jueves, julio 16, 2009

Los niños de Hermosillo los quemaron con napalm

Álvaro Cepeda Neri

El investigador, doctorado en Transferencia de Calor, Rafael E. Cabanillas López, de la Universidad de Sonora, tiene una hipótesis científica de lo que recibieron sobre sus cuerpos los casi 100 niños de la guardería ABC que fue presa del fuego originado en los almacenes (de archivos muertos muy comprometedores sobre los manejos del dinero público por Robinson-Bours), de la Secretaría de Hacienda y de Finanzas del gobierno de la entidad.

El techo de la estancia infantil era de poliestireno, usado como plafones, y que es una mezcla de benceno y poliestireno, prohibido en muchos países como material de construcción. Hace las veces de fósforo blanco que al incendiarse, es mucho muy difícil de apagar.

Lo anterior y en base a lo publicado por el investigador sonorense (La Jornada: 24/VI/09), nos lleva a la conclusión que los 48 niños fallecidos y los que a duras penas sobreviven, recibieron un baño de napalm; un gel resultado de la mezcla arriba señalada (para más datos consultar la publicación también citada) y que una vez encendido no puede apagarse fácilmente, se comporta como un plástico pegajoso que se adhiere a la piel y permanece encendido durante bastante tiempo.

Los niños de Hermosillo sufrieron algo peor que un infierno, y por la falta de una constante revisión, como manda la Ley de Previsión Civil, como por haber rodeado la guardería con almacenes de papelería y otros elementos altamente combustibles, se deben calificar como homicidios con todas las agravantes.

No es un simple alias el de llamar a Robinson-Bours el Herodes de Sonora, ya que éste, como autor intelectual, con su ex secretario de Hacienda Eduardo Vargas Gaytán y los funcionarios que se beneficiaban con la guardería (3 mil pesos por niño les paga el IMSS, y en la estancia del incendio había 200; cuando esos cómplices de Bours tenían todas las estancias infantiles de la entidad), provocaron esos homicidios y, si sobreviven los demás, quedarán dañados de por vida junto con sus padres.

Ya Robinson-Bours acusó a empleados menores que nada tuvieron que ver, y en una corrupción más, detenidos fueron liberados por las fianzas del fideicomiso que instaló Bours para las víctimas.

Herodes, apodado el grande (porque hubo el Herodes Antipas) resulta menos perverso, ya que mandó matar a los niños degollándolos. En cambio los de Herodes Robinson-Bours fueron sometidos a sufrir vivos la “tormenta perfecta” del fuego del poliestireno, para morir ya 48 por quemaduras en todo su cuerpo, mientras los otros quedarán desfigurados, si es que sobreviven.

Ha sido un infanticidio (delito cancelado de los códigos penales) en calidad de homicidios calificados, con la autoría directa de quienes, encabezados por el “gober” Bours, se aprovecharon del botín que resultó de apoderarse de las concesiones infantiles. Dejar en la tradicional impunidad a los responsables directos e indirectos, solamente avivará otro fuego: el de la rebelión de los sonorenses ante la injusticia.

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