miércoles, enero 21, 2009

No Hay que Ilusionarse con Obama

Enrique Cisneros Luján

La gran prensa mundial se ha encargado de alentar en el mundo la falsa idea de que el ascenso a la Presidencia de los Estados Unidos de Barack Obama cambiará diametralmente la situación mundial. Esto ni es cierto ni es posible.

No es cierto, pues la única manera de cambiar el mundo es con propuestas radicales, revolucionarias, que impulsen cambios de raíz para transformar el sistema causante de la explotación y la injusticia: el capitalismo.

Barack Obama no se propone como un revolucionario, ni sus medidas son para cambiar ese sistema, que en sus entrañas trae la explotación, la miseria, el individualismo, la violencia. Las propuestas de Obama van dirigidas a intentar curar el cáncer que ya afecta al sistema capitalista para que los norteamericanos recuperen el nivel de vida al que están acostumbrados, pero sobre todo, para que la burguesía norteamericana y mundial pueda seguir viviendo de la explotación de los trabajadores.

Y si Obama estuviera dispuesto a cambiar todo de raíz no sería posible pues los cambios radicales no los puede hacer un ser humano solo, ni siquiera un equipo de personalidades; los cambios se dan en la acción de grandes grupos de trabajadores que se proponen enfrentar a los opresores.

Esto no quiere decir que hubiera sido mejor que las elecciones la ganara el candidato del Partido Republicano, simplemente no hay que alentar esperanzas de cambios que sólo se darán en el marco de la lucha organizada de los pueblos.

Obama ganó la presidencia porque el pueblo heroico de Irak sigue resistiendo, porque Afganistán no se rinde, porque Venezuela avanza en la construcción del poder popular, porque los cubanos cumplen 50 años de revolución, en fin, porque en todo el mundo los pueblos avanzan hacia la destrucción del capitalismo y la construcción de una nueva sociedad.

El que Obama llegue a la Presidencia abrirá algunas coyunturas políticas que permitirán que las luchas populares avancen sin tanta represión, ni tantas masacres como la que se dio en Palestina: niños, mujeres, cientos de pobladores asesinados y miles heridos, para cerrar con broche de sangre la presidencia de George Bush, quien jugó el papel del “torturador malo”, de capitalista sanguinario.

Pero como los pueblos siguen resistiendo, entrará en acción el “torturador bueno”, el capitalista bueno, que criticará a su antecesor y tomará medidas menos drásticas, pero todas a subsanar las heridas que tiene la bestia capitalista.

¿Y quién mejor que un demócrata burgués que además es negro? Aunque es significante que en un país eminentemente racista sea un ser humano de piel oscura el que llegue a la presidencia, eso no es garantía de nada: ¿acaso Condoleezza Rice, la represora de hierro del gobierno de Bush no es de piel oscura?

Sin embargo, no es de lamentarse que haya sido Obama quien ganó la presidencia, esto les da una posibilidad histórica a los trabajadores del mundo y sobre todo a los trabajadores norteamericanos, para retomar su rol de constructores de un nuevo sistema sin explotación y sin hambre. Sólo si los trabajadores empujan y se organizan, como sucedió en Venezuela, se puede acompañar a un dirigente en la transformación radical de la sociedad.

No hay otro camino: obligar a la radicalización del proceso con un empuje que venga desde la base social y se sustente en los únicos que pueden crear verdadera riqueza, los trabajadores.

Cuando Obama empiece a ser presionado por los “kukusclanes”, por los racistas, por los neonazis, entonces se necesitará un pueblo organizado que cree cobertura pero que también exija y luche. Cuando Obama empiece a tener contradicciones con los “burgueses bushianos” que lucraron hasta saciarse en la administración anterior, se necesitará un pueblo organizado y consciente que avance. Cuando los asesinos del Pentágono reclamen los privilegios que les dan las guerras ¿Podrá sólo Obama contenerlos o sólo trasladará la guerra de Irak a Afganistán…. o Irán?

No es posible que una sola persona cambie la situación del mundo, aunque sea el nuevo presidente de los Estados Unidos. Desde luego que influye, que puede ser un dique a ciertos sectores de la burguesía, pero el cambio viene de abajo, de los pueblos o no hay cambio.

Confiarse, ilusionarse falsamente lleva a los trabajadores a bajar banderas siendo conducidos a dolorosas derrotas de las cuales es muy difícil levantarse.

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