viernes, marzo 06, 2009

Ideas sobre la devaluación de la mujer (1)*

Pedro Echeverría V.

1. Tengo la convicción de que discutir el asunto del papel de la mujer en la sociedad capitalista es de fundamental importancia; pero obviamente es mejor luchar por su integración como ser social con igualdad de oportunidades, derechos y obligaciones que el hombre. Considero que milenios de opresión social le han impedido que desarrolle muchas otras facultades que la igualarían, que le permitirían demostrar que son tan inteligentes y capaces como el varón. Hasta hoy la mujer ha sido un ser (excepciones raras a parte) que vive a través del hombre, porque la sociedad ha sido organizada (a través de los siglos) por ideologías sexista y poderes masculinos.

2. Los hombres y las mujeres (escribe Simone de Beauvoir) no han compartido el mundo por partes iguales. Ni en el plano sexual ni en el plano moral, pero la mujer tiene que aceptar las imposiciones porque ha sido formada para someterse al hombre. La mujer no se reivindica como sujeto porque carece de los medios concretos, porque experimenta el vínculo necesario que la sujeta al hombre sin plantearse la reciprocidad, y porque a menudo se complace en el papel de “Otro”. Cuando la mujer ha sido tan explotada sólo le queda huir de su libertad, de su responsabilidad, tras la máscara de la femineidad, del matrimonio, de la fidelidad, de la represión sexual y moral que ella misma se impone.

3. en las últimas décadas se ha desarrollado, en casi todos los países, una gran lucha por la liberación de la mujer, sin embargo también se ha impulsado una fuerte oposición contra esa batalla con argumentos disímiles: 1. Los que defienden a la mujer tradicional como aquella que debe estar en el hogar al cuidado de los hijos y al servicio del marido; 2. Los que pretenden reducir los derechos de la mujer a la lucha por cargos políticos; 3 los que dicen que el hombre no es el enemigo y que hay que unirse a él por el cambio social, y 4. Los que de plano tratan de desprestigiarlas con adjetivos tales como “marimachas”, lesbianas o prostitutas.

4. Este artículo pretende contribuir a la difusión de una serie de ideas que a lo largo de varias décadas se han venido reflexionando, de manera particular, en varios países y, desafortunadamente, sólo entre sectores universitarios e “intelectuales”. Considero que es importante la amplia difusión de estas ideas y de muchas más al respecto, porque ello puede ayudar a que comiencen a organizarse las mujeres en la lucha por sus derechos como sector oprimido, no solo por el sistema económico/político, sino también por la ideología masculina que ha predominado en milenios.

1. La idea de la sola igualdad política a la mujer.

1.1. Se piensa y se propaga que con el derecho al voto otorgado por la burguesía a la mujer y la “igualdad” que tiene para ocupar un cargo político, basta. Sin embargo, por lo que se ha podido ver hasta ahora, pienso que en cualquier cargo donde están ubicadas las mujeres tendrán que desempeñarse como lo hacen los hombres. Sean altos cargos políticos, sean tares de planeación económica, sean puestos en el IFE, en la Suprema Corte, en la academia o la cultura, las mujeres actúan como los hombres; la realidad es que la estructura del sistema de Estado está tan cerrada que la diferencia sexual casi en nada influye. Lo más característico es la concentración del poder y la necesidad de ejercerlo para que no haya ninguna duda de quién lo tiene.

1.2 Si se hacen a un lado los asuntos de poder político y se ubica el problema en las relaciones al interior de las familias, de la escuela y de las relaciones en sociedad, se podrá encontrar entonces un amplio campo para estudiar a la mujer como sexo subordinado, pero también se podrá comprender los márgenes de independencia que puede ejercer. Se podrá entender su subordinación ideológica, pero también las posibilidades de romper con su cosificación para lograr su plena identidad como ser independiente.

1.3 En Yucatán, en 1993 ocupaban mujeres los tres principales cargos de gobierno: Gobernadora del Estado, Presidenta Municipal de Mérida y Presidenta del Poder Judicial. La realidad es que muy poco significado tuvo ese hecho. No se manifestó ninguna diferencia esencial con pasadas administraciones de los hombres. No se lanzó ley alguna que proteja a la mujer, no se realizaron congresos feministas, no mejoró ni un ápice la situación de las amas de casa, no se crearon más guarderías, más centros de capacitación a la mujer, no se realizaron foros o reuniones de género. Las mujeres gobernaron exactamente igual que lo han hecho los hombres.

