viernes, enero 30, 2009

Fiódor y el diablo. El mal en la obra de Dostoievsky

Omar Delgado/ Revista Intravenosa, literatura subcutánea

Pocos escritores han tenido una obra que refleje claramente las inquietudes y fluctuaciones de su propia alma como lo fue Fiódor Dostoievsky (1821- 1881). Cada uno de sus libros puede ubicarse, de acuerdo a su temática y personajes, en un momento determinado de su vida.

El autor ruso, aunque casi en ningún momento de su obra hace ejercicios auto-biográficos, acude con frecuencia a su vida para narrar sus historias o construir a sus personajes. Sin embargo, hay un elemento que se mantuvo presente a lo largo de su obra: la preocupación por el mal en el ser humano.

Odiarás a tu padre
La vida de Fiódor Dostoievsky sólo puede ser catalogada como turbulenta. Nace en el seno de una familia pequeño burguesa en 1821 en la cual el padre, Mikaíl, era médico del hospital de Santa María, en Moscú. El futuro autor de Los Hermanos Karamazov pasó su infancia en dos pequeñas habitaciones del nosocomio, rodeado por sus hermanos. Mikaíl Dostoievsky era lo que se consideraría en la actualidad un profesional de clase media, pero en la Rusia del siglo XIX, el ejercer alguna profesión bastaba para considerarse parte de la nobleza. El padre de Fiódor Dostoievsky fue un hombre estricto y avaro, que mantenía en condiciones precarias a su esposa y a su familia.

La figura de Mikaíl Dostoievsky fue determinante en el carácter del futuro escritor —inclusive, el doctor Freud le dedicó a esa relación padre- hijo uno de sus ensayos: Dostoievsky y el parricidio, publicado en 1926—. Cuando Fiador cumple 16 años su madre muere, y Mikaíl lo ingresa en la Escuela Militar de Ingenieros. Durante sus años de estudiante su padre le niega recursos para comprar las cosas más indispensables.

El padre del futuro autor gozaba de una posición relativamente holgada. Se había jubilado del hospital y, con sus ahorros, compró una pequeña propiedad y consiguió algunos jornaleros para que la trabajaran. Con el paso de loas años, Mikaíl se aficionó a la bebida y a maltratar a sus súbitos, por lo que estos, hastiados de su crueldad, lo asesinan en 1839, el mismo año en que Fiódor concluyó sus estudios como ingeniero militar. Descontento con la profesión que le habían impuesto, decide convertirse en escritor. Publica Pobres gentes, novela con temática social en la que llena de alabanzas a un grupo de súbditos demasiado parecidos a los que lincharon a su padre. El libro resultó un éxito y Dostoievsky se convirtió en un prometedor hombre de letras.

Los helados infiernos
Además de su ambivalente relación con el padre, otro de los factores que causaron una profunda huella en la vida y en la obra de Fiador fue su militancia política. Una vez que se convirtió en autor de renombre, fue influenciado por los círculos socialistas y anarquistas de su tiempo. Militó en el Círculo Petravinsky, grupo que se reunía para discutir, entre otros tópicos, la liberación de los siervos rusos y la lucha por la libertad de expresión. El grupo, originalmente sólo de estudio, se radicalizó y comenzó a planear el asesinato de Nicolás I. La policía zarista los descubre y los encarcela en abril de 1854. A los conspiradores, incluyendo al joven Dostoievsky, se les condena a muerte, pero justo cuando estaba frente al pelotón de fusilamiento, les conmutaron la sentencia por la de prisión con trabajos forzados. A Fiódor, quien miró la muerte de cerca, lo mandaron cuatro años a la prisión de Omsk. Durante su presidio, el escritor convivió con algunos de los peores criminales de la Rusia de los zares. A Fiódor le impactó que esos hombres pudieran tener también rasgos de solidaridad y bondad. Luego de cumplir su tiempo en prisión, fue enviado como soldado raso a una aislada guarnición de las estepas siberianas. Muchas de estas experiencias carcelarias están reunidas en su novela La casa de los muertos.

Durante su tiempo como prisionero y luego durante su temporada como soldado raso, Dostoievsky leyó compulsivamente el Nuevo Testamento. De ahí adquirió una espiritualidad casi enfermiza, que contrastaba con su personalidad impulsiva y altanera. En Siberia también conoce a la que sería su primera esposa, una joven viuda llamada María Dmitrevna Isavena.

