Medina Mora, tropezón
La deuda invisible
Enrique Galván Ochoa / Dinero
Sin un análisis de los personajes propuestos por el presidente Peña Nieto, la Comisión Permanente del Congreso avaló el nombramiento de los cuatro vocales que tendrán a su cargo al Ipab, el heredero del Fobaproa. Se trata de Guillermo Hopkins Gámez, Luis Miguel Montaño Reyes, José Gerardo Quijano León y Óscar Guillermo Levín Coppel. Ocuparán sus cargos para diferentes periodos en los próximos cuatro años. Su tarea principal consistirá en administrar una deuda de 808 mil 265 millones de pesos, tal es el pasivo del instituto. Opera con una mecánica muy simple: cada semana coloca bonos entre los inversionistas, levanta capital y abona la deuda. Es como el gato que persigue su propia cola: las parcialidades nunca alcanzarán a cubrir el capital e intereses acumulados. ¿Quiénes son los inversionistas? Asómbrense: entre los importantes se encuentran las afores que manejan los ahorros de los trabajadores. Posiblemente habrá muchos que perdieron sus casas en el desastre bancario, pero ahora sus ahorros –sin que lo sepan– están ayudando a solventar la enorme deuda. Solamente en el primer trimestre de este nuevo año el Ipab subastará bonos por 49 mil 400 millones de pesos. A pesar de las enormes ganancias que obtienen, los bancos rescatados sólo contribuyen con una pequeña cuota. La única ventaja que el Ipab ofrece a los mexicanos es que protege sus depósitos y ahorros hasta por 400 mil udis. Una udi tenía el valor de 4.88 pesos ayer, así que la protección es de poco menos de 2 millones de pesos. Nunca se ha probado el mecanismo, hace tiempo no quiebra ningún banco, pero no se advierte en los balances del instituto que tenga suficientes recursos para solventar una crisis sistémica.
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