Verde podrido


El Torito, lo de menos
Alianzas con el PRI
Semarnat, Chiapas, Q. Roo

Julio Hernández López / Astillero

Un incidente menor ha vuelto a poner bajo la lupa las características de un partido político, el Verde Ecologista de México, y de sus dirigentes, legisladores y funcionarios públicos. El personaje más conocido de ese entorno, Jorge Emilio González Martínez (llamado el Niño Verde aunque está por cumplir 41 años), fue enviado a una cárcel preventiva luego de que en un retén policiaco de la ciudad de México se encontró que había tomado bebidas embriagantes por encima del límite permitido para seguir manejando vehículos automotores.

Fiel a su estilo, González Martínez trató de hacerse pasar por un nombre distinto al real, amenazó a quienes cumplían con su deber y acabó tramitando una presurosa solicitud de amparo de la justicia federal para no seguir en el arresto que cada fin de semana cumplen rigurosamente decenas de infractores (el senador verde aprovechó las bondades del recurso de amparo, cuyo objetivo es frenar las presuntas injusticias de una autoridad contra un ciudadano, porque tenía frío, hambre y sed, según ayer explicó, al tiempo que anunciaba que está dispuesto a reponer las horas de reclusión que escamoteó).

El programa Conduce sin alcohol (tal es el nombre en el Distrito Federal) ha servido para reducir el número de accidentes, lesiones y muertes que en las noches y madrugadas de los fines de semanas produce el promovido estilo de diversión juvenil que combina alcohol, drogas, alta velocidad e imprudencia vial en general. La nobleza de sus propósitos, los buenos resultados obtenidos y una aureola de imparcialidad que no ha sido nada fácil de sostener ante los naturales embates de la corrupción y los influyentes han hecho que tales retenes con alcoholímetros, sus molestias e incluso en ocasiones sus injusticias, sean sobrellevados por los ciudadanos y apoyados en términos generales.

Pero lo sucedido el fin de semana con el senador González Martínez es un asunto menor, ínfimo si se le compara con el conjunto de agravios que a la sociedad, a la política, al civismo y a la ética ha causado el tal partido Verde y la mayoría de quienes le han aprovechado para encaramarse en cargos de gobierno y de representación pública. Inequívocamente fundado con la vista puesta en los réditos que produce el combinar la simulación partidista con los negocios familiares y grupales, el proyecto de lo que hoy es el Verde nació en 1986, en pleno furor de los ánimos transexenales del salinismo. Su primer presidente fue Jorge González Torres, miembro de una familia de empresarios farmacéuticos a la que pertenece Víctor, conocido como el doctor Simi, quien también quiso en años anteriores ganar capital político y cuyos negocios han sido beneficiados por el sobrino Jorge Emilio, cuyo abuelo fue Emilio Martínez Manautou, quien fue gobernador de Tamaulipas y también, indicativamente, secretario federal de salud.

El Verde ha consumido una enorme cantidad de recursos públicos desde 1993, cuando consolidó su registro como partido político, siempre bajo el control de la familia González. Viajes, fiestas, banquetes, becas, compra de mobiliario y renta y compra de inmuebles sin control son algunos de los rubros en los que esos jóvenes de élite han gastado el dinero que el Estado sustrae a otros rubros sociales para dedicarlo a las prerrogativas de los partidos políticos. Todo vale siempre y cuando haya un recibo o factura que cumpla los requerimientos fiscales y, en el mundo de la falsificación y el engaño, los líderes del partido familiar y grupal comprueban todos los gastos y siguen recibiendo año con año sus partidas presupuestales.

El éxito del negocio ha radicado en alquilarse para alianzas con otros partidos. En 1988, sin registro, el Verde apoyó a Cuauhtémoc Cárdenas. Pero el despegue real fue a partir de 2000, con Vicente Fox, aunque al año siguiente se desmarcaron del ex gerente de la Coca Cola para empezar el largo romance electoral con el PRI, cuya más reciente ganancia ha sido ni más ni menos que la secretaría del ramo (con Juan José Guerra Abud en la Semarnat, quien el año pasado era coordinador de los diputados del PVEM en San Lázaro), una gubernatura (con el Niño Chiapas: Manuel Velasco Coello, garante de negocios para una amplia pandilla de saqueo que incluye como socios menores a los ecologistas) y una senaduría para González Martínez, a pesar del escándalo de la caída mortal de la joven Galina Chankova Chaneva de un departamento de lujo en Cancún donde se celebraba una fiesta intensa, como son las que suelen realizar los jóvenes que usufructúan el negocio del PVEM.

Esa organización jamás ha defendido de verdad causas ecológicas, sino todo lo contrario, pues el membrete y las diputaciones y senadurías han servido para gestorías corruptas de negocios dañinos para el medio ambiente (una muestra de esas maquinaciones bajo soborno fue grabada y difundida por televisión en 2004, con el mismo González Martínez apuntándose para ser beneficiario de dos millones de dólares en Cancún).

Si Peña Nieto estuviera genuinamente interesado en una depuración de factores que dañan a la sociedad, como sugiere hacerlo en el caso del sindicato magisterial y como presuntamente estaría encaminándose en el caso de las televisoras y otros poderes fácticos amenazados por las reformas a la ley de amparo, debería considerar la necesidad de zafarse de esa alianza perversa que realizó con un partido de tan deteriorada imagen (aunque también reciba inyecciones de popularidad mediante personal de Televisa alquilado para avalar la propaganda mentirosa del Verde).

También sería necesario, por exigencias de salud pública, desmontar el tramado de corrupción, tráfico de influencias e impunidad que se ha tejido en Quintana Roo, Chiapas y la Semarnat. Y, desde luego, que el falso Niño Verde fuera consignado judicialmente no por el caso del alcoholímetro y El Torito (infracciones administrativas), sino por otros que han sido igualmente guardados bajo la alfombra del olvido y la impunidad. Y, mientras Beltrones se pone muy Martí (gobernadores: si no pueden, renuncien), ¡hasta mañana!

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