Los anárquicos endiablados
Años después, Dostoivsky escribe: Los Demonios, novela en la que abjura de sus militancias anarquistas narrando las tropelías de un grupo de jóvenes fanatizados por el nihilismo terrorista. En ella es donde el autor crea uno de sus personajes más demoníacos: Nikolai Stravrogin, rebelde corroído por el remordimiento y la culpa, pero incapaz de hacer un acto noble. Nikolai es capaz de cometer los actos más deleznables sólo por aburrimiento y hastío. En uno de los capítulos trabaja para seducir a una niña de doce años, Matrioska, hija de la mujer que le hospeda. Una vez consumado el acto, narrado sin una gota de ternura, la niña se ahorca debido al remordimiento. Después de ello Stravrogin, en un impulso de autoflagelación, contra el matrimonio con una retrasada mental, a la cual humilla. Vacío, errático, Nikolai continúa su caída hasta que, al final de la historia se ahorca.

El pasaje de Los endemoniados que narra la seducción de Matrioska, al parecer, corresponde a un episodio real de la vida de Dostoievsky. En una carta de Strakhov, un conocido del autor, que dirige a Tolstoi, le dice:

“…No puedo considerar que Dostoievsky como un hombre bueno y feliz. Era malo, rencoroso, libertino y estaba lleno de envidia. A lo largo de su vida fue presa de pasiones que le hubieran hecho sentirse ridículo y desdichado de haber sido menos inteligente o menos malvado (…) Dostoievsky era incapaz de dominar su carácter… Lo peor es que se enorgullecía de ello y jamás se arrepentía de sus innobles acciones (…) Vikastov, un profesor, me confesó que (Dostoievsky) alardeaba una vez de haber violado a una niña en la casa de baños, niña que le fue llevada por su institutriz”1 .

Es posible que Fiódor haya fantaseado por lo menos con la idea de violar a una menor. Ese conocimiento, práctico o no, de un hecho tan recriminable fue el que le llevó a retratar al personaje de Nikolai Stravrogin con amplia verosimilitud.

Es a partir de Los demonios o Los endemoniados (como también se le conoce), cuando la naturaleza del mal se hace evidente en su obra. Como fiel cristiano, cree en la existencia de Lucifer y en contadas ocasiones lo retrata como un ente concreto. Para Dostoievsky: “…el diablo es un poder espiritual trascendente, aunque se le observa mejor por sus efectos en el comportamiento humano. Su hogar no es el infierno, sino el alma humana”2.

El mal redimido
Si Nikolai Stravrogin es un malvado sin posibilidades de perdón, entonces Raskolnikoff, protagonista de Crimen y castigo, es su contraparte. En dicha novela se relata cómo este último planea y perpetúa el asesinato de una vieja prestamista, así como la posterior carga de remordimientos que dicho crimen le hacen padecer. Publicada en 1866, cinco años antes de que escribiera Los Demonios, la historia del estudiante asesino posee un tono menos político, inclinándose más hacia el lado psicológico de la trama.

En esta historia Dostoievsky juega con el lector. Lo hace simpatizar con el asesino a fuerza de humanizarlo, Raskolnikoff es un joven estudiante, idealista, y algo soberbio, que se ve en serios apuros económicos. Por otro lado, la víctima, la usurera, Alena Ivanova es una mujer fría y cruel por la que no se puede sentir ninguna compasión. El protagonista la asesina, pero luego del crimen es atormentado por sus remordimientos. A pesar de que puede eludir a la justicia, al final de la historia, se entrega, acción que a su alma le devuelve la paz.

En Crimen y castigo, el autor ruso retrata al mal como inherente al ser humano, un mal compuesto por la vanagloria. Se abstiene de tratar lo maligno como concepto metafísico debido a que Raskolnikoff mata a Ivanova porque se cree superior; moral e intelectualmente, a ella. El asesino es la parodia del superhombre nietzscheniano al que vuelve humano su conciencia y su posterior aceptación de la culpa.

