viernes, marzo 13, 2009

Mitos y secretos de lavadores

No son narcos: los grandes blanqueadores de fondos son políticos, banqueros y abogados.

por Gabriela Ruiz

Seguro que alguna vez se ha topado con una escena como ésta: una distinguida dama que ofrece jugosas contribuciones a la iglesia de su colonia, aun y cuando sus ingresos demostrables no justifican tan importantes donaciones. Un empresario que destina más millones a comprar obras de arte que a mejorar los procesos de su compañía. Un joven –aparentemente muy precavido ante los infortunios de la vida– que invierte cifras increíbles en seguros. Una lujosa torre ubicada en una zona exclusiva, pero que está deshabitada…

Si usted quiere jugar al detective de lavadores de dinero, sólo preste atención a este tipo de conductas. No siempre habrá una intención criminal detrás, pero es muy probable que en la mayoría de los casos, si sigue el hilo de la historia, encuentre ‘un padrino’ a la sombra intentando legalizar dinero procedente de actividades ilícitas.

“El mito más grande es que el lavado de dinero sólo está vinculado al tráfico de drogas y no a otros temas”, afirma Tom Cash, director ejecutivo de Servicios contra Fraudes y Lavado de Dinero de Kroll, una compañía dedicada a la prevención de riesgos y fraudes financieros.

Cash, ex agente de la Administración de Drogas y Narcóticos (DEA), con más de 20 años de servicio, maneja casos relacionados con fraudes interno en corporaciones y lavado de dinero en Estados Unidos, Latinoamérica y el Caribe.
Más de una fantasía hollywoodense alimenta el supuesto conocimiento popular que existe sobre el funcionamiento del lavado. Sin embargo, su ingeniería es cada día más compleja y sutil, y el delito del cual proviene no siempre es la venta de drogas. “La verdad es que la gente involucrada en el lavado, a menudo está lavando dinero corrupto que se les pagó por contratos de gobierno o son negocios para evitar el pago de impuestos”, explica Cash. “Mucha gente cree haber visto a lavadores de dinero por las calles y siempre los imagina con pelo largo... ¡Por favor!”, exclama. En un ranking de las profesiones más involucradas con este crimen, Cash tiene bien identificados a los primeros lugares. “Los políticos están en la cima, seguidos por los banqueros y después algunos abogados”.

Las Rutas
Lavar dinero sucio tiene un costo aproximado de 7% sobre el volumen que se desea blanquear. Aunque, la urgencia que se tenga puede aumentar la comisión. “Si doy el dinero en una isla del Caribe el viernes y quiero usarlo el lunes, tendría que pagar hasta 15%”, dice el especialista. En cualquier caso, no es un negocio en el que se cuestionen los aranceles, dado que “no costó tanto esfuerzo (obtener el dinero)”.

Peces chicos y peces gordos surcan las aguas del crimen organizado. “Los que no están involucrados en transacciones de seis cifras son, para mí, amateurs”, dice Cash. Profesionales o recién iniciados, lo cierto es que quien lava, transita una ruta sinuosa para legalizar sus fondos mal habidos. “Hay que pensar que se deben seguir varios pasos para esto: ubicar el dinero, luego sostenerlo y finalmente poder usarlo. No sirve tener el dinero ilegal y no poder usarlo”.

¿Cómo actúan? Una de las características recurrentes en el lavado es que la gente usa bancos de países diferentes a los de su residencia. Una operación habitual es la siguiente: se abre una cuenta en un banco del país A con una transferencia que llegó del país B. A través de esta cuenta recién abierta se obtiene una tarjeta de crédito, que es la que servirá para ir haciendo diversas compras. El banco en el país A paga la tarjeta de crédito que otorgó el banco del país B. Es la solución perfecta. “Hoy en día, se puede comprar hasta una casa con tarjeta de crédito”, explica Cash.

