lunes, marzo 29, 2010

La reforma de salud y sus repercusiones en México

Gregorio Ortega Molina / La Costumbre Del Poder

Este país tiene dos compromisos bilaterales ineludibles, cuyos costos y beneficios todavía son difíciles de cuantificar y poner en una balanza. Son la integración comercial y la globalización, que nos interrelaciona con el mundo, pero a través de Estados Unidos, puerta de salida y entrada de y hacia México. Es a partir de esta premisa que debe procederse al análisis de lo que significa la reforma de salud de Barack Obama para la sociedad mexicana.

La cobertura de los servicios de salud en Estados Unidos no es universal, como ocurre en Francia e Inglaterra, por mencionar a dos de los miembros de la OCDE que más adelantados están en ese rubro de la protección a sus gobernados. Saben, están conscientes los gobiernos de esas naciones que a mejor estado de salud de la población económicamente activa, mayor rendimiento de su fuerza laboral. Para que el PIB se mantenga estable si no es que ascendente, es necesario que el motor que hace realidad el crecimiento económico esté en perfectas condiciones de trabajo. Saben, también, que cuando la salud decae desciende el crecimiento. El caso de China es diferente. En una sociedad cerrada lo que importa es la voluntad del Estado encarnada en su gobierno. El mundo ha atestiguado con azoro el descubrimiento de que persiste el trabajo esclavo en ciertas zonas del mayor país de Asia.

Claro está que la reforma de salud no entra en operación mañana. Las autoridades de Estados Unidos pidieron cuatro años para su implementación y su puesta en marcha, lo que significa que si Barack Obama pierde la reelección esta importante transformación social puede quedarse en el camino, lo que curiosamente sería un bien para México. ¿Por qué? Entenderlo debiera resultarnos sencillo.

De acuerdo a las estadísticas, en 2008 había 46.3 millones de estadounidenses sin asistencia médica asegurada, lo que aproximadamente equivale al 15 por ciento de su población. Porcentaje que incluye a 9.2 millones de personas que no son ciudadanos; es decir, de acuerdo al canon estadounidense, que no la merecen. Según los entendidos, a la cifra arriba mencionada habría que sumar otros 25 millones de personas que tienen una cobertura inadecuada a sus necesidades.

Por el momento son seis los programas de salud financiados con fondos federales: cobertura para los mayores de 65 años; para las personas de bajos ingresos; financiado por el patrón y a través de deducciones salariales; veteranos; programa estatal de salud para niños y tratamiento de emergencia a los no asegurados.

Si la reforma se hace realidad dentro de cuatro años, 95 por ciento de los estadounidenses estará cubierto por algún seguro de salud; 24 millones que por el momento carecen de seguro, podrían beneficiarse de exenciones impositivas para adquirirlo, y a partir de 2014 las familias de cuatro personas con salarios inferiores a los 88 mil dólares anuales, recibirán subsidios para estar asegurados y, las reformas más importantes: todo indica que desaparecen las preexistencias y se prolonga durante la vejez del asegurado la garantía de su cobertura.

Por más amplios que sean los subsidios otorgados por el gobierno de Estados Unidos, en algún momento las aseguradoras verán disminuidas sus exorbitantes ganancias, sobre todo debido a la desaparición de las preexistencias y la garantía de cobertura durante la vejez, lo que no sucederá en nuestro país -por aquello de las asimetrías- a pesar de la integración comercial y la globalización.

Con las compañías de seguros ocurrirá lo mismo que con las filiales bancarias que las naciones europeas y Estados Unidos tienen en México, porque será aquí donde obtengan las mayores ganancias. Como las aseguradoras son negocios legítimamente establecidos y su función primordial es obtener rendimiento para sus accionistas, lo que dejen de ganar las casas matriz con toda seguridad lo recuperarán de las naciones latinoamericanas, fundamentalmente de nuestro país.

No hay por que llamarnos a sorprendidos. La lógica de la globalización y del libre mercado así lo ha establecido: el costo del desarrollo, el éxito, el bienestar de unos debe ser pagado con el trabajo de otros. Por una vez en la vida debiéramos estar con los republicanos, para que el costo económico de la reforma de salud de Barack Obama no se transfiera a este México nuestro, tan abusado por la integración comercial y la globalización.

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