martes, abril 13, 2010

La SCJN, la corrupción, la impunidad

Gregorio Ortega Molina / La Costumbre Del Poder

La sensatez es un regalo de la divinidad, sobre todo cuando adorna la inteligencia de los hombres de poder, y más aún cuando ilumina a aquellos cuya responsabilidad fundamental es ser juzgador, última instancia para dar a cada quien lo suyo en ese difícil arte de hacer coincidir la ley y la justicia, pues no siempre caminan de la mano.

Debido a sus pronunciamientos públicos, a su cercanía con el titular del Ejecutivo, a su conocimiento de la condición humana, considero que sobre el presidente de la SCJN, Guillermo Ortiz Mayagoitia, se derramó en abundancia ese sentido común que en la práctica se transforma en sensatez a la hora de tomar decisiones, pues quienes lo conocen afirman que desde su inicio como profesional del Poder Judicial, “sabe que no hay dos tipos de jueces, porque la noche sólo tiene un juez: la conciencia”, y es bajo ese esquema que se ha conducido, y bajo un implacable código ético que decidió dirigirse a la cúpula, a la inteligencia del Ejército, durante un curso de la maestría en Administración Militar para la Seguridad y la Defensa Nacional, impartida en el Colegio Nacional de la Defensa.

Claro que el ministro Ortiz Mayagoitia les habló sobre la administración de justicia del fuero federal, y dentro de ese contexto apuntó: “Es una necesidad real de nuestro país la participación del Ejército en estas funciones” -de lucha contra el narcotráfico-; por la información de Carlos Avilés, de El Universal, nos enteramos que apuntó como deseable que el Congreso clarificara las funciones de las fuerzas armadas en esta tarea de seguridad nacional, porque “de no aprobarse dicha reforma, les aclaró, las cosas seguirán como hasta ahora, en donde las funciones del Ejército en materia de seguridad pública sólo están respaldadas por las jurisprudencias que ha emitido el alto tribunal”.

El reportero Avilés no informa si el ministro presidente Ortiz Mayagoitia se refirió, en el marco de su cátedra, a la corrupción y la impunidad, pues es a todas luces el impedimento fundamental para que la lucha antinarco funcione, no importa quién la encabece, ni la manera del combate para acotar y controlar a los barones de la droga, pues el consumo de estupefacientes es un delito que no desaparecerá en tanto no se legalice; lo que interesa, lo inaplazable es cortar los vínculos de la delincuencia con la procuración y la administración de justicia para disminuir la corrupción y terminar con la impunidad.

Para terminar con ese flagelo de la administración de justicia, Imre Greiner le pide, le exige al juzgador Kristóf Kömives: “Necesito un juez que esté de guardia esta noche. Los jueces que juzgan de día son diferentes. Juzgan como pueden. ¿Qué otra cosa podrían hacer? Pero esta noche necesito un juez que baje de su sillón y tome parte en el juicio de una manera distinta de cómo lo hace de día, un juez que no sólo juzgue desde arriba, desde la altura de las leyes. Necesito un juez que, en cierto modo, sea acusado, fiscal, abogado defensor y juez, un juez imparcial. ¿Me comprendes?”

Imparcialidad, asunto difícil en los tiempos que corren, pues para servir a la sociedad a veces es preciso ser más justo que legal, pero para servir al Estado siempre es necesario ser más legal que justo, por ello no debe extrañarnos que con alarma informen de la supuesta desaparición, desde hace unos días, de Édgar Contreras Silva, titular de Ministerios Públicos de la Fuerza Antisecuestros del Distrito Federal.

Difícil también de obtener la imparcialidad, pues todo indica que se lavan en la economía mexicana 40 mil millones de dólares anuales, según reporta la consultoría Stratfor; enorme cantidad de dinero que sirve para aliviar el duelo de los familiares de los 18 mil muertos en tres años, y porque de alguna manera resuelven problemas económicos esos miles de millones de dólares que permean por todos los ámbitos de la sociedad mexicana.

Bien lo apunta Jacobo Zabludovsky en su Bucareli de ayer, porque dadas las condiciones de la economía nacional, de los mercados internacionales y de las presiones que ejercen los poderes fácticos de Estados Unidos para que sea esa nación la única beneficiada por el dinero negro del narco, si mañana se logra la paz y deja de llegar esa enorme riqueza a donde hoy llega en México, podría no sólo haber hambre, sino una asonada, al menos.

Regresamos al principio. El Ejército debe permanecer alerta, como lo apuntó ante la cúpula del Ejército Ortiz Mayagotia, porque desde José López Portillo todos los gobiernos han procedido mal: unos petrolizando la economía, otros narcotizándola. No dejaron espacio para la imparcialidad.


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