Apertura de embajada de EU en Jerusalén deja 58 muertos y más de 2 mil heridos

Donald MacIntyre, traducción: Jorge Anaya / La Jornada

Gaza. Fue un día que se preparó durante 70 años, y que Estados Unidos quiso presentar como un nuevo amanecer, pero que en realidad expuso de manera brutal lo lejos que está el presidente Donald Trump de resolver uno de los conflictos más intratables del mundo.

Mientras Jared Kushner e Ivanka Trump asimilaban las fanfarrias por la controvertida apertura de la embajada estadunidense en Jerusalén, en la franja de Gaza, a escasos 80 kilómetros soldados israelíes abrieron fuego y mataron por lo menos a 58 palestinos que protestaban contra una acción que consideran una negación de su derecho fundamental a tener una capital compartida en esa ciudad sagrada.

Funcionarios palestinos afirmaron que 2 mil 700 personas fueron heridas por armas de fuego, gas lacrimógeno u otros medios. El término “asimétrico” apenas hace justicia al que fácilmente ha sido el día más sangriento desde la guerra de Gaza de 2014; las descargas de armas de fuego eran respondidas con piedras… no se informó de ningún herido israelí al caer la noche.

La cuota mortal parecía mofarse de la insistencia de Donald Trump en que busca una solución pacífica para Israel y los palestinos. Entre las condenas internacionales, incluida la acusación de “genocidio” lanzada por el presidente turco Recep Tayyip Erdogan, y los llamados de todas partes a la contención, el baño de sangre pareció simbolizar la creencia del gobierno israelí, eufórico por el traslado de la embajada, de que la fuerza y no los acuerdos es la ruta para asegurar el futuro de esta nación fundada hace 70 años.

Israel sostuvo que protege sus fronteras y culpó al gobierno de Hamas en Gaza por el baño de sangre. El ejército israelí afirmó que tres militantes armados fueron muertos al tratar de colocar explosivos cerca del muro en el cruce sureño de Rafah, en Gaza, y que lanzó un ataque aéreo sobre un puesto de Hamas cerca de la población norteña de Jabalya después de que palestinos abrieron fuego en la zona.

En el lugar de las mayores protestas, en Zeitun, cerca del cruce de Karni, las multitudes –incluidos mujeres y niños– fueron mucho más numerosas que en los primeros días, muchas sin ninguna intención de lanzarse sobre el muro fronterizo.

Sin embargo, una mujer, Nisma Abdullah, de 29 años, dijo al comenzar la tarde: “Estamos aquí por Jerusalén y Palestina. Es nuestra tierra”. Acompañada de sus sobrinos y sobrinas, afirmó que su hermano de 22 años fue asesinado en el quinto viernes de protestas y añadió: “Creo que estos jóvenes cruzarán [la frontera] y cambiarán la situación”.

Mahmoud Mansour, de 23 años, con el brazo izquierdo vendado por una protesta anterior, aseguró estar listo para “lanzar piedras o hacer lo que se pueda” una vez del otro lado de la frontera. Mansour abandonó la escuela a los 13 años con el fin de ganar dinero para su familia como cargador en el mercado, pero ya no tiene trabajo. “Esperamos hacer realidad nuestros sueños, encontrar trabajo y abrir las fronteras.”

Mientras en los días anteriores hubo jóvenes que arrostraban el fuego de francotiradores y las nubes de gas lacrimógeno para acercarse al muro, muchos otros en la multitud formaron una larga fila que caminaba en paralelo a unos 150 metros de la frontera, dispersándose cuando las fuerzas israelíes disparaban descargas esporádicas y gas lacrimógeno, cuyas columnas blancas resaltaban contra el humo negro de las llantas quemadas por los manifestantes. 
La escena no podría haber sido más diferente de la que hubo en Jerusalén, donde el primer ministro israelí habló de un “día glorioso” y dijo que Israel “llegó para quedarse” en la ciudad santa.

