La realidad tras las amenazas de Corea del Norte

Andrea Berger Royal United Services Institute, especial para BBC

Las maniobras de Corea del Norte han equiparado su encendida retórica en los últimos días.

Más de 40.000 soldados estadounidenses y surcoreanos se encuentran actualmente realizando maniobras militares en la península coreana, como parte del ejercicio anual Foal Eagle.

Aviones de combate, bombarderos y submarinos de Estados Unidos se dirigieron a la región, en un esfuerzo por "mejorar la seguridad y la preparación" de Corea del Sur.

Esos ejercicios son considerados como una garantía visible de la confiabilidad de la alianza de Washington y Seúl y su compromiso extendido de disuasión.

Corea del Norte supuestamente hace una lectura diferente del propósito de estos ejercicios, argumentando que podrían ser una pantalla para la preparación de un ataque sorpresivo.

Por tanto, como respuesta, Pyongyang ha recurrido a su herramienta más familiar: fieras amenazas de escalada del conflicto.

Palabras de guerra

Kim Jong-un ha visitado unidades militares varias veces en medio de las tensiones en la península.

La cobertura internacional de las tensiones con Corea del Norte crea la impresión de que sus recientes amenazas en respuesta a los ejercicios militares surgieron de la nada.

De hecho, Pyongyang ha objetado ruidosamente las maniobras conjuntas durante décadas.

En lo que sus últimas amenazas difieren del pasado es en su intensidad y especificidad.

Durante el mes pasado, Pyongyang prometió hacer trizas el armisticio de 1953 entre las dos Coreas y cerrar la línea directa en la región fronteriza.

Luego anunció que había incrementado el nivel de disposición al combate de sus fuerzas de artillería, con las bases estadounidenses en Guam y Hawai en el punto de mira.

El aviso más audaz de Pyongyang fue que se reserva el derecho a una guerra nuclear preventiva contra Washington o Seúl.

Aunque Pyongyang ha cumplido con cortar la comunicación en Panmunjom, hay pocas razones para sospechar que lo hará con algunas de sus otras promesas, al menos a corto plazo.

Una razón es que el principal público de las duras palabras de Kim Jong-un es interno. El joven líder fue promovido velozmente en el Ejército Popular de Corea por su difunto padre, a pesar de haber hecho poco para merecer esas calificaciones. Enfrentarse a los enemigos externos del país ayudará a Kim Jong-un a consolidar su poder militar y político.

Una segunda causa para la calma temporal son las deficiencias tecnológicas de Corea del Norte en los campos nuclear y de misiles.

En su mayoría, los analistas concuerdan en que es improbable que Pyongyang haya dominado exitosamente la tecnología necesaria para ubicar una ojiva nuclear en un misil balístico y apuntarlo a Washington... todavía.

Sin embargo, sus recientes pruebas nucleares y de lanzamiento de misil demuestran que Corea del Norte está ansiosa por avanzar en su capacidad en ese campo.

Temor a ejercicios militares
A la vez que podemos repudiar las amenazas de Pyongyang y sus bravuconerías mayormente para consumo nacional, es posible que las inseguridades subyacentes de Corea del Norte sean sinceras.

Las preocupaciones de que los ejercicios militares puedan ser usados como un velo para preparar un ataque sorpresivo contra Corea del Norte parece incomprensible desde una óptica occidental.

Los "juegos de guerra" son precisamente eso, y su valor para tranquilizar a una nerviosa Corea del Sur es un importante beneficio político agregado.

Pero Corea del Norte, que piensa en términos "militares primero" y prioriza la autosuficiencia en sus asuntos, podría tomar con escepticismo que los ejercicios conjuntos sean sólo sobre su preparación a responder a un ataque o una demostración benigna del compromiso de la alianza de Corea del Sur y EE.UU.

Lo que posiblemente consolide la interpretación divergente norcoreana es el hecho de que en 1950, Pyongyang usó los ejercicios con el mismo propósito maligno que ahora ve en Foal Eagle.

En junio de 1950, Pyongyang puso en marcha un plan que encubría movimientos militares a gran escala hacia el paralelo 38, disfrazados de ejercicios de entrenamiento. En medio de estos juegos de guerra, varias divisiones participantes se dirigieron al sur hacia Seúl, desencadenando la Guerra de Corea.

Gobiernos estadounidenses previos han reconocido tácitamente que la brecha en el entendimiento entre Washington y Pyongyang acerca del propósito de las maniobras militares es vasta.

El riesgo de un error de cálculo

Corea del Norte se opone enérgicamente a las maniobras anuales de EE.UU. y Corea del Sur.

El expresidente de Estados Unidos, Bill Clinton, canceló reiteradamente los ejercicios anuales Team Spirit para aplacar las preocupaciones de Pyongyang e incentivar las negociaciones sobre su programa nuclear.

Actualmente, el riesgo no es de una guerra a gran escala o un ataque nuclear, sino de un error de cálculo.

Corea del Norte continúa buscando nuevas formas de emitir amenazas, en parte en un intento del régimen de consolidar su poder y en parte esperando que EE.UU. cancele sus ejercicios como hizo Clinton.

Entre tanto, Occidente la pone en evidencia y sigue con sus prácticas y vuelos de aviones B-52 sobre la península.

Este patrón ocurre en ausencia de cualquier compromiso regular entre EE.UU. y Corea del Norte. Si persiste, el riesgo de error de cálculo de cualquier bando subirá.

Corea del Norte podría malinterpretar una acción estadounidense, determinar una amenaza inminente y existencial al régimen, y atacar. O, si se le pone demasiado en evidencia, podría sentir que su retórica ya no funciona y decidir una acción más agresiva para equiparar sus palabras.

Una prueba de la sinceridad de los temores norcoreanos sobre las maniobras militares será medir la retórica del régimen cuando concluyan los ejercicios en abril.

Las salidas de la situación actual son limitadas. Es improbable que las conversaciones entre Washington y Pyongyang convenzan a Corea del Norte de renunciar a su programa nuclear.

Pero el diálogo sobre la seguridad en la península coreana, incluyendo el asunto de los ejercicios militares, podría ayudar a evitar más malentendidos y errores de cálculo. Podría asegurar que Corea del Norte no escuche sólo el enérgico mensaje de seguridad adaptado para Seúl.

Washington debería también ser cauteloso con cualquier subsiguiente esfuerzo para garantizar visiblemente a los aliados sin la contraproducente exacerbación de las potenciales inseguridades norcoreanas.

Medidas como mantener en la región activos militares con capacidad nuclear podrían prolongar innecesariamente el riesgo de error de cálculo cuando terminen los ejercicios Foal Eagle.

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