Abdica España y México pierde

           
Cuando los paradigmas nos piensan se puede perder ganando.  En el grupo de Brasil sólo clasificará una de tres posibles selecciones. Es decir, es la diferencia (algebraica) de goles la que muy probablemente decidirá a la selección que acompañará a Brasil a la siguiente ronda. Ese es el escenario que les toca a las selecciones en cuyo grupo se sitúan potencias que juegan de local.

Desde el ángulo matemático es muy sencillo desmantelar al paradigma de los tres puntos; se maximiza con goles y se optimiza con puntos.

Ayer México obtuvo tres puntos pero perdió la oportunidad de llevarse una diferencia de tres, cuatro o cinco goles situación que lamentará en el escenario de una no victoria frente Croacia; México optimizo pero no maximizó.

Camerún con su anémico juego que exhibió lo situará en el último decil de la clasificación mundialista. Croacia lo sabe y difícilmente lo desaprovechará.

La proyección anterior se sustenta en la probabilidad del 90% que tiene Brasil de lograr los tres puntos frente a México, y en la maximización de goles que logrará Croacia frente Camerún.

En el escenario mediático, es decir, en el circo motivacional orquestado por los hacedores del rating, lo de ayer fue una espectacular victoria de México jamás vista pues derrotaron a la selección del poderosísimo Eto’o. 
Adjetivos sólo animados en escenarios televisivos, calificaron como maestría el planteamiento del piojo y como fenómeno a Gio.

Oribe Peralta fue el único que pidió a gritos una interpretación lógica del partido. Nadie lo escuchó.

Quien se atreviera a romper con inteligencia el paradigma de los tres puntos, se percataría que no se trata de tres partidos diferentes (durante la primera fase), en realidad son 270 minutos de juego para anotar el máximo número de goles. En fin. En México sabemos que el grito vende y que el optimismo nunca abdica.

Quien abdicó, siguiendo los pasos del rey Juan Carlos fue España. Del Bosque declaró que no es el momento de buscar culpables, y por lo tanto los hay. Diego Costa se quedó atrapado en sus nueve minutos de juego en la Champions. Y Silva, mejor ni hablar. Tuvo el segundo antes del empate de Holanda. Lo lamento, pero el tercer culpable fue Casillas quien, al no ver castigo arbitral en el empujón que recibió en el tercer gol holandés, se desconcentró y perdió la cabeza. Lo amonestaron y después obsequió el cuarto gol (un autogol bajo el ángulo anímico). Finalmente, Del Bosque debió agregar a esa negra lista al Niño Torres que ayer dio un salto biológico presentándose como abuelo.

El epifenómeno de la tragedia la encontramos en la decadencia del Barcelona. La ópera de Rosell catalizó el final de una generación prodigiosa, lo que biológicamente sabíamos que le ocurriría a Xavi, Rosell aportó la venta de Cesc al Chelsea.

En fin, entre la abdicación y la preexistencia del paradigma de los tres puntos, la de ayer fue una jornada extraña. Tanto, que Chile nos engañó. Después de ir ganando dos a cero durante los primeros quince minutos, la extrapolación señalaba en 10, los goles que le anotaría a Australia.

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