jueves, junio 11, 2009

Desobediencia Civil

Descendiente de inmigrantes franceses, nace el 12 de julio de 1817 Henry David Thoreau en Concord, Massachusetts; la ciudad que fue el sitio de las primeras batallas de la guerra de independencia de los Estados Unidos, en Lexington precisamente el 19 de abril de l775 y que posteriormente iba a ser -gracias a Emerson y al mismo Thoreau- la cuna del renacimiento cultural de Nueva Inglaterra.

A los dieciséis años, Henry David ingresa a la Universidad de Harvard. Después de obtener su bachillerato en Artes, regresa en agosto de 1837 a su pueblo natal, en donde al mes siguiente inicia su labor de maestro, por cierto muy revolucionaria y en consecuencia cortísima ya que pensaba ser compañero de sus alumnos... y abolir los castigos corporales; teoría pedagógica inadmisible para aquellos años y para los miembros del consejo de la escuela pública de Concord.


Sin embargo al año siguiente, en 1838, con su hermano John abre una escuela privada en donde desarrollarían sus propios métodos de enseñanza basados en el estudio directo de la naturaleza y evidentemente omitiendo los castigos corporales, algo así como la antesala de las escuelas racionalistas. Pero a pesar del éxito de la escuela y de sus métodos, Thoreau la abandona después de trabajar en ella durante dos años como maestro de matemáticas, griego y latín.

Pocos años antes, se había instalado en Concord Ralf Waldo Emerson, quien influiría en la formación intelectual de Thoreau a través del Club Trascendentalista, que constituyó el punto de partida del movimiento filosófico-literario que se extendió entre 1830 y 1860 en Estados Unidos y que fue la más alta expresión del idealismo romántico: panteísta, individualista y democrático en su rechazo al conformismo social, al formalismo en la religión y al autoritarismo en la política.

Después de vivir algún tiempo en casa de la familia Emerson y de permanecer luego en Nueva York, regresa a su casa dedicándose a ayudar a su padre en la fabricación de lápices; trabajo fructífero ya que Henry David descubriría un peculiar proceso que permitió elaborar grafito de gran calidad, lo que daría a conocer en el mercado a los lápices de los Thoreau como los mejores.

A raíz de este éxito industrial sufre un auge económico y percatándose de que esta bonanza podía distraerle del camino que se había trazado abandonó esta actividad y cualquiera que pudiera sujetarle a una rutina.

No fue hecho para enajenarse;
Nunca se casó, vivió solo;
Nunca fue a la iglesia;
Nunca votó,
rehusó pagar impuestos al Estado.
No comió carne.
Ni bebió vino.
Ni fumó.
Y aunque fue naturalista,
jamás utilizó una trampa o un fusil.
Escogió para sí,
Inteligentemente sin duda,
ser amante del pensamiento
y de la naturaleza...

escribió Ralf Waldo Emerson.

Finalmente en 1845, en un terreno propiedad de Emerson construye su cabaña en la ribera del Estanque Walden en donde viviría durante dos años de acuerdo a sus propias normas, escribiría su bellísimo Walden o la vida en los bosques y elaboraría el texto “Desobediencia Civil”, el cual fue publicado en mayo de 1849, o sea tres años después de haber pasado una noche en la cárcel de su pueblo natal por rehusar pagar el impuesto personal, ya que se oponía tanto a la guerra que Estados-Unidos habían declarado a México el 13 de mayo de 1846 por conducto del entonces presidente norteamericano James Polk, así como al esclavismo. Es importante agregar que su acentuado odio hacia la esclavitud le llevó a participar activamente en el funcionamiento del llamado tren subterráneo por medio del cual se transportaba a los esclavos hacia su libertad: el Canadá.

Durante la década de 1850 su vida está basada en la búsqueda de medios de subsistencia sin que por ello tenga que enajenarse. Así, se vuelve deslindador de terrenos en Concord; actividad que le permite estar en contacto con la naturaleza, escribir, meditar y viajar.

En 1857 conocería a John Brown -el célebre luchador antiesclavista- a quien admiraba profundamente, tan es así que el 30 de octubre de 1860, Henry David Thoreau leería su discurso La Oración por John Brown el día anterior al asesinato legal de este hombre -ejecutado en la horca-, defensor de las libertades humanas.

A finales de 1860, Thoreau tuvo que guardar cama, enfermó supuestamente de bronquitis; después del invierno, se levantó débil decidiendo ir a Minnesota donde pensaba erróneamente que su estado de salud podría mejorar. Pero cuando regresó estaba aún más débil, hasta que poco a poco sus fuerzas le abandonaron y por la mañana del 6 de mayo de 1862 cerró para siempre sus ojos a la naturaleza que tanto amó y tanto disfrutó.

La lectura de Desobediencia civil nos conlleva a ubicar claramente al pensamiento de la corriente más humanitaria y positiva del pueblo de Estados-Unidos. Si realmente el pensamiento de individuos como Henry David Thoreau siempre ha sido minoritario en el seno del pueblo norteamericano, esto no constituye razón para despojarle o minimizarle su inmenso valor en la cotidiana lucha, emprendida desde hace siglos, en pro del irrestricto respeto a la personalidad humana, al reconocimiento total y completo de la individualidad.

Thoreau se sitúa en el campo del liberalismo radical, de aquí su apasionado individualismo racional y su negación a la existencia de un poder capaz de someter al individuo. Los visos de un anarquismo filosófico son constantes en la presente obra, visos que bien podrían interpretarse como los puntos básicos de evolución del liberalismo hacia el anarquismo.

Cabe destacar, y para nosotros esto es fundamental, las razones que llevaron a Thoreau a escribir su Desobediencia civil, mismas que él expresó al sentenciar: el pueblo norteamericano tiene que cesar de tener esclavos y de hacer la guerra a México, aunque le cueste su existencia como pueblo. El plantea el derecho a la revolución, a una revolución pacífica que se iniciaría con la negación al pago de impuestos por parte de la población. Esto, teóricamente, supondría la limitación de recursos al gobierno norteamericano en su agresiva guerra contra México. Resulta lógico y es hasta necio el decirlo que el pueblo norteamericano o por lo menos su abrumadora mayoría, no hizo caso de tal consejo. Este resultado seguramente era previsto por Thoreau, quizá por esta razón se preguntaba y respondía: ¿Cuántos hombres hay por cada mil millas cuadradas en este país? Difícilmente uno.

Este ensayo es terriblemente crítico, corrosivo. El discurso en pro de la subversión es evidente y directo. Rápidamente llega al punto culminante: En verdad -proclama-, declaro en silencio la guerra al Estado a mi manera, aunque siempre haré el uso y conseguiré la ventaja que de él pueda.

Así, la actitud de Thoreau es desafiante. A él no le importan las mayorías ni las minorías; le importa la labor del hombre consecuente con su hombría; del individuo consecuente con su individualidad. Porque -como muy acertadamente señala- no importa lo pequeño que parezca el comienzo: lo que se hace bien una vez, está hecho para siempre.

Chantal López y Omar Cortés.
antorcha.net
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