El Chapo: ofrenda a Trump


Julio Hernández López / Astillero

Forma (de extraditar) es fondo
¿Qué revelará en EU?
EPN: demasiados mensajes

Solamente faltó que a Joaquín Guzmán Loera le hubieran puesto un moño y lo hubieran metido en una caja para regalo. Si, en política, la forma es fondo, la administración de Enrique Peña Nieto escogió las peores formas, para el interés nacional, de entregar al emblemático Chapo al nuevo presidente de Estados Unidos, bajo apariencia de ser un tributo deseoso de aplacar las anunciadas iras del estrambótico multimillonario.

El Chapo como rendido presente a Donald Trump (no a Barack Obama, ya absolutamente de salida, aunque el arribo de Guzmán se haya dado en las últimas horas de la administración obamista, virtualmente relevada desde ayer), quien añadirá al sinaloense a su colección de logros apabullantes en su relación con México y lo tendrá siempre a la mano para extraerle historias de la narcopolítica mexicana, con las cuales la Casa Blanca pueda presionar directamente a la contraparte peñista, si es que hiciera falta, o filtrar detalles para publicación mediática en momentos claves.

La maquinaria oficial mexicana funcionando con puntualidad de relojería de exportación: las decisiones de los poderes Judicial y Ejecutivo se produjeron el mismo día y con una rapidez propia de eficaz mensajería de entrega inmediata: en un abrir y cerrar de ojos ya estaba El Chapo fuera de la prisión local y montado en un avión para ser llevado al vecino país, a unas horas de que en Washington rindiera juramento el mencionado Trump.

La entrega no es solamente la de un capo al que la justicia estadunidense reclama para ser juzgado allá por delitos correspondientes a esa jurisdicción. La entrega es un signo más de la postura claudicante de la administración federal mexicana, que está decidida a hacer cuanta concesión sea necesaria, en la creencia de que así podrá convencer al ogro contiguo de que no castigue tanto, ni tan expresamente, al patio trasero, al que ese nuevo presidente ha puesto en la mira.

Con Luis Videgaray Caso como presunto genio de las jugarretas osadas, el peñismo también cree que podrá presentarse en sociedad, en las fiestas del nuevo patrón, iracundo, con las cartas credenciales de su disposición justiciera, al entregar como ofrenda una pieza caliente y peligrosa que, como hipótesis, otros políticos marrulleros mexicanos habrían preferido mantener en casa una temporada extra, en lo que hubieran negociado algo más que una palmadita envenenada en la espalda maltrecha del (des)gobierno mexicano tan empinado.

Las urgencias peñistas de recomponer la figura han llevado en este mes a una excesiva comparecencia pública del ocupante de Los Pinos para emitir mensajes. Los resultados de esa avidez mediática han sido contraproducentes, pues toda la palabrería pronunciada por el Orgullo de Atlacomulco fue olvidada de inmediato y sólo sobrevivieron frases que han aumentado la irritación social, como sucedió con el ¿qué hubieran hecho ustedes? y con la declaratoria de muerte de la gallina de los huevos de oro.

Ayer hubo otra muestra de oportunismo declarativo, con Peña Nieto montándose en el tema de los disparos en una escuela particular de Monterrey, Nuevo León. El mexiquense apareció en escena para expresar algunas frases de circunstancia que son irrebatibles, pero intrascendentes. Condolencias y preocupación forman parte de la reacción generalizada ante lo ocurrido en aquella ciudad norteña, pero Peña Nieto las utilizó como salvoconducto para tratar de mejorar su deteriorada imagen.

Además, como sucede en casi todos los actos de esa índole, desgranó propuestas, planes, intenciones, compromisos e instrucciones que en el fondo son lo mismo que ese (des)gobierno debería estar haciendo cotidianamente, sin necesidad de que sucedieran tragedias, o justamente para que no las hubiera. En esa estrategia de remozamiento de imagen, el habitante de Los Pinos estará hoy en Monterrey, acompañado de un pequeño grupo de colaboradores, para reunirse con familiares de los niños agredidos. Bien haría Peña Nieto en concurrir con tanta rapidez y deseos de solución no sólo en el caso de unos alumnos de Nuevo León, sino también de unos alumnos de Guerrero, de una normal de Ayotzinapa, desaparecidos en Iguala.

El gasolinazo ha disminuido su presencia en los medios de comunicación debido, entre otras causas, a la aparición de temas como el ataque a escolares en Nuevo León y, ahora, la extradición de El Chapo. Sin embargo, el discurso inaugural de Donald Trump y sus primeros anuncios y acciones podrán significar otro golpe seco a los intereses de los mexicanos, lo cual, aunado al siguiente incremento (en febrero) al precio de venta al público de gasolinas y diésel, más la inflación ya desatada en el precio de la tortilla y las tarifas de pasaje en transporte público, podrán reactivar las protestas sociales.

El jitomatazo contra el destacado priísta César Camacho Quiroz entró ayer en una fase judicial, pues el mencionado político presentó una denuncia penal, por amenazas, contra Arne Aus den Ruthen, el líder informal del grupo que lanzó rojos proyectiles vegetales la tarde del pasado miércoles. La clase política, en particular los segmentos priísta y panista, emitió mensajes de rechazo a ese tipo de violencia política, a lo que otras voces replicaron al recordar la violencia institucional, continua y descarada, que se ha practicado contra los mexicanos por parte de personajes y partidos ahora preocupados por el lanzamiento de jitomates.

Y, mientras el virrey Garay, identificado formalmente tan sólo como secretario de Relaciones Exteriores, e Ildefonso Guajardo, secretario de Economía, se alistan para reunirse la semana próxima con el jefe de gabinete de Donald Trump para empezar a definir qué es lo que México acabará aceptando que se cambie del Tratado de Libre Comercio, para beneficio de Estados Unidos, ¡hasta el próximo lunes, leyendo la novela El salvaje, de Guillermo Arriaga!

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