viernes, julio 10, 2009

¿Triunfo del PRI?

Andrés Avila Armella / Rebelión

En los últimos días se ha podido leer a ocho columnas en los principales diarios que circulan en México que el PRI fue el principal triunfador en las recientes elecciones legislativas, estatales y municipales. Si nos atenemos únicamente a los porcentajes que obtuvo dicho partido con respecto de los otros, pareciera un dato irrebatiblemente cierto, sin embargo habríamos de preguntarnos si ese sólo dato puede satisfacer a quien se pregunta acerca de la realidad política de México.

Algunas personas preocupadas, estarán preguntándose si el pueblo de México carece de memoria histórica y está clamando por el regreso del partido que durante décadas representó una serie de desgracias para nuestro pueblo, si ya olvidamos la represión, la corrupción y la entrega del mal llamado proyecto revolucionario mexicano a manos del gran capital transnacional. Por mi parte considero que no hay tal cosa, la conciencia política de un pueblo no puede medirse por los resultados electorales, siguiendo esa lógica tendríamos que decir que el pueblo colombiano, peruano, mexicano o panameño son pro-imperialistas, pero la rica historia de dignas luchas de los mismos ha demostrado repetidamente su voluntad de lucha. Implicaría reconocer que el derecho burgués y la forma en que gestiona los estados al servicio del capitalismo son verdaderamente representativos de la voluntad popular, implicaría dejar de cuestionar la forma en que los partidos electorales se constituyen y participan en la política.

En los últimos años el pueblo de México ha protagonizado importantes epopeyas de lucha en donde cada vez más la organización popular ha hecho política independientemente de lo que ocurre en las urnas, movimientos como el del Frente de Pueblos en Defensa de la Tierra, la Asamblea Popular de los Pueblos de Oaxaca, La Otra Campaña, el Frente Nacional de Lucha por el Socialismo, los movimientos obreros, magisteriales, campesinos y estudiantiles han sido prueba de ello.

Los articulistas y columnistas de los principales diarios de México están haciendo apología de la política burguesa al afirmar que el “triunfo del PRI” se debe a una inclinación de la opinión pública. Sus opiniones basadas únicamente en porcentajes están dejando de lado el crudo dato de que el PRI obtuvo 3 millones menos de votos que hace tres años, es decir, hoy votaron por el PRI menos personas que las que lo habían hecho en las elecciones presidenciales pasadas cuando dicho partido obtuvo el tercer lugar porcentual en las preferencias electorales. [2]

Los resultados electorales se pueden explicar mejor por los que no votaron que por los que lo hicieron, sin embargo la mayoría de los periodistas, por ignorancia o por dolo, se están olvidando de que la mayoría de los electores ni siquiera se presentó a las urnas y están obviando su opinión y posición política, como si las decenas de millones de mexicanos que no encontraron ningún interés en presentarse a votar estuvieran pensando en hacer ganar al PRI. Incluso, habría que preguntarse si las personas que acudieron a votar lo hicieron albergando esperanzas reales de que algo cambie en su favor o si en general lo hacen porque guardan una lejana esperanza en satisfacer alguna demanda inmediata.

No hay que olvidar que el PRI es un gran maniobrero electoral, que durante décadas convocó a elecciones en medio de importante inconformidad social y que sin embargo se las arreglaba para ganar. Es el partido con mayor número de militantes, quienes se mantienen en él a cambio de favores políticos que les permiten gozar de gran parte del erario público, así como entablar importantes negocios legales e ilegales, incluso se sabe que gran parte de sus maniobras y corruptelas electorales fueron determinantes para concretar el triunfo fraudulento de Calderón en el 2006. [3]

Pero incluso sin acudir a hechos de corrupción, podemos afirmar que el PRI durante décadas contó con la predilección de la mayoría de los capitalistas con intereses en México, tanto nacionales como extranjeros. La clase capitalista a menudo no es incondicional de algún partido sino que sus preferencias pueden cambiar en la medida en que las distintas fuerzas políticas con capacidad de administrar sus intereses, demuestren ser las idóneas para los mismos. El PRI durante décadas ha sido la fuerza política idónea para administrar el Estado mexicano y para impulsar el capitalismo, y dicha idoneidad no deriva ni de sus principios ni de sus discursos sino del gran aparato administrativo y represivo, diseñado por ellos y que garantizó en todo ese tiempo los satisfactores necesarios para la reproducción capitalista en México.

Es claro que el PAN tiene mayor afinidad ideológica y programática con la clase capitalista, principalmente con la norteamericana, sin embargo los panistas no han alcanzado el nivel de eficacia política y represiva que ha exhibido el PRI en sus gestiones. El PRI sigue siendo hegemónico en muchos sectores de la burocracia política del país, el poder judicial, el ejército, la policía, la mayoría de los sindicatos corruptos o “charros” han sido educados y formados por los priístas, así mismo, la relación del PRI con el capital transnacional siempre ha sido efectiva.

Básicamente estamos presenciando un momento en que la clase dominante en México está revalorando la necesidad de poner al frente del gobierno a los que hasta ahora han sido los mejores administradores de sus intereses; por ejemplo ha sido muy notorio el impulso que desde varios ámbitos, pero sobre todo a través de los medios de comunicación se le está dando al actual gobernador del Estado de México, Enrique Peña Nieto, uno de los principales ejecutores de la represión del 2006 en San Salvador Atenco. [4]

Otro aspecto a destacar son los malos resultados que ha obtenido el PRD, y los escasos triunfos del PT y Convergencia, pero más interesante y revelador son las interpretaciones que los voceros de la burguesía, quienes se expresan en los medios de comunicación, hacen de dicha debacle, como ejemplo tenemos el siguiente comentario:
Pero el regreso del PRI, como lo vimos el domingo pasado, es la confirmación de que la izquierda mexicana y su partido emblema, el PRD, no sólo fracasaron culturalmente, sino que fueron asesinados. ¿Quién mató a la izquierda? La respuesta la saben todos: intelectuales, políticos, periodistas que se dicen de izquierda. Pero todos o casi todos callan, porque sucumbieron al fanatismo de la religión llamada AMLO. Los fanáticos enloquecerán de nuevo, pero saben que el asesino del PRD —emblema de la izquierda— se llama Andrés Manuel López Obrador. En 2001 aquí dijimos que AMLO cometió parricidio con Cárdenas. Hoy AMLO mató al PRD. Y sobre su cadáver pavimentó el regreso del PRI. Sí, Andrés, la historia no perdona. [5]

Este mismo comentario, tal vez con algunas variantes, lo habremos de encontrar recurrentemente entre los periodistas que a través de la televisión, el radio y los periódicos, pretenden dirigir la opinión pública publicitando la lectura política de la burguesía. En el fondo pretenden pasar el hecho de que buena parte de la clase dominante ha dejado de pensar en las fuerzas políticas dirigidas por Andrés Manuel López Obrador como una opción viable para dirigir la política y el capitalismo en México, como si se tratase de un repudio de la opinión ciudadana.

Su línea argumentativa gira en torno al supuesto de que la ciudadanía ha reprobado las acciones de resistencia en contra del fraude electoral del 2006, siendo que fueron precisamente los sectores populares quienes acudieron a movilizarse tras el fraude, y que era lo mínimo que podía esperarse ante dicha situación.

Quienes cambiaron su visión sobre López Obrador fueron los grupos empresariales, quienes durante su gestión en la jefatura de gobierno del DF, le otorgaron importantes espacios en los medios de comunicación, su conferencia de prensa matutina fue siempre cubierta por los éstos, se le llamó a incontables entrevistas, incluso en medios internacionales, en resumen, fue evidente que gran parte de la clase dominante en México coqueteó con la posibilidad de que un partido con relativo discurso de izquierda, pero comprometido profundamente con los intereses empresariales, se encargara de encabezar el gobierno mexicano. Finalmente los sectores determinantes y hegemónicos de la burguesía optaron por continuar con el PAN, lo cual implicaba principalmente un ritmo acelerado de la aplicación de las reformas neoliberales.

Así pues, la buena relación de López Obrador con grandes empresarios como Carlos Slim y su eficiencia administrativa en el DF, fueron insuficientes para lograr en última instancia el favor de quienes verdaderamente toman las decisiones políticas y económicas. [6] A partir de entonces AMLO y su equipo se han metido en un atolladero, pues no encuentran la mejor forma de regresar al juego político electoral, esa situación ha conducido entre otras cosas a la división interna en el PRD, pues mientras el grupo encabezado por la corriente Nueva Izquierda ha pensado que lo más inteligente es abandonar por completo las formas de resistencia popular y rescatar la simpatía que otrora lograron entre diversos capitalistas, los simpatizantes de López Obrador piensan que su mejor capital político es la popularidad y su capacidad de movilizar a miles de personas.

Sin embargo ambas fracciones, sumidas en una serie de contradicciones, salvo en el caso del DF, no contaron esta vez con la preferencia o simpatía de grupos importantes de capitalistas capaces de colocarlos en los medios de comunicación o financiar campañas capaces de competir con las que estaba impulsando el PAN y el PRI. Su actitud, lejos de cuestionar en su estructura al régimen de dominación, ha tendido a fortalecerlo, cavando de esta forma su propia tumba; la posición actual de ambas fracciones los deja en una situación en que ni logran atraer el entusiasmo y la participación popular ni tampoco la preferencia de los capitalistas.

