Aprobar reformas
Informe en Campo Marte
Peña Nieto, un viaje más
Julio Hernández López / Astillero
A las múltiples y densas formas de presión que ha puesto en juego a favor de la reforma laboral educativa, Enrique Peña Nieto ha decidido agregar la de su propia voz, en busca de que en el último tramo del proceso legislativo no se vaya a atorar la ley del servicio profesional docente que mantiene en pie de guerra política a profesores en el Distrito Federal y otras ciudades.
Al entregar becas, en un acto en el que le acompañaron los directivos del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación, ejemplarmente exhibido ayer en su domesticación extrema, y los del Pacto por México (con excepción del panista Gustavo Madero, que está nuevamente jugando al rejego) abiertamente utilizados como coartada de pluralidad, el lic. Peña dijo que el siguiente paso es aprobar la citada ley, a la que atribuyó tantas virtudes que a su juicio son más los que están a su favor que en contra, de tal manera que espera que pronto sea votada en el congreso y prospere. Tan ejecutantes palabras fueron aplaudidas por sonrientes contertulios en el estado de Morelos, ahora tan propicio para fotografías en las que Peña Nieto se ve fa-vorecido por la clientela formalmente opositora: A la diestra del jefe Enrique aparecieron el gobernador Graco Ramírez y el presidente del PRD, Jesús Zambrano, y a la diestra alcanzó lugar el del PRI, César Camacho, al fin convidado a la inmediatez escenográfica por la ausencia del tradicional Madero.
No prefirió desempeñar el ocupante de Los Pinos el sagaz papel del político que empuja a trasmano aunque oficialmente se mantiene respetuoso del legítimo forcejeo entre partes. Ha querido asumir un rol exigente, imperioso, en lugar de dejar al poder legislativo el ejercicio libre de sus responsabilidades y de ofre-cer respeto a los adversarios de esa reforma, aunque eviden-temente no comparte sus puntos de vista, puesto que él mismo, Peña Nieto, fue el autor de la iniciativa que ha causado tantos trastornos. Jefe del aparato político, mediático, policiaco y militar, Peña Nieto pareciera haber actuado a partir de un diagnóstico preocupante que le llevó a empeñar su palabra y comprometer su capital político con tal de cerrar el paso a cualquier posibilidad de que en las cámaras pudieran darse contratiempos.
Siendo de manera institucional una extensión de la voz del jefe que lo nombró en la Secretaría de Energía, Pedro Joaquín Coldwell también ha creído pertinente pisar un presunto acelerador legislativo para hacer que se apruebe la reforma energética privatizadora, que podría causar tantas o peores turbulencias sociales que la relacionada con lo educativo. El exgobernador de Quintana Roo ha dicho que las modificaciones en materia energética son inaplazables. El pronunciamiento se hizo luego que Cuauhtémoc Cárdenas hiciera un peculiar llamado a movilizaciones populares contra esa reforma y que incluso abriera la posibilidad de caminar junto con López Obrador en algún acto opositor.
La dimensión de las protestas por lo educativo está tan presente en Peña Nieto que decidió cambiar de escenario para regalarse una especie de informe alternativo de labores (la entrega oficial del reporte anual se hará por escrito ante instancias legislativas). No pudo hacer una presentación personal en el congreso, a pe-sar de que se exploraron las posibilidades derivadas del buen ambiente que se vive en el Pacto por México, pero que no necesariamente se podría garantizar en una sesión conjunta de las cámaras de diputados y senadores. Luego se desechó la posibilidad de un acto espectacular en Palacio Nacional y, hasta hace pocos días, se hablaba del Auditorio Nacional como foro para un autohomenaje sin incidentes. Pero el factor de los profesores en lucha llevó a cancelar cualquier riesgo, y así como sesiones legislativas fueron trasladadas en días pasados a un centro bancario de convenciones colindante con instalaciones militares, ahora el ocupante de Los Pinos buscó refugio en el verde olivo.
Es posible que la exigencia de premura legislativa para aprobar las iniciativas de reformas energética y fiscal, y la protección castrense tan abiertamente buscada, tengan como propósito el extinguir cualquier riesgo de alteración en el cumplimiento de un objetivo de supremo interés para Los Pinos: uno más de los múltiples viajes al extranjero, esta vez a Turquía y a Rusia. Dejando atrás en corto tiempo las historias itinerantes de su paisano, Adolfo López Mateos, a quien la picaresca popular cambiaba el segundo apellido por Paseos, Peña Nieto ha mostrado una extraordinaria vocación aérea, particularmente destacada si se toman en cuenta los tiempos y circunstancias en que decide dejar el país en manos de mandos subordinados que cada vez muestran más dificultad para cumplir adecuadamente con los mínimos deseables en sus delicadas funciones.
A pesar de que se les considera una especie de vicepresidentes de la República, ni el técnico Luis Videgaray ni el político Miguel Ángel Osorio Chong están conmocionando al respetable público con sus buenas actuaciones, sino todo lo contrario. Con el país en situación de violencia desbordada en cuanto a bandas de crimen organizado, la economía en una suerte de recesión buscada (Videgaray conteniendo el gasto público), los profesores en ruta de mayor radicalización y protestas programadas por lo energético, el lic. Peña Nieto prefiere subir al avión oficial y entretenerse en las galas internacionales.
Los causantes de desasosiegos múltiples, por su parte, centraron sus primeras energías de lunes en las embajadas de Estados Unidos (centro rector de muchas de las decisiones reformistas que ha empujado el priísmo en su vuelta al poder federal), Francia y España. Luego de reunirse con la Junta de Coordinación Política del Senado, por la tarde se realizaría una similar correspondiente a los diputados, que sería clave para los trazos venideros.
Y, mientras Jesús Murillo Karam llama a no buscarle tres pies al gato, en el extra-ño caso de la liberación de Rafael Caro Quintero, al que ahora la PGR pretende colocar de nuevo en rango delictivo aunque sea en ausencia, ¡hasta mañana!
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