Rogelio Ramírez de la O
El gobierno ha perdido mucha credibilidad tan sólo por negar la posibilidad de que la crisis estadounidense tuviera efectos serios en México. Ahora, con su plan para enfrentar estos efectos, pierde aún más, pues con las medidas anunciadas cae parte (aunque no todos) de sus planes de abrir Pemex a la inversión privada.
En efecto, hace apenas tres semanas, en su misma casa, Nueva York, Felipe Calderón dijo a los estadounidenses que si bien ellos tienen pulmonía, México tiene sólo un catarro.
La respuesta llegó rápido y con venganza, pues primero se sintió la falta de crédito y luego el peso perdió 30% frente al dólar desde su punto de máxima fortaleza de 10 pesos por dólar en julio.
Su plan de cinco puntos para enfrentar la crisis es una capitulación de varias posturas, más dogmáticas que analíticas, que sostenía sobre temas fundamentales del petróleo.
Un cambio de postura es que, ahora sí, el Estado construiría una nueva refinería, cuando había repetido hasta el cansancio que sólo podía hacerla y operarla el sector privado. Si en verdad la construye —y la duda surge por la pérdida de credibilidad—, hasta el PRI quedaría mal parado, porque ya se preparaba para tener filiales regionales con las refinerías, sujetas a la influencia de gobernadores del PRI.
También deja colgados de la brocha a numerosos analistas que apenas en la víspera afirmaban que el Estado no puede tener una operación rentable con la refinación. Ahora tendrían que condenar las inversiones anunciadas por Felipe Calderón y Agustín Carstens como carentes de sustento económico.
El segundo cambio de postura es la eliminación de los pidiregas (proyectos de inversión pública financiados con capital privado), que ahora Pemex deberá financiar con sus propios recursos. Por ende, la contabilidad oficial admitirá un déficit fiscal que siempre ha existido, pero que no admitía. Y aquí también los mismos analistas, sin análisis riguroso, repetían la verdad recibida del gobierno de que eliminar los pidiregas es muy gravoso para las finanzas públicas.
Estos cambios de postura están impuestos por la realidad y por el estancamiento económico, lo cual va exponiendo crecientemente a la política gubernamental como ineficaz. Pero al no ser cambios que surgen de un proyecto propio, carecerán de toda fuerza en su ejecución. En 2009, por ejemplo, en medio de un probable desplome económico, la realidad impondrá a Calderón el inevitable recorte de su gasto burocrático, mismo que siempre ha resistido.
Por estas razones un programa de sólo 78 mil millones de pesos será ineficaz, no sólo por ser muy poco dinero, sino porque son cambios a cuentagotas y la economía sufre mucho más que un catarro. Incluyen 53 mil millones para infraestructura, que en gran medida se presupuestaron y no se gastaron en 2008. No hay seguridad de que las fallas que causaron el subejercicio este año se vayan a corregir en 2009.
Y la protección del crecimiento y el empleo es inconsistente con una desgravación arancelaria, pues ésta abarata las importaciones y hace más difícil competir a la producción nacional, cuando la economía mundial tiene un gran sobrante de capacidad.
Por lo demás, las cifras proyectadas son irrealistas. Según ellas, el crecimiento de 2009 será de 1.8%. El peso contra el dólar 11.2 en promedio y el precio del petróleo 75 dólares por barril. Y habría que preguntar que si este es el “programa para impulsar el crecimiento y el empleo” dos años después de iniciar la administración, qué programa estaba aplicando hasta ahora el gobierno “del empleo”.
El gobierno ha perdido mucha credibilidad tan sólo por negar la posibilidad de que la crisis estadounidense tuviera efectos serios en México. Ahora, con su plan para enfrentar estos efectos, pierde aún más, pues con las medidas anunciadas cae parte (aunque no todos) de sus planes de abrir Pemex a la inversión privada.
En efecto, hace apenas tres semanas, en su misma casa, Nueva York, Felipe Calderón dijo a los estadounidenses que si bien ellos tienen pulmonía, México tiene sólo un catarro.
La respuesta llegó rápido y con venganza, pues primero se sintió la falta de crédito y luego el peso perdió 30% frente al dólar desde su punto de máxima fortaleza de 10 pesos por dólar en julio.
Su plan de cinco puntos para enfrentar la crisis es una capitulación de varias posturas, más dogmáticas que analíticas, que sostenía sobre temas fundamentales del petróleo.
Un cambio de postura es que, ahora sí, el Estado construiría una nueva refinería, cuando había repetido hasta el cansancio que sólo podía hacerla y operarla el sector privado. Si en verdad la construye —y la duda surge por la pérdida de credibilidad—, hasta el PRI quedaría mal parado, porque ya se preparaba para tener filiales regionales con las refinerías, sujetas a la influencia de gobernadores del PRI.
También deja colgados de la brocha a numerosos analistas que apenas en la víspera afirmaban que el Estado no puede tener una operación rentable con la refinación. Ahora tendrían que condenar las inversiones anunciadas por Felipe Calderón y Agustín Carstens como carentes de sustento económico.
El segundo cambio de postura es la eliminación de los pidiregas (proyectos de inversión pública financiados con capital privado), que ahora Pemex deberá financiar con sus propios recursos. Por ende, la contabilidad oficial admitirá un déficit fiscal que siempre ha existido, pero que no admitía. Y aquí también los mismos analistas, sin análisis riguroso, repetían la verdad recibida del gobierno de que eliminar los pidiregas es muy gravoso para las finanzas públicas.
Estos cambios de postura están impuestos por la realidad y por el estancamiento económico, lo cual va exponiendo crecientemente a la política gubernamental como ineficaz. Pero al no ser cambios que surgen de un proyecto propio, carecerán de toda fuerza en su ejecución. En 2009, por ejemplo, en medio de un probable desplome económico, la realidad impondrá a Calderón el inevitable recorte de su gasto burocrático, mismo que siempre ha resistido.
Por estas razones un programa de sólo 78 mil millones de pesos será ineficaz, no sólo por ser muy poco dinero, sino porque son cambios a cuentagotas y la economía sufre mucho más que un catarro. Incluyen 53 mil millones para infraestructura, que en gran medida se presupuestaron y no se gastaron en 2008. No hay seguridad de que las fallas que causaron el subejercicio este año se vayan a corregir en 2009.
Y la protección del crecimiento y el empleo es inconsistente con una desgravación arancelaria, pues ésta abarata las importaciones y hace más difícil competir a la producción nacional, cuando la economía mundial tiene un gran sobrante de capacidad.
Por lo demás, las cifras proyectadas son irrealistas. Según ellas, el crecimiento de 2009 será de 1.8%. El peso contra el dólar 11.2 en promedio y el precio del petróleo 75 dólares por barril. Y habría que preguntar que si este es el “programa para impulsar el crecimiento y el empleo” dos años después de iniciar la administración, qué programa estaba aplicando hasta ahora el gobierno “del empleo”.
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