jueves, marzo 19, 2009

Juegos de poder

Leo Zuckermann

Recientemente advertí que el proteccionismo comercial era el mayor peligro en caso de que Barack Obama ganara la presidencia y los demócratas el Congreso en los EEUU. Estaba más que telegrafiado. Durante las campañas lo estuvieron prometiendo. Por una razón sencilla: los sindicatos son una de las principales clientelas electorales del Partido Demócrata.

Los sindicatos quieren proteger la industria estadounidense para preservar los puestos de trabajo y, con ello, su base de poder. Presionan al partido para que cierren sus fronteras con barreras arancelarias y no arancelarias. A cambio, los sindicatos les proveen de votos y dineros a los políticos del Partido Demócrata. Pues bien, estos políticos ya están pagando las facturas con los sindicatos que les ayudaron a llegar al poder.

Como aperitivo, en el plan de estímulos por 789 mil millones de dólares aprobado por el Congreso, los legisladores agregaron la cláusula Buy American que obligaba a comprar acero y hierro estadounidense para todas las obras financiadas con dinero público. Canadá y Europa reclamaron que se trataba de una cláusula proteccionista que violaba los acuerdos comerciales internacionales. Buy American fue matizado para hacerlo compatible con dichos acuerdos. Pero ahí estuvo la primera prueba fehaciente de que los demócratas proteccionistas habían llegado a Washington.

Vino, entonces, la segunda medida proteccionista: cancelar el financiamiento al Programa Piloto de Transporte Transfronterizo que permitía a los camiones de carga mexicanos circular por los EEUU. La libre circulación estaba contemplada en el TLC. Tiene todo el sentido económico que las mercancías que exporta México a los EEUU, lleguen a su destino final en sólo transporte. Que no tengan que cambiar de camión en la frontera, lo cual incrementa los costos de exportación.

¿Quién se opone a la libre circulación de transportes mexicanos en los EEUU? Nada menos y nada más que el poderosísimo sindicato de transportistas de los EEUU conocido como los Teamsters. Presionaron a sus aliados demócratas en el Congreso quienes echaron para atrás la posibilidad de que camiones mexicanos circulen por territorio estadounidense, imponiendo así una barrera comercial no arancelaria.

¿Cómo reaccionó México? Decretó un aumento a los aranceles de 90 productos industriales y agrícolas provenientes de EEUU. Se trata de mercancías que en el 2007 fueron importadas a México con un valor por dos mil 400 millones de dólares. Según la Secretaría de Economía, el criterio para elegir dichos productos, que todavía tienen que ser publicados en el Diario Oficial, es que “provengan de un número importante de estados de la Unión Americana, cuyas exportaciones a México representen un porcentaje importante respecto de lo que exporten al mundo; que no sean insumos que afecten las cadenas productivas mexicanas a fin de no impactar el precio del bien final y que los productos elegidos no tengan un impacto en los precios de los productos de la canasta básica”.

Al parecer se trata de una retaliación bien pensada. En principio uno debería aplaudir el valor del gobierno mexicano para reaccionar frente al proteccionismo estadounidense. De hecho, la Casa Blanca ya anunció que busca opciones para permitir la libre circulación de transportes mexicanos en su territorio. Sin embargo, no hay una fecha fatal por lo que podría tratarse de una promesa para calmar los ánimos al sur del Río Bravo.

Esta historia debe preocuparnos, y mucho. La ola proteccionista en los EEUU ya no es hipótesis sino realidad. Y esto atentará contra nuestros intereses comerciales. El problema es que México tiene más posibilidades de perder que de ganar si se desata una guerra comercial. Por desgracia, somos el socio chico de la alianza comercial. Tenemos una relación asimétrica con los EEUU. Ellos son el gigante que tiene mucho más poder que podrían utilizar. Por eso, México tiene que ser sumamente cuidadoso de cómo reaccionar.

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