Ernesto Villanueva / Apro
Sólo algún despistado podría haber pensado que el anuncio de la entrega y acceso público a la declaración patrimonial del presidente Peña Nieto es el inicio de una feliz historia donde la transparencia y la rendición de cuentas respiran por los poros de nuestros gobernantes. Por desgracia, eso está muy alejado de la realidad, pues estamos ante la puesta en escena de una apariencia anclada en la simulación. Veamos por qué.
Primero. La propia declaración patrimonial de Peña Nieto no resiste el menor análisis, toda vez que: a) Deja de informar sobre seis rubros sustantivos, como precios, valores bancarios, costo de obras, entre otros, y sólo informa de dos rubros, bienes muebles e inmuebles; b) En los rubros en donde sí acepta informar lo hace de manera tan genérica que no dice nada si se quisiera tener una herramienta que permita medir cómo se modifica su patrimonio en el transcurso del desempeño de su encargo, que es una de las razones que explican las declaraciones patrimoniales.
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