Trump estuvo representado por su hija Ivanka, y por el marido de esta, Jared Kushner. El presidente ha encargado a su yerno la tarea de ayudar a israelíes y palestinos a alcanzar la paz como parte de su función como consejero de la Casa Blanca, proceso con el que Kushner afirmó que su gobierno está comprometido. Sin embargo, quedó claro que no cederá en cuanto al estatus dado a Jerusalén por Israel, al cual llamó “una verdad”.

“El camino hacia la paz comienza con el reconocimiento de la verdad por parte de un Estados Unidos fuerte”, expresó Kushner. Israel considera que toda la ciudad, incluido el sector oriental, que capturó en la guerra de 1967 y se anexó en una acción que carece de reconocimiento internacional, es su “capital eterna e indivisible”. Los palestinos buscan que Jerusalén oriental sea la capital de un Estado que aspiran a establecer en Cisjordania ocupada y la franja de Gaza.

La mayoría de naciones sostienen que el estatus de Jerusalén –ciudad sagrada para judíos, musulmanes y cristianos– debe determinarse en un acuerdo final de paz y que trasladar embajadas en este momento perjudicaría ese ideal.

“Jerusalén debe seguir siendo una ciudad que una a personas de todos los credos”, manifestó Kushner en su discurso. El nombre de Trump fue ovacionado por los asistentes a la ceremonia en Jerusalén, entre ellos Netanyahu, y en un mensaje de video el presidente aseguró que el traslado de la embajada “se esperaba desde hacía mucho tiempo”. Sin embargo, también él habló de paz y afirmó que Estados Unidos “mantiene su compromiso total con facilitar un acuerdo de paz duradero”.

La Casa Blanca también emitió un documento informativo, en el que señaló que el reconocimiento de Jerusalén como capital israelí “no significa que Estados Unidos haya adoptado una posición sobre las negociaciones relativas al estatus final”.

Washington secundó a Israel en culpar a Hamas por la violencia en la frontera; el secretario adjunto de prensa de la Casa Blanca, Raj Shah, rehusó repetidas veces condenar la acción israelí y caracterizó las protestas en Gaza como un “horripilante” ataque propagandístico.

“Creemos que Hamas es responsable de esas muertes trágicas; que su cínica explotación de la situación es lo que conduce a estas muertes”. Y añadió: “Es un repugnante e infortunado intento de propaganda”.

El ejército israelí había advertido que tomaría todas las medidas necesarias para prevenir las rupturas en masa de la frontera con las que Hamas había amenazado. Entre signos de que la protesta había adoptado un cariz más violento que en las semanas anteriores, un cartel gigante cerca del cruce de Karni, con retratos de Nelson Mandela y Mahatma Gandhi, fue remplazado con otros que muestran lanzamientos de piedras.

Para varias naciones en la región y más allá, la culpa está de un solo lado. El presidente turco

Recep Tayyip Erdogan sostuvo que las muertes de palestinos constituyen un “genocidio”, y su gobierno se propone llamar a sus embajadores tanto en Tel Aviv como en Washington. Su ministro del exterior,

Mevlut Cavusoglu, llamó “terrorismo de Estado” a las acciones de Israel.

El presidente palestino Mahmoud Abbas las consideró una masacre y anunció una huelga general este lunes. El comisionado de derechos humanos de la ONU, Zeid al Hussein, expresó que la matanza es “estremecedora” e “indignante” y que los responsables deben rendir cuentas. Por toda Europa hubo un llamado urgente a la contención por ambas partes: Alemania, Reino Unido, Francia y la ONU emitieron declaraciones. Un vocero de la primera ministra británica Theresa May informó que Downing Street está “preocupado” por la violencia y apremió a la “calma”.

Boris Johnson, secretario británico del exterior, comentó: “Como es obvio, estamos extremadamente entristecidos por la pérdida de vidas que ha ocurrido y entendemos que algunos han provocado la violencia, pero del otro lado tiene que haber prudencia en el uso de armas de fuego”.

