Álbum para visitas
Aguirre y su retórica
Periodistas en protesta
Julio Hernández López / Astillero
La placidez en las alturas no puede esconder las turbulencias sociales. No todo es ni puede ser el Pacto por México, signado por dirigentes partidistas cupulares que juegan efímeramente a ser oposición para luego conformarse con los nuevos arreglos (el blindaje prometido a Madero y Zambrano en materia de uso electoral de los recursos asistenciales). Enrique Peña Nieto podrá presumir a Barack Obama las fórmulas de cooptación de opositores y la sustitución del proceso legislativo por los convenios partidistas previos, pero no podrá ocultar el agravamiento del fracaso institucional en casos como Guerrero y Michoacán, por citar lugares donde la protesta de ciertos segmentos sociales ha desbordado la capacidad gubernamental y ha rozado peligrosamente los linderos de la violencia generalizada.
Ayer, por ejemplo, el gobernador de Guerrero, Ángel Aguirre, rindió su segundo informe bajo la amenaza de movilizaciones en su contra que para ser inhibidas necesitaron un gran despliegue de fuerzas policiacas y militares. Sin embargo, en esa tesitura del viejo priísmo que cree combatir la realidad mediante frases presuntamente solemnes (un especialista, desempolvado, es el sentencioso Emilio Chuayffet), Aguirre aseguró que la impunidad y el daño hacia la sociedad no pueden ser de ninguna manera negociados o consentidos, y aseguró que no permitirá el rompimiento del estado de derecho (que, según múltiples versiones, ha sufrido fracturas múltiples).
En medio de la grave crisis que se vive en el bravío estado bajo su presunto mando, Aguirre produjo pasajes que esta columna comparte en degustación agridulce: A paso de vencedores saldremos adelante en esta batalla contra la pobreza, la inseguridad y la marginación, porque este gobierno tiene voluntad política y el respaldo de miles de guerrerenses, que nos piden continuar para cumplir con creces la palabra empeñada. Aprovechó para calificar de vándalos y violentos a sus opositores tan activos (nota de Sergio Ocampo, corresponsal de La Jornada en Chilpancingo) y luego condenó el impulso populista que sólo beneficia a quienes en realidad nada arriesgan, medrando desde las penumbras y bajo la sombra del cobarde anonimato. Oh, décadas de dinosaurismo priísta saludan con embeleso la retórica del perredista Aguirre.
Y sin embargo, la vocación de mano dura no ha podido desplegarse en Guerrero ni en Michoacán, donde estudiantes tomaron ayer camiones y otros vehículos automotores, ni en la torre de la Rectoría de la UNAM, entre otros factores porque la visita del presidente estadunidense Obama requiere de un marco de normalidad entre el incendio, sin más ingredientes explosivos de los ya acumulados.
Enrique Peña Nieto pretende mostrar un país bajo control al presidente de Estados Unidos, que entre otros temas trae en cartera el del nuevo enfoque (¿arreglos informales?) respecto al narcotráfico y el del papel que México puede jugar como aliado de la potencia norteña en proyectos de expansión. Luego de la locura belicista de Calderón, en Washington creen estar en presencia de una suerte de tregua entre grupos de la delincuencia organizada que EU necesita validar (discutible la tregua, pues la violencia continúa igual o peor que durante el felipismo, aunque en las alturas de tres colores se asegura que es un proceso necesario de reacomodos tras el cual hay entendimientos para la disminución gradual de la violencia y el sometimiento de los grupos menores, fraccionados y no sujetos a mando de los grandes cárteles). En ese rediseño, el nuevo papel que la potencia dominante desea del México de Peña pasa por el apoyo y profundización de las reformas estratégicas, sobre todo la entrega de la riqueza petrolera.
El domingo pasado se realizaron actos en defensa del periodismo en varias ciudades del país. A pesar de que no se cuenta con una organización nacional y del perfil individualista del oficio, la gravedad de los problemas que se enfrentan ha creado una generalizada conciencia en el gremio de que es menester denunciar los muchos agravios recibidos y fortalecer opciones de protección común.
Una faceta del asunto la muestra el cuadro extremo de agresiones al periodismo mediante amenazas y actos físicos directos que con alarmante frecuencia llegan a la muerte en condiciones crueles, sobre todo por parte de miembros de la alta, mediana y pequeña delincuencia organizada, pero también de políticos, funcionarios y jefes policiacos irritados por determinadas conductas periodísticas.
Pero otra, menos ruidosa, menos advertible en lo inmediato, proviene del control de la prensa por medio de la asignación del presupuesto oficial publicitario, condicionando el ejercicio informativo a la apertura o cierre de la cartera gubernamental e incluso imponiendo despidos y promociones de personal en las redacciones a partir del comportamiento valorado por los coordinadores de comunicación social de la gran mayoría de los estados y los municipios importantes del país, y, con el regreso del estilo priísta a Los Pinos, también en medios de los que tienen su sede en la ciudad de México.
Especial relevancia tuvo en este contexto la protesta realizada en Jalapa, adonde fueron periodistas de diversas partes del país en recuerdo de Regina Martínez, quien fue corresponsal de La Jornada y luego de Proceso en la capital de Veracruz, entidad que se ha convertido en catálogo de los peores actos contra el periodismo, tanto en su vertiente de acciones físicas directas como en la del control mediante el ejercicio presupuestal, aun cuando paradójicamente una agrupación nacional de dueños de medios de comunicación se atrevió en semanas anteriores a entregar un insostenible premio al gobernador Javier Duarte por presuntos méritos relacionados con el respeto a la libertad de expresión y al oficio de los periodistas.
Y, mientras EPN ha ordenado investigación a fondo del caso Lady Profeco, pero no más del Chayogate jarocho, ¡hasta mañana, con el contribuyente ex gobernador de Tamaulipas Tomás Yarrington solidariamente beneficiado por la PGR!
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