Aldo Fabian Hernandez Solis
Dos noticias sobresalieron está semana, los casos de espionaje gubernamental a periodistas y luchadores por derechos humanos; y la reunión de la OEA en que la cancillería mexicana aliada a la norteamericana busca condenar al gobierno de Venezuela, acusándolo de atentar contra los derechos humanos y la falta de democracia. Estas noticias se conectan y muestran que el discurso que predomina en el gobierno es el del cinismo. Pero al mismo tiempo demuestra la farsa de que en México se vive en una democracia.
El discurso de la transición democrática plantea el paso de sistemas políticos autoritarios a democráticos. Un discurso de finales del siglo XX que además concebía como parte de esta transición, la apertura de las economías al libre mercado. Se concibió a la democracia como correlato de la instauración del neoliberalismo. Un cuento fantástico, que hoy se cae a pedazos.
Gran cantidad de trabajos académicos se han desarrollada alrededor de la llamada transición democrática, un generación de estudiosos de la ciencia política se embarcaron a este objeto de estudio. Se instauró un sentido común que presentaba como una verdad irrefutable la existencia de democracia política. Es cierto, se hablaba de una democracia procedimental, sin adjetivos, con escaso margen para transformar las sociedades. Una democracia ligada al proyecto neoliberal, que funcionó como justificación ideológico de un modelo de clase, que aumentaba la pobreza y la desigualdad.
La democracia es más que un procedimiento de cambio de gobierno, esta no pude existir mientras se condena a la pobreza y exclusión social a millones, mientras las decisiones de gobierno se toman pensando en unos cuantos. Aun aceptando la democracia procedimental como deber ser y aspiración, sigue quedando a deber la realidad mexicana. La transición democrática chocó con el fraude, la coacción del voto, el talente represor del sistema político, la corrupción, la cooptación y el clientelismo. La razón mercantil colonizó la esfera política desvirtuando la democracia.
La transición “democrática” mexicana resultó un proceso de violencia, de imposición del neoliberalismo por medio de fraudes electorales, de asesinato, de defraudación de la voluntad popular, de empobrecimiento de las mayorías y de pérdida de derechos sociales. Bonita farsa nos vendieron.
Los rasgos autoritarios, espiar, por ejemplo, no han estado ausentes un sólo momento de esta transición, la defraudación de la voluntad popular ha estado en todos las elecciones desde 1988, el fraude electoral es parte del sistema de la transición. Los medios de comunicación están entregados al régimen, la violencia a opositores es una constante, el aparato represivo nunca se desmontó, al contrario se ha perfeccionado.
Los casos de espionaje no son ninguna sorpresa, el Estado tiene un aparato de inteligencia, el CISEN y otras instituciones encargadas a ello, que han servido al régimen neoliberal y nadie desde el poder ha intentado desmontar. Aun así intelectuales y comentaristas hablan de la “democracia mexicana”, el canciller ataca a un país a partir de la bandera de la democracia, mientras el gobierno espía, compra elecciones, manipula y defrauda la voluntad popular. La lógica del cinismo es el sello de los neoliberales.
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