Varias naciones han reiterado también su oposición al polémico traslado de la embajada estadunidense de Tel Aviv a Jerusalén, entre ellas Gran Bretaña.

“El Reino Unido mantiene su firme compromiso con una solución de dos estados, con Jerusalén como capital común”, indicó Downing Street, y añadió que no hay planes de mudar la embajada británica de Tel Aviv.

La Organización de Cooperación Islámica (OCI), de 57 miembros, que representa a los países de mayoría musulmana, ha sostenido que la apertura de una embajada estadunidense en Jerusalén fue “una decisión ilegal” y “un ataque a los derechos históricos, legales, naturales y nacionales del pueblo palestino”.

Las protestas en Gaza son apoyadas por todas las facciones palestinas. Han sido presentadas por los organizadores, entre ellos Hamas, como “la Gran Marcha del Retorno”, reafirmando el “derecho de retorno” que reivindican los descendientes de los más de 700 mil refugiados expulsados de sus hogares en la guerra de 1948, la cual estableció el Estado de Israel y es conmemorada en esta fecha como la nakba, o catástrofe.

Sin embargo, la determinación de los manifestantes, ya alentada por un bloqueo de 11 años que ha implosionado la economía de Gaza y creado una de las tasas de desempleo más altas del mundo, fue reforzada este lunes por la indignación ante el traslado de la embajada ordenado por Trump.

En el sitio de protestas de Zeitoun, la música religiosa y patriótica se mezcló con los gritos de los vendedores de comida y el sonido de jóvenes que avanzaban hacia la frontera en pick-ups, coreando “Vamos a Jerusalén con millones de mártires” y “Mejor la muerte que la humillación”. Algunas familias se congregaron en lugares más seguros, a unos 300 metros de la frontera.

Una estimación israelí ubicó los manifestantes en unos 40 mil, y reconoció que fue el número más grande desde que empezaron las protestas, pero aseguró que estuvo por debajo de las expectativas de Hamas.

Taher Nounou, alto consejero del líder de Hamas, Ismail Haniyeh, advirtió que la “resistencia civil” se intensificará si continúan las muertes de manifestantes y que la comunidad internacional hizo caso omiso a los llamados de apoyo.

Mientras los palestinos se cubrían detrás de un gran terraplén contra el fuego de francotiradores y el ocasional lanzamiento de latas de gas lacrimógeno, un joven disparó un AK-47 y al parecer derribó un dron israelí que dejaba caer volantes, de los que miles ya habían advertido en árabe a los manifestantes que no dejaran que Hamas pusiera sus vidas en peligro para “esconder su fracaso”.

En el hospital Shifa, el más importante de Gaza, los médicos, estorbados por montones de parientes, luchaban por atender a los heridos. El jefe de urgencias, doctor Ayman Al Savani, informó que el nosocomio estaba abrumado por la llegada de 400 de los heridos más graves y no contaba con camas suficientes. “¿Cuánto tiempo continuará esto?”, preguntó a los reporteros. “¿Pueden contestar eso?”

Entre tanto, en la morgue, multitud de curiosos se asomaban a mirar a un niño que besaba el cadáver de un estudiante de 21 años, Samir Shawa, abatido en la protesta de Zeitoun. Otro palestino,

Ahmed Judinya, de 20, fue a llorar a su primo Mahmous Judinya, de la misma edad, quien también pereció en la frontera. “Yo también quería ir en la mañana”, dijo, “pero mi familia me lo prohibió. Ahora ven ustedes el resultado de participar.”

Es seguro que las multitudes regresarán, y los efectos diplomáticos muestran pocos signos de aminorar. Kuwait convocó este lunes a una reunión urgente del Consejo de Seguridad de la ONU, en tanto Turquía ha llamado a una sesión de emergencia de la OCI para este viernes.

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