Más allá de lanzar vítores al PRI, la clase dominante y la burocracia tripartidista que controla en su mayoría al Estado mexicano, debe estar muy preocupada por el desgaste del sistema político que cada vez resulta ser menos atractivo para el pueblo. El enorme derroche de recursos en las campañas electorales fue insuficiente para convencer a la mayoría de la gente de que acudir a las urnas podía modificar en algo su situación de vida. Dicho desencanto no es coyuntural, ha sido el resultado de la profunda y repetida decepción que han dejado los cambios de partidos en los gobiernos federales y locales; PRI, PAN y PRD, principalmente, se han encargado de hartar la paciencia popular, de demostrar que los intereses de la burocracia política, sea cual sea su color, no son los intereses del pueblo. El enriquecimiento de unos cuantos y el empobrecimiento de la mayoría ha sido una constante, lo mismo que los escandalosos hechos de corrupción y represión.

El pueblo de México no es priísta, tampoco es panista ni perredista, es un pueblo profundamente harto y cansado de tener esperanzas en la burocracia política y recibir a cambio puras decepciones. Esto no lo convierte en un pueblo resignado a su suerte, por el contrario, las experiencias recientes de movilización y organización popular dejan ver que es un pueblo ávido de transformaciones.

Sin embargo, es necesario ser prudentes, pues si bien existen fracturas al interior de la clase dominante que le dificultan seguir gobernando como hasta ahora, si bien la crisis económica está llevando al límite a millones de obreros, además del crónico deterioro en la calidad de vida de la mayoría del pueblo, esto no significa que debemos cruzarnos de brazos a esperar que el régimen caiga.

Es muy importante que las organizaciones revolucionarias no bajen la guardia y sigan haciendo la labor que las caracteriza, no podemos perder de vista que el régimen se ha repuesto de anteriores crisis económicas y políticas; en ausencia de opciones revolucionarias, la clase dominante puede adquirir de un momento a otro la capacidad de recomponerse, incluso apropiándose de algunas consignas y reivindicaciones de la lucha social.

El pueblo mexicano por ahora tiene claro que la solución a sus problemas no provendrá de las urnas, sin embargo las organizaciones y frentes revolucionarios que existen en el país aún no hemos tenido la capacidad de transformar el descontento social en conciencia de clase, ni de transformar la lucha social en lucha revolucionaria, para ello hace falta seguir desempeñando una ardua labor política, tomando en cuenta que ésta no puede ser la misma que practican los burócratas de los partidos electorales. Es necesario pues incrementar el nivel de colaboración y unidad entre las fuerzas revolucionarias, construir una política con independencia de clase, que organice y luche, que oriente al pueblo pero que también lo escuche, que se funda con él y eleve su capacidad transformadora y revolucionaria. No se parte de cero, ésta labor está en marcha y ya hemos visto expresiones de su avance, en ese sentido, si se produce un entendimiento entre el pueblo y sus organizaciones, habrá una seria posibilidad de que el proceso madure a favor de las clases trabajadoras y la población oprimida elevando su capacidad de lucha, y con ello también la posibilidad de concretar muchas de sus aspiraciones.

[1] El autor es Maestro en Estudios Latinoamericanos y Licenciado en Sociología por la UNAM, actualmente es estudiante de Doctorado en Estudios Latinoamericanos en la UNAM. También es militante del Comité de Lucha por el Movimiento de Emancipación Nacional, COLMENA. andresavilaarmella@yahoo.com.mx

[2] Los datos actuales revelan que el PRI estaría obteniendo 8 millones 959 mil votos, mientras que en la elección del 2006 obtuvo 11.6 millones de votos.

[3] Algunas conversaciones telefónicas que fueron hechas públicas, revelaron el hecho de que Elba Esther Gordillo, líder del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación, hasta entonces afiliado al PRI, había hecho maniobras en el 2006 para concretar el fraude a favor de Felipe Calderón del PAN.

[4] Uno de los principales promotores de la imagen de Peña Nieto ha sido el grupo TELEVISA, situación que ha sido revelada recientemente por la periodista Carmen Aristegui.

[5] Ricardo Alemán. Intinerario Político. Publicado en El Universal el 7 de julio de 2009.

[6] Cuando digo eficiencia administrativa me refiero a que desde el punto de vista de los capitalistas, el DF se convirtió en un sitio conveniente para manejar sus negocios, López Obrador presentó algunos métodos para hacer más eficiente la administración pública que causaron simpatía entre grupos de empresarios, mismos que corroboraron que López Obrador y el PRD no estaban siquiera pensando en afectar sus intereses.


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