Enumero sólo algunos de sus textos más consagrados: “Principios y potestades” (1969), “Días de guardar” (1971) y “Amor perdido” (1976); “De qué se ríe el licenciado” (1984), “Entrada libre, crónicas de la sociedad que se organiza” (1987), “Escenas de pudor y liviandad” (1988), “Los rituales del caos” (1995), “Nuevo catecismo para indios remisos” (1982); además, la biografía “Frida Kahlo: Una vida, una obra” (1992); “Características de la cultura nacional” (1969), “Historias para temblar: 19 de septiembre de 1985” (1988), “La poesía mexicana del siglo XX” (1966), “Los narradores ante el público” (1969), “A ustedes les consta” (1980) y “Jorge Cuesta” (1986). Nada escapó a su crítica o a sus reflexiones, desde la cultura popular a la alta cultura; desde la política hasta el espectáculo; desde el cine hasta la poesía. Descanse en paz.

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