Dos sugestivos asesores


JJ Rendón y Naranjo
Negociar con narcos
¿Incidencia en México?

Julio Hernández López / Astillero

En su página de Internet se hace llamar El estratega político por excelencia y es especialista en lo que la gran mayoría suele denominar guerra sucia. Se llama Juan José Rendón, www.jjrendon.com, es venezolano y ha asesorado a candidatos presidenciales de diversos países, entre ellos, en 2012, a Enrique Peña Nieto, de cuya onerosa victoria formal se asume como uno de los principales artífices.

Hasta este martes era el estratega general de la campaña del colombiano Juan Manuel Santos, quien busca que lo elijan para un segundo periodo consecutivo. Rendón acaba de renunciar a ese puesto forzado por las revelaciones periodísticas de que en 2011 recibió 12 millones de dólares para hacer labores de cabildeo en favor de narcotraficantes ante el mismo presidente Santos, al que también había asesorado en su primera elección.

Daniel Coronell publicó en su columna en la revista colombiana Semana que “Javier Antonio Calle Serna, uno de los hermanos ‘Comba’, asegura que él y otros tres capos del narcotráfico le dieron 12 millones de dólares a J.J. Rendón para que le presentara un plan de negociación al presidente, Juan Manuel Santos, con el fin de entregar rutas y desactivar sus operaciones. El asesor J.J. Rendón admite que tuvo tres reuniones con abogados delegados por esos narcotraficantes y que en el 2011, le entregó al presidente Santos una carta y un video de los capos” (http://bit.ly/Rg1xlc). El comba se entregó tiempo después a la DEA y actualmente colabora con el gobierno estadunidense. En una declaración judicial, ese narcotraficante señaló que “J.J. Rendón era quien nos iba a ventilar y hacer la fórmula para que la propuesta diera resultado. A J.J. Rendón se le dieron 12 millones de dólares para hacer ese proyecto (…) para ver si a Juan Manuel Santos le gustaba el mismo” (http://bit.ly/QfQN5s). A alguien no le gustó el proyecto o no fue posible cumplirlo, así que no avanzó, aunque los 12 millones de dólares quedaron volando.

No fue Rendón el único asesor de Peña Nieto que caminaba en Bogotá por la cuerda floja de las negociaciones con narcotraficantes en el segundo semestre de 2011. En el mismo asunto estuvo involucrado el general Óscar Naranjo, quien fue presentado por el candidato Peña Nieto como su asesor para asuntos de crimen organizado, cargo que le fue sostenido cuando el mexiquense se instaló en Los Pinos.

Naranjo fue ave de sombrío paso por el entramado peñista, que de por sí nunca ha sido albo. A pesar de la función clave que le fue encomendada, y del conflicto de intereses que mantenía al estar al servicio de su matriz, Washington (a cuyos intereses militares, económicos y de control social ha estado firmemente atado), y del gobierno colombiano, Peña Nieto nunca consideró necesario puntualizar ante los mexicanos las funciones y los alcances de éstas. Siempre se estimó a Naranjo como natural promotor en tierras mexicanas de las estrategias colombianas de promoción de las autodefensas como mecanismos paramilitares aprovechados por el gobierno en turno, aunque otras voces internas aseguran que, por el contrario, siempre consideró errada esa estrategia del peñismo y que tal oposición le llevó al alejamiento, al inicio de este año, para volver a Colombia a participar precisamente en los preparativos de la campaña releccionista de Santos.

Tan peculiares como sugestivas asesorías del candidato Peña Nieto demandarían en un contexto de salud republicana que el mexiquense explicara las razones que tuvo para hacerse aconsejar ejecutivamente por tales personajes de fama oscura. El estratega Rendón, por ejemplo, tiene una visión muy laxa de lo que significan el entendimiento y el cabildeo en favor de narcotraficantes y el interés nacional. En su carta de renuncia al cargo de estratega general de la campaña del presidente Santos, Rendón le asegura que nunca me reuní con ningún personaje al margen de la ley. Sólo lo hice con quienes decían representar sus intereses y con sus abogados. Y si asumí ser intermediario de su propuesta ante usted y las instituciones del Estado, lo hice por estimar que no debía dejar de hacerlo si eso podría significar un bien para Colombia (http://bit.ly/1uuuhpZ).

El plan de los narcos colombianos, cabildeado por Rendón ante el presidente Santos, buscaba, según artículo del ex ministro de interior y justicia, Fernando Londoño Hoyos, desmovilizar más de ocho mil delincuentes de todos los frentes de la mafia; entregar los laboratorios y los sembrados y las rutas y las amargas complicidades locales e internacionales de más del sesenta por ciento de la operación cocalera del país; poner a disposición de la justicia colombiana todos los cabecillas de ese entorno criminal y recaudar billones de pesos de libre disposición, y centenares de miles de hectáreas de la mejor tierra. Todo, a cambio de respetar el mínimo vital de las familias de los capos (léase http://bit.ly/1fPgdTE y, en contrapartida, http://bit.ly/1g7NzYX, el editorial de El Tiempo, diario que publicó ese artículo pero criticándolo ácidamente, luego que los llamados privados que hicimos a la sensatez de Londoño fueron recibidos con oídos sordos).

Noticias de este corte, procedentes de un entorno, el colombiano, pero con partícipes como Rendón y Naranjo, que han tenido influencia en el diseño del retorno del PRI al poder mediante el uso de recursos oscuros de diversa índole, no sólo los relacionados con el exceso de dinero disponible, permiten preguntarse qué tanto han influido y seguirán influyendo esos densos intereses en juego en la financiación de campañas electorales mexicanas, en el gasto desproporcionado y absolutamente desequilibrante en materia de propaganda, en el rediseño de la política oficial respecto al crimen organizado, en la promoción, protección y utilización de las autodefensas michoacanas y en las alianzas multinacionales que darán recursos fiscalmente indemostrables para que ese priísmo gane próximas elecciones y garantice negocios descomunales, entre ellos los relacionados con los energéticos. ¡Hasta mañana!

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