2. La idea de partidos sobre los derechos de la mujer

2.1 Desde siempre, en los meses de campañas políticas, los funcionarios de todos los partidos, organizan sus discursos para ganar clientela electoral para su organismo político, y sabiendo que el sector femenino representa la mitad del electorado, se dirigen a él señalando que “se luchará por los derechos de la mujer, que se pugnará para que logren una mejor ubicación en la política y en la administración del país y que el sector ayudará al empadronamiento, la capacitación y la promoción del voto”. Pero ese llamado sólo contempla conseguir su voto y utilizarla, de ninguna manera es un planteamiento que tenga que ver con el inicio de una batalla por un cambio en la vida de la mujer.

2.2 Puede un partido como el PRI, el PAN, el PRD, luchar por “los legítimos derechos de la mujer si sus métodos de reclutamiento, de control y de dominación son autoritarios y antidemocráticos? ¿Acaso los derechos de la mujer se pueden limitar se pueden limitar al derecho de voto y a la oportunidad para tener uno de cada mil de los cargos políticos y burocráticos? ¿Qué han hecho el Estado y los partidos para acabar con la marginación femenina de las actividades que ella puede realizar y que están reservados al hombre? ¿Es que acaso no hay innumerables ejemplos que demuestran que la mujer puede realizar casi todas las actividades humanas?

2.3 La verdad es que los políticos hablan engañosamente de la igualdad de los derechos del hombre y la mujer pero la realidad es que más del 70 por ciento de ellas siguen confinadas al rutinario trabajo doméstico del hogar y al cuidado de los hijos; la escasa proporción de mujeres integradas al trabajo asalariado se haya relegada a trabajos de segunda categoría, siempre por debajo de los hombres, tales como camareras, criadas, secretarias, maestras, enfermeras, empleadas de comercio. Un ínfimo número de privilegiadas se pierden actuando como “damas de sociedad”, participan en apoyos de beneficencia o bien para ser representadas por sus maridos en sus círculos de amistades. Es importante dejar claro que este comportamiento no responde a un deseo individual de la mujer sino a una realidad social, a una estructura económica y de pensamiento que no ha podido romperse porque así parece convenir a la organización tradicional de la sociedad.

3. La idea acerca de la educación tradicional

3.1 Hasta hace algunas décadas se señalaba que la mujer es para la casa y el hombre para la calle. Se aconsejaba que cada quien debe hacer las labores específicas de su sexo. Se decía: “se ve muy mal, no es natural que la mujer trabaje fuera del hogar, para eso existe el hombre”. La mujer debe dedicarse al cuidado y a la educación de los hijos y a servir a su marido; no debe meterse en política. Este pensamiento se ha mantenido en los pueblos pequeños y en aquellas comunidades que aún permanecen un tanto apartadas del llamado “mundo civilizado”.

3.2 La mujer, se decía, debe llevar sobre sus hombres el peso y la responsabilidad en cuando a la economía familiar, cuidando de los hijos, acarreo del agua y la leña, lavado de ropa, preparación de alimentos. La niña, según la concepción estereotipada, aprende a atender a su padre y hermanos hasta que se une a un hombre. A partir del matrimonio, en la mayoría de los grupos de clases económicamente bajas, queda sujeta totalmente al marido. Una vez casada, el ideal de la mujer consiste (de acuerdo a la pauta tradicional) en parecerse lo más posible a su madre (Ver Tesis doctoral, en libro, de Vietnina Echeverría)

4. La idea de los cambios de la mujer en el capitalismo

4.1 Con la irrupción de la industrialización, el gran crecimiento de las ciudades y la multiplicación de los problemas económicos y sociales, la participación de la mujer fuera de “las labores tradicionales de su sexo”, se transformó en indispensable. Su integración al trabajo asalariado no nació como una necesidad de ayudar al presupuesto familiar. Fue de hecho el capitalismo el que impuso la ruptura de la familia tradicional amplia, puso las bases para el surgimiento de la llamada familia nuclear y también el rompimiento de la familia como institución.

4.2 Pero la participación de la mujer es aún muy limitada. Cada día crece el porcentaje de las que se integran al trabajo, al estudio, a la política y a los altos cargos administrativos; sin embargo, al mismo tiempo, todavía se registra un alto porcentaje de ellas que siguen prefiriendo ser “amas de casa” y otras más que tienen cerrado el campo de trabajo fuera del hogar. Los cambios no han sido rápidos; existen muchos diques que se oponen a que la mujer alcance oportunidades y derechos parecidos o iguales al de los hombres. Al parecer el freno más poderoso es el limitado desarrollo económico del país y el peso que ha representado la ideología tradicional. Quizá ha que esperar que la mujer varias décadas para que la mujer conquiste la igualdad real.

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