Desconfianza extendida
Las cuentas del IFE
Gringos y narco
Julio Hernández López / Astillero
El problema de fondo es que con rapidez se ha confirmado la maquinación como estilo de gobierno. No son solamente los polémicos peritajes técnicos, los discursos pretenciosos o las declaraciones demagógicas a periodistas: es la percepción de que detrás de las posturas oficiales hay segundas intenciones y que éstas no se encaminan al beneficio colectivo. Desde luego, a este cuadro de acelerado fomento gubernamental de la incredulidad ciudadana abona la catadura de quienes hoy ejercen funciones públicas de alto nivel. De alguna manera el peñismo está pagando la cuenta por haber instalado en los principales cargos a personajes cuyo historial garantiza el incumplimiento de sus palabras y la turbiedad de sus propósitos.
El caso del estallido en instalaciones de Pemex en la capital del país es ilustrativo. De golpe un amplio segmento de la población interesada en los asuntos públicos se vio impelida a enterarse de asuntos técnicos relacionados con gases, explosiones y olores, en medio de una amplia desconfianza respecto de los términos del dictamen preliminar presentado por el procurador federal de justicia, Jesús Murillo Karam. El punto de ruptura ni siquiera fueron las consideraciones gubernamentales que luego se sabría cuentan con el apoyo de cierta franja de peritos y especialistas, sino la convicción asentada entre muchos mexicanos de que se les miente por sistema y que la realidad es acomodada a los intereses de la élite institucional. La Biblia, leída por esos personajes y en esas circunstancias, podría parecer herejía.
Como suele suceder, hay giros que mueven la tragedia hacia terrenos humorísticos. Ayer mismo hubo un desalojo de oficinas petroleras a causa de ciertos olores que hicieron suponer la existencia de gases como los que de manera hasta ahora inexplicada se habrían acumulado en el sótano del edificio B2 y habrían provocado decenas de muertes. La vocación por el chistorete había sido inaugurada en esta temporada por Je Je Jesús Murillo a la hora en que quiso disolver la versión de una maleta con objetos metálicos en el citado sótano y dijo que en realidad contenían algo tan peligroso como los cosméticos serían para un hombre. Aunque, a costillas de él y del peritaje inicial que presentó ya se había desatado, sobre todo en las redes sociales, una catarata de chistes y bromas acerca de los gases mencionados. La cereza del pastel de estos días tragicómicos fue, sin embargo, el desasosiego causado por lo que luego se dijo eran residuos de comida echados a perder.
Los olores de la descomposición política han alcanzado otras latitudes. En el Instituto Federal Electoral se cumplió con una farsa contable que presentaba a Enrique Peña Nieto como el candidato mejor portado de los pasados comicios en cuanto a gastos de campaña, cuidadoso y ahorrador al extremo de que los ínfimos pagos de material publicitario, inmuebles para actos masivos, flotillas aéreas y otros menesteres podrían merecer premios internacionales. En cambio, su principal contrincante, Andrés Manuel López Obrador, apareció como especialista en complotar financieramente contra sí mismo, pagando precios desorbitados en comparación con su monacal adversario priísta, derrochador malévolamente disfrazado de austeridad clase turista.
Los despropósitos numéricos de la burocracia dirigida por Leonardo Valdés Zurita llevaron a cinco consejeros a devolver ese dictamen de ingresos y gastos de campañas a la unidad de fiscalización, para que enmiende o confirme sus términos. Pero ello sucederá hasta julio próximo, con lo cual se sostendrá en cartelera la tesis aún vigente de los excesos de López Obrador y el amago de una enorme multa a los partidos que lo postularon. Para efectos propagandísticos se sostiene la versión del rebase lopezobradorista de los gastos de campaña. Y se deja ese estigma a partidos que en ese mismo julio participarán en varias elecciones estatales.
Eso sí: el gran debate se ha planteado en torno a la situación del consejero Sergio García Ramírez, un priísta histórico que ha renunciado a su cargo luego de haber votado para zafar a su partido y a Peña Nieto del expediente Mónex, a pesar de que con anticipación se había excusado de participar en el asunto porque tiene relación con familias involucradas en ese tema. Pero lo importante hoy no es el hecho de ese voto impropio, merecedor de tacha según su propio emisor, sino los términos de su salida del foro degradado.
Astillas
El priísmo gobernante está conduciendo la relación con los bandos del narcotráfico de manera distinta al calderonismo. Menos escándalo aunque las cosas no hayan cambiado sustancialmente e incluso pudieran empeorar. Sin embargo, están en difícil proceso de definición los términos del entendimiento con el poder estadunidense que pareciera temer que el dinosaurismo llegue a pactos con los bandos de delincuencia organizada y haya retrocesos respecto de los logros del felipismo tan obediente con los gringos. En ese contexto, son significativas las revelaciones periodísticas estadunidenses respecto de la injerencia de funcionarios extranjeros en el proceso de nombramiento del secretario mexicano de la Defensa, vetando a uno de los aspirantes que, por cierto, fue enviado como jefe de plaza a Torreón, Coahuila, donde se vive una cruenta batalla diaria entre cárteles… El Sindicato Mexicano de Electricistas continuará con movilizaciones y protestas, además de agotar litigios locales pendientes y recurrir a tribunales internacionales… Los cálculos de imagen llevaron a Los Pinos a decidirse por Fernando Castro Trenti como (pre)candidato priísta al gobierno de Baja California, en lugar de Jorge Hank Rhon, quien tiene más popularidad pero, al mismo tiempo, más cola larga susceptible de ser pisada. Además de ser una concesión al grupo de Manlio Fabio Beltrones, la postulación de Castro Trenti podría allegar al PRI votos de un panismo bajacaliforniano que parece tener pocas posibilidades de continuar en el poder… Y, mientras Gordillo escribe su epitafio guerrero, ¡hasta mañana!
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