Rendijas en Guerrero
Kafka y Espartaco
Monreal, vida política
Julio Hernández López / Astillero
Un asomo de prudencia de última hora impidió que policías federales desalojaran ayer a manifestantes guerrerenses de la Autopista del Sol. Por lo pronto, pues el fondo del asunto no está resuelto, el gobierno peñista pudo posponer su anunciada disposición de usar la fuerza pública para resolver un problema político y social, mientras el conjunto de activistas, ahora denominado Movimiento Popular de Guerrero, mostró flexibilidad táctica y se replegó hacia el Congreso del estado para evitar un choque sangriento.
Ese respiro circunstancial debería alentar las posibilidades del diálogo y la negociación y ahuyentar el revoloteo de las aves guerreras. El gobierno federal tiene evidencia clara de que la oposición a la reforma educativa cuenta con respaldo social amplio, cuando menos en algunas entidades, como Oaxaca, Michoacán y Guerrero, convertida ésta en campo de batalla cuyo desenlace podría inhibir o alentar otros estallidos de protesta. A su vez, los profesores y los grupos aliados en Guerrero podrían aceptar que la obstrucción del tránsito en carreteras federales constituye no solamente un delito sino que afecta intereses colectivos importantes (la circulación de viajeros y mercancías, y el acceso a sitios que viven del turismo, como Acapulco) y que alimenta la animadversión, genuina o inducida, contra este tipo de movimientos.
El complicado escenario de la resistencia sindical y el uso de la fuerza pública ha llegado a situaciones tan peculiares como la aparición de un comandante federal llamado Espartaco, quien ha mostrado o le han adjudicado dotes de negociación, desde la firmeza pero sin excesos, que han permitido que no se desborden los ánimos en momentos críticos. Al servicio de los poderes, ese Espartaco sugeriría con su sobrenombre lo que en las alturas del peñismo se asume como una especie de cruzada: que las instituciones no sigan siendo esclavizadas por factores distorsionantes. Es decir, el tolete y las bombas lacrimógenas como instrumentos de salvación de la sociedad. Espartaco encabezando la rebelión de los poderes esclavizados. Ni Kafka.
Ricardo Monreal ha sido entrampado mediante una maniobra peligrosa. La Procuraduría General de la República y el Cisen le han salvado la vida (a él y a su hermano David, o solamente a alguno de los dos, según se hubieran definido las opciones de los presuntos asesinos a sueldo) pero, al mismo tiempo, le han impreso la marca infamante de las relaciones peligrosas con el mundo del narcotráfico. Sigue vivo físicamente, pero bajo una especie de sentencia de muerte política lenta, condenado a moverse bajo vigilancia policiaca (lo cual implicaría solamente un obstáculo menor para capos decididos a asesinar a alguien, pues dos policías federales no significan una muralla real para una fuerza criminal poderosa, pero también una vigilancia específica de todas sus actividades, reuniones y entrevistas) o a rechazar a agentes y vehículo blindado pero asumiendo el riesgo de ser agredido.
Finalmente, Monreal ha optado por su libertad política y ha rechazado la protección del gobierno federal. Es una decisión difícil porque está en juego la propia vida, pero de otra manera el ex gobernador de Zacatecas habría quedado como rehén de una administración pública a la que ha combatido con gran energía y que está comprando o anulando a sus adversarios políticos con maquiavelismo doctoral. Mientras tanto, fluyen datos de la procuraduría federal de justicia, a cargo del políticamente muy marrullero Jesús Murillo Karam, que sitúan el incidente de los Monreal en el terreno (de inmediato planteado por este tecleador en tuiteos del viernes recién pasado) de los ánimos de venganza que en el empresario chilero Arturo Guardado se fueron produciendo luego que su hermano, Juan Carlos (suplente de David Monreal en la presidencia de Fresnillo cuando éste se lanzó por la gubernatura de Zacatecas) fue secuestrado en 2011, sin que sus aliados políticos y presuntamente también empresariales, los hermanos Monreal, se esforzaran en ayudar a los familiares de quien continúa desaparecido.
Con todas sus contradicciones y fallas, y a pesar de que su capacidad de convocatoria pública se ha ido reduciendo de manera notable, el lopezobradorismo ahora denominado Morena constituye el único reducto de oposición verdadera al cesarismo bicéfalo restaurado (Charlie&Quique, el negocio de moda). Al tabasqueño se le mantiene en el desierto informativo, con medios de comunicación instruidos para desdeñar las actividades del proyecto de partido y en especial las del líder máximo (los que desobedecen esa línea sufren consecuencias como ha sucedido con el entrevistador César Camacho, en Cablemax de Ciudad Delicias, Chihuahua) y con una campaña de desacreditación tan infame como la desplegada durante el calderonismo. Por suerte, coincidencia o benevolencia, la PGR y el Cisen dicen haberse topado en el curso de una investigación sobre actividades relacionadas con el narcotráfico con los presuntos preparativos para asesinar a los Monreal (éxito infrecuente, pues en la multitud de llamadas telefónicas intervenidas, legal e ilegalmente, hasta ahora no han surgido nombres de otros políticos, ni siquiera aquellos que según la voz popular son virtuales jefes regionales de cárteles delictivos). Haiga sido como haiga sido, diría el clásico, algunos de cuyos métodos siguen vigentes, lo cierto es que al opositor Ricardo Monreal lo han entrampado con el expediente de una amenaza de atentado mortal. Ya se verá si salva también la vida política, entre auxilios envenenados.
Y, mientras el sol azteca ha frenado en la asamblea legislativa capitalina la propuesta panista de que Miguel Ángel Mancera explique cómo y por qué hace paros a personajes de la farándula como Laura Zapata, ¡feliz fin de semana, con los comensales partidistas poniéndose de acuerdo para el reparto de pastel de las consejerías del IFE, una ahora y tres más dentro de algunos meses!
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