domingo, agosto 30, 2009

¿Qué comer?

José Alejandro González - Opinion invitada

"¡Que coman pastel!", es la respuesta que supuestamente dio María Antonieta de Austria, Reina de Francia, cuando se le informó que el pueblo francés, agobiado por el hambre, no tenía pan.

Lo cierto es que los historiadores niegan que haya sido ella la autora de dicha frase. Sin embargo, constituye hasta la fecha un lapidario -aunque apócrifo- ejemplo de la frivolidad e insensibilidad de las clases gobernantes ante los reclamos de un pueblo carente de los medios básicos de subsistencia.

Los enemigos de la monarquía lo utilizaron para avivar el fuego del descontento y fomentar los disturbios que dieron lugar a la Revolución Francesa y, con ella, al fin de la monarquía y la muerte de los reyes Luis XVI y María Antonieta.

Ante la opinión pública, María Antonieta era una traidora dispuesta a vender a Francia al imperio austriaco gobernado por su hermano. En realidad, María Antonieta nunca buscó traicionar su patria adoptiva. La vida lujosa y frívola que llevaba, sin embargo, hería los sentimientos de un pueblo francés que se veía orillado a comer mendrugos, cuando tenía que comer.

No existe un solo factor que pueda ser señalado como el origen único de la Revolución Francesa. Pero una monarquía enajenada, distante de sus súbditos, aunado a las malas cosechas -crisis en el campo-, la inestabilidad, inseguridad y la pobreza extrema que se vivía en el Francia en aquel entonces se sumaron a la miopía de la clase gobernante para culminar en el estallido social.

¿A qué viene la reseña histórica?

A las noticias recientes -y otras no tanto- de que el País está sumido en crisis, existe un boquete fiscal y habrá que hacer recortes en los programas sociales y subir los impuestos.

"¡Qué coman IVA!", dice Hacienda y, si bien los partidos hacen como que no le siguen la corriente, lo cierto es que ellos están igual o peor, pues al menos Hacienda pretende encontrar la manera de proveer para el gasto público, mientras que los partidos y sus agremiados son en sí un gran porcentaje del gasto público.

Haya o no haya elecciones, los partidos reciben una buena tajada del erario para hacer sus funciones aunque a la mayoría de las personas no les queda claro el bienestar que reciben a pesar de tanto anuncio por ellos pagado.

Haya o no haya crisis, recibirán miles de millones de pesos que serán pagados con los impuestos actuales o incrementados de los mexicanos que, a cambio, reciben promesas. Promesas que los políticos aplican como ungüento entre la población, esperando que así pase otro trago amargo. Uno más. ¿Hasta cuándo?

Entre los responsables de analizar estos aumentos en las cargas y disminución de los beneficios sociales están los diputados. Éstos, al menos los de mayoría relativa, destacan como protagonistas de las elecciones más caras de Latinoamérica y, además, gozan junto con senadores y otros funcionarios públicos de grandes beneficios por servir a la Nación.

Aquellos sacrificados que permutan las grandes ganancias que podrían obtener en el fértil campo de los negocios por un puesto público, gozan de privilegios en materia de salarios, bonos, fondos de ahorro, seguros, viáticos y beneficios laborales que la mayoría de los mexicanos no llega siquiera a soñar en tener algún día.

Estos privilegios pueden o no ser merecidos. No disputo la valía, cualidades, preparación o inteligencia de los señores legisladores. Sin embargo, debemos recordar que la función pública es un lugar para servir, obteniendo a cambio una retribución que les permita vivir en la honrada medianía que bien señaló Benito Juárez años atrás.

Los que con su genio, habilidad y entrega deseen hacer fortuna, que mejor apliquen su esfuerzo y trabajo en la iniciativa privada, creando empresas que sean fuente de riqueza y empleo para el País y sus habitantes.

Querer hacer fortuna en el desempeño de un cargo público no sólo desvirtúa la función que debe desempeñar el representante del pueblo, sino que además zahiere el sentimiento de sus representados, principalmente a la mayoría de este País: los pobres.

Inicia una nueva Legislatura en la Cámara de Diputados; comienza el fin del sexenio para los senadores y el Presidente electos en 2006. Se acerca la hora de tomar decisiones de fondo pero también de forma. Se acerca el Bicentenario, se alejan las oportunidades.

No se requiere de un gran acontecimiento para iniciar una revolución. El pueblo está sitiado por el hambre y la desesperación. Sufre de incertidumbre perpetua y zozobra perenne. Estos nuevos diputados y sus partidos, ¿van a ver por ellos o por el pueblo?

El autor es abogado por el Tec de Monterrey y maestro en Derecho por la Universidad de Nueva York.

*** IMPORTANTE *** Revoluciones es un proyecto de información alternativa sin fines de lucro, para mantenernos en línea requerimos de tu apoyo. Puedes ayudarnos haciendo un deposito bancario, por mínimo que sea, hazlo en el banco HSBC, al número de cuenta 6271254999 a nombre de Samuel R. García o en transferencia electrónica abonando al número Clabe: 021180062712549990. Gracias.


No hay comentarios: