viernes, abril 17, 2009

Hay esperanza con las revueltas contra la crisis

Álvaro Cepeda Neri

Cada vez que tiene lugar alguna reunión de los siete países más poderosos económicamente y cuando, además, invitan a trece de los presidentes de los Estados satélites, pero dentro del círculo de dependencia por el neoliberalismo económico, con el que se presenta actualmente el capitalismo, no han dejado de mostrarse revueltas sociales para protestar contra quienes en sus cónclaves deciden cómo relanzar a ese sistema financiero asentado en las máximas libertades de los mercados y que incluye el de la explotación laboral.

En la capital de Inglaterra, estuvieron los 20 (entre estos Calderón) y tuvieron el honor de saludar, formaditos en fila india, a ese vejestorio que es la reina.
Y en esa ciudad, de larga tradición parlamentaria con base a que la Reina, reina, pero no gobierna, por lo que tiene un primer ministro, hubo una serie de manifestaciones del pueblo inglés y de quienes llegados del continente europeo se sumaron a esas protestas.

Esto, para repudiar a los representantes de los países que acordaron tibias medidas (un mayor control de los paraísos fiscales donde guardan su dinero los políticos rateros, los narcotraficantes y quienes burlan pagar impuestos al fisco, como fue el caso de Roberto Hernández y socios que al vender el Banco Nacional de México, el foxismo les perdonó multimillonaria suma de impuestos, y depositaron sus dólares en esos paraísos).

Acordaron, también, inyectarle dinero público a las instituciones y empresas privadas, en una doble intervención de los gobiernos a los mercados, aspecto que plantean como sagrado, intocable, los súbditos de la Escuela Monetarista de Milton Friedman y los Chicago-boys. Estos, a su vez, tienen seguidores en los partidos de derecha.

La Merkel y Sarkozy, siendo de la diestra ideológica, pero con formación europea, presionaron a Obama y sus incondicionales, para que de una vez por todas los mercados financieros con sus paraísos fueran controlados, para, al menor síntoma de crisis por el manejo discrecional de fortunas especulativas, se pueda intervenir.

En ese contexto irrumpieron en Londres, Estrasburgo, París y otros puntos de la geografía europea, una serie de protestas callejeras. Y dejaron en claro que las vanguardias, que son siempre las minorías que abren camino a lo que en una serie de etapas llegan a ser revoluciones, no permitirán que los países y sus millonarios, dueños de los mercados, decidan unilateralmente el curso del sistema capitalista.

Los que ahora, nuevamente, sufren los estragos de la crisis que todavía no toca fondo y que avanza implacable para que a fines de este año los sin empleo sean un ejército que ante la desesperación, no tengan más opción que seguir a las minorías que protestan, para llegar a ser la continuación de las revoluciones inconclusas de hace más de un siglo. Hay, pues, esperanza de que gran parte de los pobres decida intervenir contra lo que unilateralmente disponen los ricos y los políticos.

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