Elba Esther Gordillo, cuando el poder se acaba

José Gil Olmos

Detrás de las rejilla de prácticas del Juzgado Sexto con sede en el Reclusorio Preventivo Oriente, Elba Esther Gordillo quiso guardar silencio. Se le veía nerviosa en los movimientos de cabeza que no dejaba de hacer, volteando de un lado a otro, mientras el secretario de Acuerdos le leía sus derechos. Al final no quiso declarar. Su silencio era elocuente por más que alegara detrás de barandillas, sabía que, así como el poder presidencial de Carlos Salinas la encumbró, ahora el poder presidencial de Enrique Peña Nieto, le quitaba la fuerza y el imperio que se autoerigió desde la base magisterial.

En 24 años de estar al frente del sindicato de maestros, Elba Esther Gordillo impulsó la carrera de muchos políticos de todos los tamaños, lo mismo que de escritores y periodistas que asistían a sus cenas y estiraban la mano para recibir prebendas y regalos que, generosamente, les ofrecía a cambio de que hablaran bien de su proyecto.

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