miércoles, octubre 28, 2009

Narcos y sicarios han impuesto la ley de la selva

ÁLVARO CEPEDA NERI / CONJETURAS

Cada día se registran homicidios por ajuste de cuentas entre los narcotraficantes (en lo que es hacerse justicia por propia mano); homicidios de soldados, de policías y, lo más doloroso, de mexicanos que nada tienen que ver en ese combate a sangre y fuego por todo el territorio.

Y, principalmente en Chihuahua (donde hay más de 15 asesinatos diarios, desde que Francisco Barrio, del PAN, fue gobernador; el hoy titular de la PGR, Chávez y Chávez era procurador, en 1992-98, y Manuel Espino, en Ciudad Juárez era encargado de los giros negros). El reportaje de El Universal (7/X/09) nos da información veraz y contrastada sobre ese baño de sangre y muerte que tiene aterrorizada a la población nacional.

Calderón lleva mil 41 días en Los Pinos y los homicidios suman, en poco más de tres años, más de... ¡14 mil!, con un promedio diario de 14 homicidios. El país está en manos de la delincuencia, sobre todo de los grupos paramilitares, que son los sicarios de los narcotraficantes.

Éstos llevan la delantera y han impuesto la “ley de la selva” para hacer lo que les pega la gana como matones e invertir sus miles de miles de millones de dólares en bancos, comercios, bienes inmuebles, casas de cambio y... para entregar maletas repletas de dólares a quienes integrados a la narcopolítica les dan protección. Circulan fotos de naves en alta mar donde aparecen esos personajes recibiendo las maletas.

Las delincuencias organizadas controlan Chihuahua con “cuernos de chivo” y armamento de la más alta tecnología. Es la entidad matriz de los narcos, donde matan por matar (“el poder es el poder de matar”) y desde ahí, sus diferentes bandas se extienden por las 31 entidades y en la capital del país, a través de una organización que deja ver una estrategia eficaz superior a la de la militarización del país (a cuyos mandos y soldados corrompe con dólares) y muy por encima del sistema policiaco federal al que, también, han penetrado. Los mexicanos estamos a merced de la delincuencia.

Quienes han logrado sobrevivir en Ciudad Juárez, ya no resisten el miedo; psicológicamente están al borde de la locura y la angustia, por los muertos aunque no sean familiares o conocidos, los tiene enfermos. La inseguridad para los juarenses y, en general para los chihuahuenses, es peor que cualquier descripción infernal.

El desgobernador y los 67 presidentes municipales, las policías de García Luna, los soldados del general Galván y cuantos elementos existen ya no garantizan ni el mínimo de sus funciones, ya no preventivas, ni siquiera para después de los hechos de sangre, aclarar esos delitos y detener para su consignación a los delincuentes.

Chihuahua, Guerrero, Oaxaca, Durango, las Bajas Californias, como Sonora, Tamaulipas, Veracruz y Sinaloa tienen gobiernos de fachada, pues los narcotraficantes tienen todo el poder. El Estado Federal va perdiendo terreno y la vigencia del orden jurídico se reduce, para dejar vidas y bienes de los mexicanos, en manos de todas las delincuencias y, no pocas veces, a los abusos militares y policiacos.

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