El especialista reconoce que no resulta fácil detectar y detener este tipo de operaciones. “Son muy inteligentes. Todas las personas que he conocido que han estado involucradas en esta forma de lavado, tienen a los mejores banqueros y abogados”.
Los zares de la droga, en particular, no sólo hacen uso de los bancos para legalizar sus ganancias y meterlas al circuito económico formal sino que, con frecuencia, son dueños de instituciones-fachada. “Invierten en bancos de otros países, quizá en las Bahamas o las Caimanes”, apunta Cash. Una vez que ubican su dinero en la parte de atrás del banco, entran por la puerta principal a pedir un préstamo para construir un centro comercial, hoteles o cualquier otra inversión de envergadura. “Lo que han hecho es pedir un préstamo a su propio dinero para legitimarlo”.

A efectos de completar el circuito –de modo tal que el origen ilícito se diluya– los delincuentes ostentan papeles que demuestran que tienen un préstamo de ese banco; deducen el interés que están pagando de sus impuestos a la renta y luego declaran estas transacciones al gobierno.

El negocio sale redondo. “Hacen que el dinero crezca, lo integran al banco y, lo más importante, obtienen acceso legítimo al mismo”. De acuerdo con Tom Cash, éste es uno de los principales métodos para el lavado de dinero en Latinoamérica.
Una vez incorporado al sistema económico de modo aparentemente legítimo, el dinero blanqueado termina en inversiones que no siempre son coherentes con el ciclo que vive el mercado donde fueron a parar. “¿Nunca ha pensado que es raro que la gente construya grandes condominios que están sólo parcialmente habitados?”, pregunta Cash a Expansión. “¿En verdad un empresario pediría un préstamo, construiría un condominio y lo dejaría a medio habitar? No lo creo. Esto es lo que se ve en Miami, Medellín, Panamá, Texas y otras ciudades”, responde.

¿Dónde se puede lavar?
Los inmuebles no son el único destino para el blanqueo. “(En México) se lava a través de las iglesias, hospitales y del arte”, asegura Cash. Aunque hay otros productos financieros para cumplir este fin. “Hay pólizas de seguros en las que se puede invertir y crecer”, dice el ex agente de la DEA.

Sin embargo, el ámbito de la política es el escenario por excelencia que en todo el mundo atrae a los lavadores, y los políticos se vuelven funcionales a sus necesidades de legitimar dinero ilícito, a través de las llamadas “contribuciones de campaña”.
Aunque en muchos países se ha legislado sobre la cantidad de dinero que los políticos pueden recibir de parte de empresas y donantes particulares (por ejemplo, en Estados Unidos este límite es de $250 dólares por elector por elección), el uso de prestanombres sirve para esconder el lavado de dinero. “Si lo depositan en una cuenta a nombre de otra persona no hay manera de ejercer control sobre ésta. Cuando ella retira el dinero, no hay nada que se pueda hacer”, lamenta Cash.

Pero las elecciones no son el único momento en que la política hace de ventanilla para los criminales. El momento de legislar asuntos clave para el funcionamiento de un país y de sus principales mercados también se vuelve un imán para compañías sin escrúpulos que van detrás de la obtención de algún beneficio. “Las licencias para teléfonos celulares, para G3, los derechos para excavar pozos de petróleo, los derechos de minería, los permisos para las excavaciones de ultramar… ¿cuánto valen? Sumas incalculables de dinero”, dice el ejecutivo de Kroll.

Y comenta el caso de un cliente, una compañía de carga europea que opera en América Latina. “Ellos querían tener puertas adicionales en un aeropuerto de Argentina y siempre se les presentaban problemas administrativos. Un día invitaron a algunos funcionarios ministeriales a jugar golf en un exclusivo club de Miami”, relata Cash. En cuanto tuvieron oportunidad, los funcionarios argentinos platicaron con el presidente de la aerolínea. “'Sé que están buscando una puerta adicional. Les va a costar $25,000 dólares y los queremos en efectivo', dijeron a mi cliente”. Dado que el monto no se pagó, la compañía nunca logró la puerta adicional.

Trabajando para la DEA, Tom Cash participó de los operativos que rodearon y motivaron la caída de Manuel Noriega, en Panamá. En una de esas acciones, el grupo que comandaba encontró en su casa unos atractivos envoltorios navideños. “Eran nada menos que $56 millones de dólares en efectivo, dentro de tres cajones de seguridad. Era una situación muy interesante. Todos llenos de paquetes navideños y al abrirlos había efectivo en su interior”, cuenta. Sin duda, fue uno de los casos más representativos del poder político atrapado por el crimen y el lavado. “Observando las tarjetas de crédito de Noriega se veía que había logrado un acuerdo estupendo: el Tesoro de Panamá pagaba todas sus tarjetas de crédito”, recuerda.

