Jorge Carrasco Araizaga / Apro
El desencuentro de Andrés Manuel López Obrador con la cúpula militar quedó en el registro del proceso electoral. Fueron públicas sus diferencias y los mandos del Ejército y la Marina hicieron saber que se sentían agraviados por los dichos del ahora ganador de la elección presidencial.
Desde que era precandidato, López Obrador criticó el papel de los militares en la estrategia contra las drogas. Advirtió que los regresaría al cuartel para no seguir “la represión al pueblo”. Dijo que no usaría la ley de Seguridad Interior que legalizó las actuaciones del Ejército y de la Marina en la última década y evitó cualquier contacto con el Estado Mayor Presidencial (EMP).
Los secretarios de la Defensa Nacional (Sedena), general Salvador Cienfuegos Zepeda; y de Marina (Semar), Vidal Francisco Soberón Sanz, entraron incluso en el terreno de la deliberación política para pronunciarse contra la vaga propuesta de amnistía de López Obrador, y a través de la prensa oficiosa hicieron saber que le estaban haciendo la cuenta de lo que consideraron como agravios contra las Fuerzas Armadas.
A menos de 48 horas de su triunfo, el tabasqueño anunció la primera medida de lo que puede ser un cambio del estatus quo al que se han ajustado las Fuerzas Armadas desde hace 12 años.
Después de una reunión con el presidente Enrique Peña Nieto en Palacio Nacional, dijo que el EMP dejará de estar en la Presidencia de la República y se incorporará a la Sedena.
Es más que una decisión administrativa. Es un cambio en la relación cívico militar en México.
Con diferentes nombres, el EMP ha existido desde el surgimiento de México como país independiente. Los diferentes presidentes han tenido a su servicio a un grupo de militares para su protección.
Con el tiempo, sobre todo durante el presidencialismo priista del siglo XX, se convirtió en un poderoso cuerpo al que ni siquiera los secretarios de la Defensa Nacional y de la Marina han controlado.
La participación del EMP en la represión estudiantil de 1968 en Tlatelolco es la más clara muestra de cómo los militares que han estado ahí se han mandado solos. Por eso, entre los militares se le conoce como un Ejército dentro del Ejército.
Integrado por elementos del Ejército, la Fuerza Aérea y la Marina, el EMP nunca ha rendido cuentas a nadie que no sea el presidente. Pero no se sabe qué tanto le dicen.
Cuentan con un presupuesto propio, instalaciones, grandes terrenos, aviones, helicópteros, equipo, material, reglamento, todo para la operación de un poderoso cuerpo armado que está al servicio del presidente y de su familia. Lo mismo que para los expresidentes y sus familias.
Vicente Fox y Felipe Calderón no solo mantuvieron, sino que reforzaron ese costoso cuerpo militar.
La decisión de López Obrador seguramente molestará a los jefes militares del EMP que han constituido una casta durante generaciones. Se tendrán que regresar a sus cuarteles propios de las Fuerzas Armadas y no los creados exprofeso para el poder político.
No les quedará más que obedecer, a menos de que decidan pasar a retiro anticipado o se den de baja como militares.
Los jefes del Ejército y de la Marina también quedaron descolocados con el triunfo de López Obrador, no solamente por los desencuentros que tuvieron desde la precampaña presidencial, sino porque se les reduce el margen para influir en la decisión de quién los habrá de suceder.
Pudiera ser que por lo menos el Ejército tenga como jefe a un militar retirado, el general de caballería Audomaro Martínez Zapata, quien desde el activo acompañó a su paisano desde la campaña presidencial de 2006.
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