lunes, mayo 11, 2009

Crisis y gabinete

Índice Político / Francisco Rodríguez

A los cortesanos les asusta más la idea de caer, que la caída misma

William Shakespeare

¿QUÉ PASÓ CON
los colaboradores del señor Felipe Calderón durante la emergencia sanitaria? Los más, se ocultaron, pero todos son la encarnación misma de una Administración fallida:

El secretario de Gobernación, Fernando Gómez Mont escurrió el gran bulto. Para empezar, el Cisen a su cargo ni se enteró del riesgo de seguridad nacional que representaban los iniciales brotes del virus. Nunca informó. El aparato de "inteligencia", dicen, está dedicado a levantar encuestas electorales. ¿Y los gobernadores? Por lo que se escucha, no le hicieron el mínimo caso al todavía exitoso abogado empresarial, ni siquiera enviando las cifras de cómo en cada entidad afectaba la influenza. Uno de ellos, el de Aguascalientes, de plano lo mandó a volar dos veces, hasta que intervino el titular de la Defensa y…

Los titulares de la SeDeNa y de Marina se colocaron de perfil. Durante los primeros días, enviados por el General Guillermo Galván algunas decenas de miembros del Ejército repartieron cubrebocas. El Almirante Maynez, abrió a la población el Hospital Naval. Nada más. Ambos se acuartelaron a la espera de que las iniciales compras de pánico no derivaran en una especie de "caracazo" que requiriera la intervención de las fuerzas armadas para contener los disturbios que uno de sus escenarios contemplaba.

Quien dio la cara, a quién le otorgaron poderes y facultades extraordinarias, fue el titular de Salud, José Ángel Córdoba. De carrera breve en el salubrismo, pues sus antecedentes más notorios están en la grilla electoral y en la legislativa, el médico de la Universidad de Guanajuato demostró con creces que ocupa el cargo, sólo porque es recomendado de Margarita Zavala. Sólo por eso. Nada más.

No aparecieron ni por asomo, los titulares del IMSS y del ISSSTE, sin credenciales en el asunto que no sean los del cuatachismo, en el primer caso, y los de la grilla, en el segundo.

De tumbo en tumbo, la canciller Patricia Espinosa reaccionó tarde y mal a las decisiones soberanas y sanitariamente preventivas de no pocos gobiernos extranjeros, a grado tal que provocó que su jefe se soltara de la lengua. Tal vez estaba entretenida colocando a otro de sus familiares en la nómina. Lo cierto: que es ella misma quien alimenta las versiones de que su relevo está por llegar de Washington. Para no variar.

No aprovecharon la pausa para cuando menos realizar su propio control de daños interno, quienes debieran combatir a la delincuencia, ya que sea organizada o no. Eduardo Medina y Genaro García, también hicieron mutis de la escena, mientras que por todo el país había un reguero de cadáveres producto de la violencia en contra de la que no hay cuarentena. Fracaso tras fracaso. Sospechosos de complicidad todos ellos.

El equipo económico-financiero de esta Administración fallida, expuso en este lapso sus muchas y muy grandes debilidades y más escasas fortalezas. Fue el secretario del Trabajo, Javier Lozano, quien más salió a la palestra, para mostrarse cual un pugilista en declive. Sus jabs en contra del gobierno de la capital nacional, ya a nadie sorprenden, pero además ya tampoco provocan el efecto buscado.

Agustín Carstens, de la SHCP, ocupó en cambio grandes espacios. Sus diagnósticos de doctor en economía han evolucionado al tremendismo. Sus recetas no satisfacen al mimado sector privado y, en cambio, sí son medicina amarga para los trabajadores.

Del muchacho tartamudo que ocupa la cartera de Economía, mejor ni hablar. Tampoco vale la pena detenerse en el ya muchas veces señalado encargado de turistear.

Se exhibió muy educado el nuevo ocupante de la SEP, Alfredo Lujambio. Y en una de sus primeras frases escupió un "lapso de tiempo", como si los pudiera haber de otra cosa. Educadito. Nerd. Nada más.

Ausente total, el "agricultor" Alberto Cárdenas. Y parcial, el heredero del programa salinista de Solidaridad, Ernesto Cordero, no obstante que en sus terrenos se escenificaban las escaramuzas más vistosas: origen, desarrollo y propagación de la infesta.

"Con estos bueyes hay que arar", dijo a mediados de febrero el quasi profeta Lorenzo Servitje. Lo peor es que quien tiene que labrar cotidianamente con ellos, el señor Felipe Calderón, no parece percatarse de que, en escasos meses, la mayoría de sus secretarios ya no le sirven ni para arrastrar el yugo.

Como él mismo, su equipo está en crisis. Las circunstancias lo demuestran.

Índice Flamígero: ¿Y el Obispo Onésimo Cepeda? ¿Y Marta Sahagún? Quienes han leído el compendio de excrecencias que firma Carlos Ahumada se preguntan por la ausencia en tales páginas de cuando menos estos dos habitantes frecuentes de las secciones de escándalo en los medios.

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