División y suciedad en PAN
Madero: continuismo pactista
Tribunal Monex-Soriana
Julio Hernández López / Astillero
Las urnas fueron un trámite, pues los resultados estaban escritos desde antes de que comenzara la votación dominical de panistas. Fuese quien fuese, Gustavo Madero o Ernesto Cordero, el que sumara el mayor número de boletas a su favor, el asunto de fondo era la derrota del PAN frente a sí mismo y la victoria de la cultura política priísta y, en específico, de la estrategia peñista de control, bajo prebendas dosificadas y, mediante el esquema del pactismo, de uno (otro) de los dos principales partidos de presunta oposición.
El PAN perdió porque la reyerta entre Madero y Cordero se convirtió en un concurso diario de exhibición de las peores prendas de una militancia partidista que durante 12 años en el poder federal logró repetir las peores prácticas priístas, tanto en materia de corrupción en el ejercicio gubernamental (y no sólo se habla de los famosos moches legislativos o del caso Oceanografía, que es uno entre muchos) como en la realización de fraudes electorales internos.
Los incidentes del día fueron menores de lo que se suponía. Tempraneros mensajes anónimos que pretendían desalentar las votaciones al informar, con falsedad, que las elecciones internas se habían suspendido. Un tan extraño como solitario robo de la urna en la que había depositado su voto el así aparentemente hostigado Cordero. Pérdida de papelería en una mesa receptora de votos y falta absoluta de instalación de otra mesa. Pero las irregularidades, el desgaste, el descrédito, provenían de días, de años atrás.
En ese esquema de degradación panista el nombre de quien resultara ganador de los comicios de ayer sólo servirá a los intereses de las facciones y no del partido en general, mucho menos de la sociedad y su esperanza de algo medianamente susceptible de ser llamado democracia. Si Madero consiguiera un segundo periodo al frente del partido de blanco y azul (como sugerían algunas encuestas de salida ayer antes del cierre de esta columna, ya con el chihuahuense convocando a festejar su victoria), en Los Pinos podrían hacer un brindis alegre, pues estarían confirmando la continuidad del pactismo. Madero cree que ha cogobernado con Peña Nieto y que las reformas aprobadas por PRI y PAN llevan una huella indeleble de Acción Nacional, a tal grado que su contrincante, Ernesto Cordero, machacó en restregarle esa alegre predisposición a favor del PRI y del actual ocupante de la casa presidencial.
Si el triunfador fuera Cordero, en Los Pinos también podrían levantar una copa de champán, pues el grupo de Felipe Calderón no quiere guerra con el priísmo, sino entendimientos que le dejen beneficios a ese grupo en particular (Calderón-Zavala-Cordero) y no al encabezado por Madero. Se llevaría más tiempo y cierto forcejeo restablecer los acuerdos con ese calderonismo revanchista, pero a fin de cuentas seguiría la línea pactista, con nuevos cobradores de dividendos. Por eso, por la búsqueda de arreglos propios, se habla de que el despechado Calderón consideraría la posibilidad de impulsar un nuevo partido de derecha, para conseguir que Los Pinos negocie con ese bando escindido, si es que Madero acaba quedándose con el timón panista.
En otro tema que en realidad es parte de lo mismo: no fue un accidente ni una equivocación deslizar entre el paquete de reformas electorales aprobar el tema del pago público de favores pasados y por venir a magistrados del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación. El otorgamiento de una pensión vitalicia a esos juzgadores (aun cuando a fin de cuentas pudiera ser echada abajo, ante la generalizada crítica a tales abusos con preocupante tufo a complicidades entre élites) forma parte del conjunto de medidas con las que el peñismo trata de asegurar el control de próximos comicios.
Ya tiene Los Pinos el dominio sobre el ente organizador, el Instituto Nacional Electoral, reconstruido sobre las mismas bases de su antecesor presuntamente rechazado, el IFE, y dirigido por una plantilla de consejeros que le deben el cargo a la nueva administración priísta y a sus pactados partidos de oposición, con un Lorenzo Córdova profesionalmente aplicado a aparentar independencia política y pulcritud jurídica.
Y ahora han sido los miembros de la instancia jurisdiccional los que han recibido El beso de Los Pinos, con Humberto Castillejos, el consejero jurídico del mexiquense que ocupa esa residencia, y partícipe rector en el proceso de definición de los textos que luego el congreso vota por consigna, como mano cumplidora del regalo prometido a los magistrados del TEPJF que en 2012 habían cerrado los ojos ante las evidencias de despilfarro criminal en favor del PRI, sintetizado en los expedientes explosivos de Monex y Soriana, que esos jurisperitos desdeñaron y desmontaron.
Los magistrados puestos en entredicho ni siquiera dudaron en dar por bueno el nuevo trastupije económico puesto frente a sus ojos, pues dijeron estar listos para aceptar ese beneficio, considerándolo una especie de haber de retiro. Dice la vieja conseja priísta que todo lo que se pueda comprar con dinero resultará barato. En este caso, el peñismo ha tratado de pagar favores recibidos dos años atrás y comprar futuros dictámenes. No sólo le habría salido barato, sino gratis, pues los recursos para esas pensiones comprometedoras saldrían directamente del erario. Sin embargo, el creciente rechazo a esa suerte de soborno podría hacer que haya una reversa necesaria. Los magistrados habrían quedado exhibidos como inmorales politiqueros que se aferraron indignamente a la mencionada pensión que luego el mismo congreso estaría desautorizando. El que a dinero para compra de voluntades políticas mata, a pensión vitalicia escandalosa muere.
Y, mientras Tamaulipas sigue ardiendo, en especial Tampico, a pesar de los históricos anuncios presuntamente correctivos de Osorio Chong (ayer hubo incluso una marcha de ciudadanos en demanda de paz en Ciudad Victoria), ¡hasta mañana!
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