Caín, Abel y Alexei
Los hermanos Karamazov, considerada la obra máxima del autor ruso, fue su última novela, pues una hemorragia cerebral acabó con su vida en febrero de 1881, apenas unos meses después de concluirla. Probablemente es el trabajo más complejo de Dostoievsky, pues en él vierte todas las contradicciones que atormentaban su propio ser, desde las políticas hasta las morales. La trama gira alrededor del asesinato de Fiódor Pavlovich Karamazov, hombre de 55 años, a manos de uno de sus cuatro hijos. Dimitri, el mayor, es inculpado y condenado injustamente por el crimen. Al igual que en Crimen y castigo, Dostoievsky juega de nuevo con el juicio del lector, pues Fiódor es un ser egoísta, despiadado y altanero, con el que casi es imposible simpatizar. Así, su asesinato aparece como comprensible, incluso, como un acto justiciero.

Si Fiódor Karamazov es un retrato casi exacto de Mikaíl, el propio padre de Dostoievsky, sus hijos son piezas de una superestructura que bien puede ser la misma mente del autor. Cada uno de ellos corresponde a diferentes desdoblamientos de su personalidad: Dimitri es un sensualista y derrochador controlado por sus impulsos; Iván, el segundo, es el racionalista ateo que niega toda implicación moral; Alexei es el esperanzado, el que cree profundamente en el cristianismo y en la posibilidad de redención del ser humano; Smerdyakov, hijo ilegítimo de papá Karamazov y criado de la familia, es un asesino nato que toma la ideología atea de Iván como pretexto para cometer el parricidio.

De manera independiente a los enormes méritos literarios que tiene la novela, es en Los hermanos… en donde el autor ruso expone algunos de los debates más intensos acerca de la existencia del mal. Para Iván, el principal argumento en contra de la existencia de tales atrocidades. Ante estas circunstancias, Alexei sólo puede ofrecer su propia fe.

No obstante, es en el libro decimoprimero en donde Satanás se manifiesta en todo su esplendor. Después de que Smerdyakov le confiesa que él mató al padre de ambo, Iván sufre una alucinación en donde se le aparece un caballero apuesto y encantador que va cambiando de forma y expresión conforme debate con el racionalista. Le confiesa que “es un ángel caído”, y que “nada humano le es ajeno”. Sin embargo, la revelación más perturbadora que le hace el Maligno a Iván es que, en realidad, el mal auténtico vive en el racionalismo ateo que tanto defiende.

El final de la novela no es nada autocomplaciente: Smerdyakov se suicida, Dimitri es condenado, e Iliushechka, niño que murió como consecuencia de los actos de Dimitri y Fiódor, es sepultado. Alexei, ante tales hechos, sólo puede presentar su propia vida y su inmensa esperanza como argumento de la existencia de Dios.

Todos son (somos) Dostoievsky
A lo largo de la obra del ruso, se puede apreciar que su principal fortaleza (y al mismo tiempo, debilidad) son su personajes. Todos se parecen demasiado entre sí, y muchos se parecen al autor. Fiódor mismo fue un hombre de tormentas, lo mismo podía ser generoso que cruel, que no podía refrenar sus propios arrebatos al tiempo que buscaba la paz interna en distintas ideologías. En general, casi todos los protagónicos de sus obras se le parecen, como bien lo dice Somerset Mauhgam:

“(Dostoievsky) se sentía satisfecho por tener que entendérselas con un grupo reducido de personajes, y estos se repiten novela tras novela. Alyosha de Los hermanos Karamazov, es el mismo hombre, a excepción de la epilepsia, del príncipe Myshkim de El idiota. Stravrogin de Los demonios es simplemente una repetición de Svidrigáliov de Crimen y castigo. El héroe de este libro, Raskolnikoff, es una versión más recia de Iván de Los hermanos Karamazov. Todos son emociones de la torturada, retorcida y morbosa sensibilidad de Dostoievsky” 3.

En definitiva, sus creaciones tenían mucho de él. Dostoievsky escribió las aventuras y desventuras de esa pandilla terrible de personajes, debido a que él, dentro de su propio pellejo, sufría las mismas pulsiones que con tanta exactitud, y genio, retrató. Fiódor, como los protagonistas de sus historias, era también un endemoniado que buscaba —y huía—, su propia redención.

Notas
1 DOSTOIEVSKY, Fiódor, Los Demonios, Introducción de W. Somerset Maugam, 2001, México D. F., ed. Porrúa, p. XX.
2 BURTON RUSSEL, Jeffery, El príncipe de las tinieblas, 1996, Santiago de Chile, ed. Andrés Bello, p. 303.
3 DOSTOIEVSKY, Fiódor, Los Demonios, Introducción de W. Somerset Maugam, 2001, México
D. F., ed. Porrúa, p. XXIII.

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