viernes, agosto 14, 2009

El regreso de Paco Gil

Francisco Rodríguez

El avaro visita su tesoro por traerle a la memoria que es su dueño, carcelero de su moneda.

Francisco de Quevedo

VA A REGRESAR.
No, no lo que se llevó, por supuesto. “Eso” no lo regresa nadie, aunque el ocupante de Los Pinos anuncie una nueva cuanto inútil cruzada en contra de la corrupción.

Sí va a retornar, en cambio, a la titularidad de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público, desde donde despachó –y se despachó-- durante los seis años del foxiato.

Es Francisco Gil Díaz el relevo de aquel que lo relevó en el 2006.

Porque, ahora sí es en serio, Agustín Carstens ya se va.

Y de sus posibles sustitutos –Carlos Hurtado, Santiago Levy--, sólo Gil Díaz aprobó el examen de personalidad y capacidades al que, en ausencia, los aspirantes fueran sometidos el jueves de la semana anterior en una comida ultrasecreta, celebrada por el rumbo de Bosques de la Lomas, al poniente de la capital nacional.

Gil Díaz, but of course, cuenta ya también con el Vo.Bo. de los organismos multilaterales como el FMI y el Banco Mundial, de los que cada vez más dependen las finanzas nacionales.

Carstens se va, no sólo por sus condiciones de salud que son de cuidado extremo cuando se carga con un sobrepeso cual el que él padece. Su salida está lista, sobre todo, porque alguien debe cargar con las culpas y fracasos de cuanto plan financiero y económico ha emprendido la fallida Administración del señor Felipe Calderón, muy en especial de aquellos denominados contracíclicos… para enfrentar la crisis, pues, cuyos nocivos efectos, definitivamente, no ha conseguido minimo.

Se va, asimismo, luego de acatar la encomienda de presentar a la atención del respetable el peor de los panoramas hacendarios que nadie pudiera imaginar, dadas las credenciales que don Agustín presumió desde el Fondo Monetario Internacional, donde llegó a ser vicepresidente.

Aunque en su descargo habría que señalar que, como apenas el mismo dijera ante los senadores de la República, “no se manda solo”. Que es bien poco lo que un subordinado puede hacer cuando el jefe cree saberlo todo. Y ese es el caso de Agustín Carstens, cuyas decisiones seguro siempre han sido modificadas o alteradas por su jefe inmediato superior, quien así hace valer los másters –que no maestrías— obtenidos en unos cuantos meses lo mismo en Harvard que en el ITAM.

No ha sido la sujeción o la sumisión al jefe lo que ha caracterizado a Gil Díaz en sus diversos trayectos por la administración pública o, incluso, por el hoy autónomo Banco de México. Por el contrario.
Célebre es ya su primer encuentro con el entonces joven Carlos Salinas de Gortari, de quien se mofó a carcajada abierta porque su tesis para obtener el posgrado de Economía en Harvard había sido sobre ¡Emiliano Zapata!

Ni qué decir de aquella otra conocida anécdota narrada por uno de los asistentes a una de las reuniones del gabinete foxista, en la que el entonces titular de Economía, Luis Eugenio Derbez, le solicitó dinero para sus micro-changarros y, enfrente del entonces Jefe del Ejecutivo y del resto de secretarios del Despacho, Gil Díaz, lacónico, espetó: “No hay dinero para tus micro-changarros, porque son mega-mamadas”, lo que todos celebraron.

Gil Díaz, además, posee las llaves de cuando menos un baúl lleno de riquezas: los fideicomisos ilegales a los que fueran enviados miles de millones de dólares, en su mayoría provenientes de aquellos añorados excedentes por la venta al exterior de nuestro oro negro.

Fideicomisos que, pese a esa especie de llamadas a misa que ha hecho la Auditoria Superior de la Federación, siguen ocultos al escrutinio público, y muy lejanos, además, a la rendición de cuentas.

Dineros que, supongo que supone el señor Calderón, pueden ser sacados de esas arcas ultrasecretas, ahora que su Administración prácticamente está en “la quinta chilla”, y el país va directito al carajo.

Cuestión de días, de horas quizá, para que don Agustín Carstens sea relevado por aquél a quien en el 2006 el relevó.

Índice Flamígero: Help!, ¡Niños y mujeres primero! Pareció gritar el secretario del Trabajo, ayer en la Cámara Alta, cuando citó: "Impulsar la agenda de competitividad ante un escenario como el que dibujó el secretario de Hacienda, de una gran fragilidad en las finanzas públicas, no podemos esperar que desde el Gobierno, con sus recursos, se generen los empleos y se mejore el ingreso y la productividad en el trabajo. Esto se tiene que hacer con el concurso del sector privado". Hilo negro… agua tibia… ¿qué inventó o descubrió Javier Lozano Alarcón?

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