Si esto no es un escándalo

Jesús Silva-Herzog Márquez

Ayudaría eliminar los nombres propios para encontrar la proporción de los hechos y despojarnos por un momento de las adhesiones y antipatías. Imaginemos una historia de amor entre una profesional con éxito y un político ambicioso que desemboca en matrimonio. Tras el casamiento, la profesionista decide suspender su carrera y entregarse de lleno a su nueva familia. Después de 20 años de trabajo, la empresaria no se va con las manos vacías. La esposa del político recibe en donación, una casa a todo lujo que le transfiere la empresa con la que trabajó. ¿Es la compensación de la empresa un obsequio por el trabajo de las dos décadas o es un regalo de bodas? ¿Un pago por los servicios de la profesionista o una inversión con el personaje del poder? La casa pronto resulta pequeña para la pareja y su familia. Buscando la ampliación de la residencia, adquiere la propiedad vecina. Pero la esposa-siempre es la esposa la que aparece en estas transacciones-no adquiere la casa pagando al contado o pidiendo un préstamo al banco. Se la va pagando poco a poco a los dueños que son, casualmente, los contratistas bendecidos por la obra pública de su marido. ¡El político vive ahí: en una casa cuyo dueño es un contratista de su gobierno!

Esa es la historia de la casa de la esposa del presidente de México, tal como lo ha exhibido Aristegui Noticias en un estupendo reportaje. Televisa transfirió a Angélica Rivera la casa de Paseo de las Palmas el 14 de diciembre de 2010, 17 días después de que se había casado con Enrique Peña Nieto, gobernador del Estado de México y precandidato a la presidencia. Rivera ya no era actriz de Televisa. Cuatro meses antes había rescindido su contrato con la televisora, lo cual no fue obstáculo para recibir esa valiosa prestación. La casa pudo ampliarse por los favores de una empresa que recibió contratos de obra pública del gobierno del Estado de México y del gobierno federal. La casa en la que vivió Enrique Peña Nieto antes de mudarse a Los Pinos, la casa a la que piensa regresar en 2018 está a nombre de un contratista del gobierno federal que antes fue consentido del gobierno mexiquense. El grupo Higa construyó el hospital de Zumpango, construyó las autopistas de Toluca a Naucalpan y a Atlacomulco, el distribuidor vial Naucalpan-Metepec. Otra de sus filiales ganó contratos de la Secretaría del Agua y Obra Pública del Estado de México. El candidato Peña Nieto viajaba en helicópteros propiedad del grupo Higa. De acuerdo a la investigación de Aristegui Noticias, los contratos que ganaron las filiales de Higa sumaron más de 8 mil millones de pesos. Esa empresa es la dueña de la casa de la pareja presidencial. Enrique Peña Nieto durmió la noche del 30 de noviembre de 2012. Ahí amaneció el 1º de diciembre antes de tomar protesta como presidente de México.

En cualquier lugar del mundo esto sería un escándalo gigantesco. ¿Qué sucedería en Estados Unidos si se descubriera que la casa de Michelle Obama está a nombre de un contratista que ha sido beneficiado por la obra del gobierno federal? Desde tiempos de José López Portillo no ha habido en México un escándalo de ese tamaño. El mismo presidente de la república involucrado en un serio escándalo de corrupción. Quisiera ser claro: el problema no es el costo de la helada mansión sino la revelación de un inaceptable conflicto de interés que toca al Ejecutivo mismo. Los negocios privados de la esposa del presidente de México (que naturalmente no puede ignorar el presidente) se enredan con la obra pública. Los negocios privados mezclados visiblemente con las decisiones públicas. No encuentro otra salida a este escándalo que el nombramiento de un fiscal especial que examine esta probable trama de corrupción presidencial cuya culminación fue la licitación del tren de alta velocidad México-Querétaro. Tan opaca fue la decisión de entregarle al Grupo Higa y sus socios chinos aquella obra, que el gobierno se vio obligada a cancelarla.

Cuando el presidente Peña Nieto presentó su declaración patrimonial nos informó que, como gobernador, recibió "en donación" tres terrenos y cuatro casas. ¿Quién se los regaló? ¿Qué recibió a cambio? Tal parece que el hecho de que un servidor público reciba casas y terrenos como regalito es parte de la cultura a la que Peña Nieto aludía hace un par de meses. La cultura de la corrupción que el presidente considera normal y que cree que la sociedad mexicana consiente. Si esto no es un escándalo, tendrá razón.

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