Gracias a la tecnología, la ‘industria del lavado’ derivó en un negocio global del que no hay país que escape. “Probablemente nosotros (Estados Unidos) seamos uno de los principales lavadores de dinero en el mundo, y una gran cantidad atraviesa la economía”, reconoce Cash.

Según el analista, para examinar a fondo la situación en México es preciso poner la mira en el doble flujo de fondos: el que ingresa y sale del país. “Sabemos sobre el dinero que sale de Estados Unidos a México porque es información pública, pero no se sabe sobre el que sale de México hacia Estados Unidos”. ¿Hay mexicanos involucrados en el lavado de dinero? “Estoy seguro de que los hay –responde– pero nadie puede decir con certeza en qué porcentaje y con qué alcance. Si alguien lo hace, está adivinando”.

De todos modos, Cash admite que el sistema financiero mexicano dio pasos significativos para darle transparencia a sus operaciones. Rescata el trabajo realizado en ese sentido por Banorte, en 1995, y luego por Banamex y los bancos españoles que ingresaron al mercado, de los cuales dice “usan excelentes procedimientos”.

La ‘llave del reino’ está en manos de los bancos a la hora de hacer efectivo el control del lavado. Ellos conocen los patrones de las transacciones normales, y por ende pueden dar alertas ante irregularidades. “Cuando un banquero me dice que no tiene idea de que se movieron $90 millones de dólares a través de una cuenta en 30 días, yo digo que debería ser despedido, que es un pésimo banquero”, enfatiza.

El propio sistema contribuye, de algún modo, a que banqueros y empleados de las instituciones prefieran mirar de lado, en lugar de comprometerse con los controles. Ocurre que los bancos hacen dinero principalmente a través de las comisiones (por transferencias, retiros, depósitos…), y no a partir de cobrar intereses. “Estos empleados tienen una excusa creada por el mismo sistema. No son policías. Dicen: ‘bueno, sí, es mucho dinero, pero yo sólo hago mi trabajo. Gano dinero para el banco y yo obtengo muy buenas comisiones. Mientras más gana el banco, más gano yo’”, sintetiza Cash.

¿Intocables?
A mediados de los 80, Estados Unidos comenzó a crear las leyes contra el lavado de dinero. Europa y Asia no tardaron en ingresar a la tendencia y más lentamente lo hizo Latinoamérica, a partir de los 90.

Sin embargo, no es estrictamente la intención de atacar al crimen organizado que mueve los hilos del lavado, lo que movilizó a los gobiernos a darle guerra. Ellos se dieron cuenta que “los que están lavando dinero y huyendo con él no están pagando sus impuestos”, señala Cash. Éste es el motivo central por el que el lavado ha adquirido mayor trascendencia en los últimos años.

“Me encantaría decir que el lavado de dinero, asociado con la droga, es la causa que llevó a las personas a creer en la moralidad, honestidad e integridad. Pero en realidad es la recaudación impositiva”, advierte. El mayor criminal en la historia, Al Capone, nunca fue condenado por homicidio, asalto, venta de sustancias ilegales o cualquier de los tantos delitos que adornaron su trayectoria delictiva. Lo condenaron por evasión de impuestos. “En el futuro veremos más personas involucradas en el lavado de dinero internacional que serán condenadas, creo yo, por evasión impositiva, porque ésa es la figura legal más común”, considera Cash.

Por estar entre las leyes más aplicadas en todo el mundo y porque los gobiernos no pueden dejar perecer sus propios erarios, las leyes impositivas son las principales armas contra el lavado. Hoy, todos los países hablan de la necesidad de prevenir y sancionar este crimen con leyes rigurosas y específicas. Pero ¿por qué entonces es que no cumplen con su cometido? “Porque no las ponen en vigencia. La ópera nunca se acaba hasta que no canta la prima donna. Y aquí, la prima donna no ha cantado aún. No se puede hablar de un cumplimiento efectivo de la ley cuando nunca se responsabiliza a nadie”, concluye Tom Cash.

No hay comentarios: