miércoles, abril 28, 2010

Debate de cantina en la ALDF

Adrián Rueda / Capital Político

El debate en la Asamblea Legislativa no fue para ver qué partido o diputado llevaba la mejor propuesta para la ciudad, sino quién era el más burro y al final el puesto estuvo muy peleado.

La sesión inició con un gol tempranero de los bejaranistas, que lograron bajar del orden del día la discusión de la Ley de Establecimientos Mercantiles y meter como segundo punto su tan ansiada Ley de Participación Ciudadana.

La primera iniciativa, de Desarrollo Urbano, pasó como estaba previsto, sin grandes contratiempos a pesar del debate –de bajísimo nivel- que dieron sobre todo las fracciones del PAN y del PRD.

Con un receso de por medio, los diputados sacaron el dictamen en punto de las 17:00 horas, no sin antes mostrar el cobre y enfrascarse en ver quién era el más tonto por no entender cómo se negoció esa ley.

Las participaciones fueron estridentes pero huecas y al final de cuentas Marcelo Ebrard se anotó el primer punto con la aprobación de la Ley de Desarrollo Urbano, que lo hace prácticamente dueño del uso de suelo en la ciudad sin importar lo que opinen los ciudadanos.

El único que trató de alertar sobre ello fue el panista Carlos Flores, quien fue blanco de ataques personales para desviar la discusión de fondo; al final el PRD mayoriteó y ahí quedó el asunto.

Donde vino la bronca fue en la Ley de Participación Ciudadana, que empezó con buenos augurios al recibir la aprobación unánime en lo general, pero el problema comenzó cuando el PRD se reservó casi todos los artículos para modificarlos en el pleno.

Luego de que la perredista Karen Quiroga enumeró de corridito todas las reservas para discutirlos en lo particular, el PAN alertó que lo que el PRD buscaba era aprobar en el pleno una ley completamente distinta a la que se había dictaminado en comisiones.

Dos veces se declaró un receso y el que de plano no daba crédito a lo que pasaba era el petista Adolfo Orive, artífice de esa ley, al que Alejandra Barrales le había asegurado que todo estaba planchado.

Y en el fondo así era, lo que realmente iba a generar la discusión era la propuesta de crear un consejo ciudadano a modo para que Marcelo pudiera controlar a los gobiernos delegacionales, pero nada más.

El problema es que Quiroga leyó en tribuna lo relativo al capítulo nueve, donde se hablaba de este consejo, ¡y oh, sorpresa!, resulta que ese texto no se lo habían entregado ni al PRI ni al PAN, que se llamaron –con toda razón- sorprendidos.

Vaya falta de operación y de inteligencia para manejar el asunto, pues no había ninguna necesidad de ocultar esa intención y que pareciera un nuevo albazo del PRD; simplemente se hubiera dejado al último y ya.

La alegría inicial de Orive se transformó en rabia ante la total ineptitud de la bancada perredista, que en lugar de rectificar el procedimiento quiso aplicar su mayoría y ahí reventó el asunto.

Parece que tienen razón quienes dicen que a Barrales le queda grande el negocio.

CENTAVITOS… El que una vez más estuvo en el banquillo de los acusados fue el diputado Julio César Moreno, quien es señalado como golpeador de dos compañeras de su corriente que cada que intentan hacer proselitismo en Venustiano Carranza, se encuentran con porros afines al ex delegado que las agreden incluso físicamente. El problema es que Rocío Barrera y Estela Damián ganaron en las elecciones internas más posiciones que su compañero para el consejo delegacional y eso no se los perdona. Casi una hora estuvieron las dos diputadas platicando con Alejandra Barrales para que le pusiera un alto a Moreno, quien se encerró en su oficina y no bajó a la sesión hasta que no “hubiera garantías”, pues sus dos compañeras estaban en el salón de plenos y temía una agresión… Pobre Barrales, apenas puede con su decepción al romper con su más reciente relación, como para que todavía cargue con los problemas que hasta parecen de misoginia de su aliado Julio César.

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