martes, mayo 18, 2010

Ejecuciones, secuestros, elecciones y simuladores

Gregorio Ortega Molina / La Costumbre Del Poder

En distintas ocasiones y con motivo de diferentes eventos, escuché idéntica aseveración a José Pagés Llergo y a Julio Scherer García: México está con las víctimas, por eso la afición está con (José) “El Toluco” López, cuando la referencia era el desbarrancamiento del gobierno lopezportillista. Nada ha cambiado, el electorado mexicano elige con el estómago más que con la razón.

Mientras más avance la contienda electoral, más crueles y significativos serán los actos violentos de las células armadas de los cárteles, y más amplia se hará la disputa por incidir en los sentimientos de la opinión pública para orientar las preferencias electorales: la discusión de programas e ideas cede su lugar a la expresión del descontento y a la manifestación pública de la solidaridad y la sensiblería. En el colmo de la astucia y/o la perversidad política, los cadáveres y los secuestrados pueden ser rentables para incidir electoralmente.

La muerte de Mario Guajardo y su hijo son argumento ineludible en la contienda electoral a nivel nacional, pues el hecho, el crimen, la ejecución trasciende Valle Hermoso para convertirse, más que en un desafío estatal en uno nacional, porque hoy en México la inseguridad pública y las consecuencias de la lucha contra la delincuencia organizada no son privativas de municipios, regiones o entidades federativas, pues no hay rincón de la república que se sustraiga al maleficio de la sangre derramada y, al mismo tiempo, al beneficio del lavado de dinero.

El plagio de Diego Fernández de Cevallos, cualesquiera que sea su origen y destino -lo mismo da que sea un conflicto familiar que ajuste de cuentas económico con poderoso cliente, o factura por cobrar de cliente insatisfecho, o vendetta del narco, o simple simulación, idéntica a la de la suspensión de su gira proselitista en 1994-, es desde su inicio un hecho con connotaciones y consecuencias políticas, por tratarse de ese pintoresco personaje, aficionado a la impostura en la fe y en la vida, como lo prueba su conducta familiar y su proceder político y profesional.

Además, y como para confirmar la hipótesis del recrudecimiento de la violencia, ocho jóvenes fueron ejecutados y cuatro de ellos degollados, mientras otros 15 resultaron heridos durante el ataque a un antro en Torreón, Coahuila. La información refiere que entre las víctimas se encuentran jóvenes que estudiaban en prestigiadas instituciones de educación superior de la Laguna; es decir, la apuesta de las ejecuciones es crear pánico, favorecer el terror, la desconfianza. No es la primera vez. El 31 de enero último se registró otro ataque al bar el “Ferrie”, en el que sujetos armados dieron muerte a 10 jóvenes e hirieron a unos 20.

A estas alturas la sociedad no puede permitirse el lujo de cerrar los ojos a la realidad, y todavía pensar, o soñar si así lo prefiere, que las imágenes de lo ocurrido en Colombia que conmocionaron al mundo durante las décadas de los ochenta y los noventa están muy lejos de repetirse en México, ya que lo sucedido estos días en el país es tanto o más cruel y dañino que lo sucedido en la patria de Gabriel García Márquez, porque hoy los barones de la droga cuentan con más dinero y armamento más sofisticado que con el que contaron hace una década, sin considerar la importancia geoestratégica del territorio mexicano en relación a la seguridad nacional de Estados Unidos.

El gobierno de Felipe Calderón Hinojosa, presidente constitucional, en un esfuerzo tardío por reorientar la energía nacional contra un nuevo enemigo, trató de identificar como sabotaje las deficiencias de la Comisión Federal de Electricidad en lo referente a los apagones debidos a los fuertes vientos y al equipo obsoleto con el que cuenta la red de distribución de energía eléctrica en el Distrito Federal y su área metropolitana.

A Georgina Kessel y a Alfredo Elías mejor les iría con la verdad, que es de todos conocida: la Compañía de Luz y Fuerza del Centro estaba quebrada, no repuso transformadores ni cableado de alta tensión, que por más del 10 años había rebasado ya su vida útil y de seguridad. A esto es necesario sumar los propios problemas económicos de la Comisión Federal de Electricidad.

Tarde tomaron la decisión de cambiar de enemigo o, al menos diversificar los objetivos del enojo nacional, tal y como suelen proceder quienes aspiran al gobierno total de sus países. La realidad se convirtió en futuro antes de siquiera darnos la oportunidad de contemplarla como un presente que se puede corregir

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